Durante las últimas tres décadas, el mundo ha cambiado aceleradamente. Fue bipolar hasta el colapso de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, devino luego unipolar con el "fin de las ideologías" y de la historia y el fortalecimiento imperial de los Estados Unidos y, con una vertiginosidad sin precedentes históricos, se transformó en un gigantesco galimatías multipolar.

Por Lidia Ferrari (*)

 


En alguna época para entrar a un discurso era preciso ir a buscarlo. Hoy nos llegan directamente a los dispositivos que tenemos en mano. Nos dan la ilusión de que los hemos ido a buscar. Ellos nos invaden sordamente de tal modo que creemos ser nosotros los protagonistas de los escenarios en que participamos. En los momentos más íntimos y desolados los ruidos ambientales más ensordecedores de goces malignos se nos imponen.

 

Por Liliana Ottaviano

 

Comentar un texto es como hacer un análisis”, afirma Lacan en “Los Escritos Técnicos de Freud” (1953-54), y es la cita que elige Diego Vernazza para inaugurar este libro que está organizado en 3 secciones: Leer, Comentar, Analizar. El trabajo se articula recreando los tiempos lógicos que el propio Lacan plantea en Escritos 1, bajo el título “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”.

Por Javier de Lucas (**)

 

En círculos de nuestra derecha política cobra aliento la tesis de la “guerra cultural”. Una batalla por la hegemonía cultural, que tiene no poco de paradójica reinterpretación de Gramsci. Hay una versión soi dissant liberal, la que me parece que pueden representar, con todos los matices que quieran, Cayetana Alvarez de Toledo, o su protector, el escritor Vargas Llosa, en su faceta de activista político de la derecha liberal. Y otra, en tono mucho más agreste, enarbolada por las gentes de Vox e incluso algún sector del PP, como la señora Díaz Ayuso. Esta segunda versión es cada vez más próxima a los lemas y propósitos del supremacismo, a la xenofobia —cuando no el racismo— de los Orban, Le Pen, del muy hábil polemista Zemmour y, claro, de la versión estadounidense, la que encarnan Trump, su ideólogo Bannon y el movimiento Q'anon.

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

En el desierto, en su observación detenida y siempre incompleta, habitan sujetos cuyas subjetividades no han sido capturadas enteramente por el capital. La contingencia, lo variable como condición constitutiva del neoliberalismo seguramente va también por ellos. En esos oasis, en esos islotes silenciosos de una cultura que todavía no está dominada por el hombre individualista, endeudado, consumista, para el que los vínculos sociales no se transforman en medios de producción ni han decidido poner su vida a producir, sobrevive una condición humana diferente, donde lo común y lo solidario resguarda la mansedumbre de tiempos diferentes, .puede prescindir del empobrecimiento de la prisa, se acurruca a encontrarse con su humanidad profunda, no comparte las inseguridades mundanas ni padece la mediatización que reproduce un estado de excepción global.


Por David Pavón-Cuéllar (*)

 


El año pasado medité mucho sobre el funcionamiento colonial de la herencia freudiana en América Latina. Me pregunté si nosotros, latinoamericanos, deberíamos intentar descolonizar el psicoanálisis o mejor ya simplemente deshacernos de él, es decir, descolonizarnos de él. Me incliné por lo primero, por conservar lo que Freud nos legó, pero haciendo lo posible para descolonizarlo e incluso emplearlo como un instrumento para una cierta descolonización de nuestras vidas. Este empleo es precisamente lo que me gustaría considerar ahora.

Por Eduardo Luis Aguirre

Para Heidegger, la desertificación es peor aún que la destrucción. Porque a la destrucción sobreviene la reconstrucción y a la desertificación, la nada misma, la intemperie, el desamparo.

Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

 

El fragote incomprensible de ayer no hubiera ocurrido si no existiera un sector de la clase media urbana, altamente politizado, formateado con una mezcla para nada inofensiva entre los ideales de izquierda y las gramáticas liberales que ahora habitan multitudinariamente las filas del gobierno, que piensa la política en clave de la historia mitrista y habilitan estos errores gravísimos. En esa fragua, los individuos providenciales hacen sus apariciones fulgurantes y épicas por encima de los pueblos.