Por Eduardo Luis Aguirre
“Estrategia sin táctica es el camino más lento hacia la victoria. Tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota” Sun Tzu, El Arte de la Guerra
Este parece ser un capítulo más de una historia sin fin. Los que nos quieren dar enseñanzas acerca de cómo preservar el planeta de una catástrofe ambiental son, obviamente, los países más contaminantes.
En 2020, el “Informe de la situación de las emisiones de CO2” en el mundo estableció una suerte de ranking del cual el ecologismo colonial, como enfermedad infantil del progresismo buenista y colonial debería tomar debida nota antes de intentar obturar la única puerta de salida que tiene la Argentina para tener una patria libre, justa y soberana, que es justamente el desarrollo.
El gran capital transnacional, el poder económico y financiero al que alguna vez denominamos sistema de control global punitivo, no obstante, trata a todos los estados “por igual” en un ejercicio de democracia sugestivo que no practica siquiera en el Consejo de Seguridad de la ONU y nos alerta sobre las calamidades por venir, que son ciertas, indudablemente.
Pero vamos a ver la incidencia real de los países, muchos de los cuales nos quieren conducir a modos de energía más limpia, un proceso seguramente asimétrico que volverá a ubicarnos en un margen de objetivas dificultades,
China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón son los cinco primeros países emisores de CO2 del mundo, por encima de los 1.000 millones de millones de toneladas cada uno de ellos, y representan el 62,9 % del total de emisiones mundiales.
Irán, Alemania, Qatar, la península arábiga, Turquía y el Reino Unido el Reino Unido completaban un baremo que casi nunca llegaba a las dos cifras porcentuales.
Ahora bien: ¿es la Argentina un país contaminante? Para nada. Figura en el puesto 155 del ranking de países por emisiones de CO2, formado por 184 países, en el que son ordenan de menos a más contaminantes.
O sea, no es momento de pavadas. Perdón por el escaso vuelo metafórico. Comprendamos que en esta situación de virtual amenaza de nuestra soberanía y de (lo que queda) del bienestar de nuestro pueblo el desarrollo y la producción son la única salida que nos va a permitir en un mediano plazo salir de la hipercrisis neoliberal. Pero no le hagamos el juego al sistema. Es un pedido patriótico. Un clamor que se apoya en las perspectivas que no abrevan en las grandes ONG´s y los centros del conocimiento que han conducido al gobierno a fracasos estrepitosos en los últimos años.
Si vamos a intentar controvertir estos datos evitemos la tentación de recurrir a estas banalidades propaladas con la autoridad de la intelligentzia inerme. Por ejemplo, sostener esta idea como dato de la incidencia argentina: “La vivienda impacta en promedio con el 29% de las emisiones. De estas emisiones, el 39% son gases de efecto invernadero, el 37% son contaminantes de la calidad del aire y el 10% son precursores del ozono. Sin embargo, los promedios ocultan muchas diferencias. Así, una vivienda del noroeste del país consume 32 GJ por vivienda. En cambio, una de la Patagonia consume 38 GJ per cápita o 130 GJ por vivienda. “Para que se aprecie este valor, una heladera con freezer funcionando todo el año consume aproximadamente 0,2 GJ, lo mismo que 4 lámparas de bajo consumo durante 8 horas por día durante todo un año”. Parece una broma macabra. Pero no lo es. Porta la autoridad de investigadores que no consignan sin embargo, la rica hilaridad de que una de las mayores fuentes de producción contaminante es la que proviene de las flatulencias del ganado. Pero eso ya es parte de la lucha individual y sin cuartel del veganismo.
¿Estamos condenados al estancamiento y la pobreza creciente?, se pregunta el economista Eduardo Crespo. Y él mismo concluye: Disponemos de cuatro posibilidades: aumentar exportaciones, sustituir productos importados por bienes elaborados en el país, endeudarnos, seguir achicando nuestra economía (una economía que decrece requiere menos importaciones). Las últimas dos opciones están excluidas por motivos obvios”. Después de dar el ejemplo de Tierra del Fuego y la prohibición de Cabandié de la pesca de los salmónidos, desarrolla una idea que, por lo menos, debe ser analizada y debatida: “Movimientos similares en distintas jurisdicciones – aunque con el impulso de ONGs financiadas desde el exterior - se oponen a todo tipo de actividad con potencial exportador o sustitutivo de importaciones. Rechazan la extracción de petróleo en nuestra plataforma submarina, se oponen a los proyectos vinculados a Vaca Muerta, al explotación del litio, la minería, actividades forestales, exportación de porcinos a China, por mencionar los ejemplos más resonantes. Pareciera que nada nuevo se puede producir en las provincias. Quiéranlo o no, al dificultar la diversificación productiva y regional, refuerzan el carácter estratégico del agro pampeano y sus históricos poderes de veto sobre las políticas populares. Al ser el único sector que genera divisas, conserva un peso político y una presencia mediática capaces de frenar cualquier iniciativa en su contra, con prescindencia de cuales puedan ser sus impactos ambientales.
Uno de los argumentos recurrentes de quienes impulsan las prohibiciones es que deberíamos dejar atrás el ‘extractivismo’ para elaborar bienes con mayor ‘valor agregado’ y contenido industrial. Suponer que de la noche a la mañana, en una economía estrangulada por la escasez de divisas, podríamos especializarnos en la elaboración de bienes de elevado contenido tecnológico, hace abstracción de todo lo escrito sobre las dificultades estructurales de las economías periféricas y los obstáculos para saltar peldaños de complejidad allí donde las condiciones no son especialmente apropiadas (Tavares, M. C. Auge y declinación del proceso de sustitución de importaciones en el Brasil. CEPAL, 1964), por no hablar de la necesidad de insumos originados en actividades ‘extractivas’. Pues bien, si el desarrollo productivo ayuda a correr el poder de veto de los dueños de las grandes extensiones de tierras, la idea puede ser dimensionada también a la luz de la goberanilidad y los antagoniso que se han encargado históricamente a mantener la matris agrícola de un país primario donde sobra la mitad de su población. Hagamos, por eso, un esfuerzo urgente, impostergable, vital, que nos debemos como nación, como categoría histórica.