Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

En épocas críticas, los olímpicos desconocedores de la disciplina económica comenzamos a naufragar en medio de una tormenta de diagnósticos y propuestas que casi siempre está polarizada entre dos grupos de actores igualmente inconfiables.

Por un lado, el avance mediático y discursivo de los neoliberales que reivindican las viejas recetas que ya perpetraron verdaderos desastres entre los argentinos. Las propuestas del capitalismo financiero, de los economistas de los bancos que cuentan con el favoritismo de los grandes medios de comunicación constituyen otra verdadera “guerra de desgaste” que se abate sistemática e impiadosamente sobre la población para anular el buen sentido.


Por otro lado, se nos presentan las insustentables “iniciativas FLACSO”, por denominarlas de alguna manera, que también se aferran a máximas que incluyen proposiciones de cumplimiento imposible, capaces de producir, por errores diagnósticos, un agravamiento de la que tal vez sea una de las crisis más profunda que ha debido atravesar la Argentina. Aquí aparece, con todo el favor rei, una pléyade de incitaciones que es repetida al infinito sin demasiado sustento. Eduardo Crespo ha completado sobre esta tendencia discursiva: “Los investigadores de esta institución lograron instalar en muchos militantes y dirigentes del Campo “Nacional y Popular”, así como en casi toda la izquierda que abreva en el troskismo, un conjunto articulado de memes que se transformaron en creencias compartidas sumamente influyentes en los espacios progresistas y de izquierda” (*).

Hace tiempo que, por razones de tiempo, esquivo ambos andariveles y me fío de las tesis que desde el peronismo se contraponen al neoliberalismo rampante y el progresismo y su actual y ontológica capacidad de daño.

Me da mucha tranquilidad, me sosiega, recurrir a autores como Eduardo Crespo, muchas de las previsiones del propio Guillermo Moreno, despojándolas cuidadosamente del atavío del personaje que siempre lo desfavorece, o de Claudio Scaletta. En la intimidad de las redes, me nutro y aprendo de los aportes de los compañeros de la “División Ascenso”, o lo que queda de ella, que desde hace cuarenta año anticipan y advierten con una lógica a prueba de neófitos, como es mi caso.

Hoy, Claudio Scaletta reaparece en su columna semanal en El Destape con su reconocida puntería y su ejercicio habermasiano de la acción comunicativa.

En su nota “Sequía de propuestas” el economista patagónico destaca algunas conclusiones que son puntos de partida inexorables para conocer la dura realidad de la economía argentina.

La primera, como la abertura de una sinfonía, contextualiza de la mejor manera: “En este espacio suele insistirse en que las leyes económicas son, como las de cualquier otra ciencia, universales. Se trata de un requisito epistemológico que algunas corrientes del pensamiento económico local prefieren ignorar. Una de esas leyes, a su vez una de las más simples, es la que dice que la expansión de la Demanda agregada --que es la suma del Consumo, la Inversión, el Gasto y el neto del balance comercial-- se traduce siempre en un aumento de la oferta, es decir en un aumento de la producción, del PIB. La contrapartida es que cuando la producción aumenta también lo hacen las importaciones. La conclusión inmediata es que el límite del crecimiento inducido por una expansión de la demanda agregada es siempre la disponibilidad real de divisas, una verdad para cualquier economía del planeta.Ahora bien, establecida la ley económica universal se necesita observar cómo funciona en la “coyuntura”, lo que obliga a situarse, ahora sí, en el espacio y en el tiempo”. Vayamos entonces al entrecruzamiento imprescindible del tiempo y el espacio. Analicemos con él, en primer término, el impactante crecimiento del 6% de la economía, que por sus perculiaridades e imperceptibilidad a muchos nos asombra: “Es este crecimiento, frenado en los últimos meses, el que explica que “la crisis” no se vea en las calles, como si ocurría, para los memoriosos, entre 2000 y 2002. Hay un problema de alta inflación y de distribución del ingreso producto del impacto de esa alta inflación, también de disponibilidad de divisas, pero a pesar de las ansias opositoras todavía no hay crisis social, aunque podría haberla si se descontrolan las variables. La razón, de nuevo, es que el crecimiento recién frenado en los últimos meses, nunca se detuvo y las empresas nunca dejaron de vender”. 

Por más que se venga del parate de la pandemia, semejante nivel de expansión del PIB es impresionante. Dada la estructura económica local, que importa insumos y bienes intermedios para producir, la consecuencia de este crecimiento fue un fuerte aumento de las importaciones. Al dato estructural se le debe agregar el “dólar barato” para importar dada la existencia de la brecha entre los dólares paralelos y el oficial, que ya dejó de ser uno solo y apunta a ser muchos más, como en los tiempos de los “planes de competitividad” con los que Domingo Cavallo intentaba salvar la Convertibilidad. Así, a lo que sucede en la economía real, la de la producción de bienes y servicios, se le suma también la dimensión financiera. Se necesitan dólares para importar, pero también para remitir utilidades, “pagar deuda” entre filiales y matrices (gran forma de remitir dólares baratos al exterior), hacer frente a los compromisos externos (deuda) y dolarizar los excedentes frente a la falta de función de reserva de valor de la moneda”.

Aquí comienza la graficación categórica y clara de la actual situación argentina, que los incito a leer y aprender conmigo:

El resultado de esta sumatoria de fenómenos fue que a pesar del superávit comercial registrado durante la mayor parte del actual período de gobierno y a pesar de los períodos de gracia en los pagos a los acreedores externos, privados y FMI, no se consiguió acumular reservas. Y no solo eso, en una semana turbulenta como la que paso, el central debió vender más de 550 millones de dólares para sostener la cotización.

La economía ya tenía dos graves problemas: importaciones elevadas dadas sus exportaciones y un régimen macroeconómico que incentiva la salida de divisas y desincentiva la entrada. En consecuencia, los dólares efectivamente disponibles no eran los suficientes para crecer al 5,9 hasta el tercer trimestre. El resultado fue la imposibilidad de seguir con el modelo expansivo y la necesidad de hacer un ajuste del Gasto, con el doble propósito de frenar la actividad y evitar que el dólar se dispare, lo que sucedió con la llegada de Sergio Massa. Se puede discutir --y en este espacio se discutió-- si el entonces nuevo súper ministro debió implementar o no un inmediato plan de estabilización. Se entiende que no lo haya hecho por el viejo dilema del decisor. Un plan de estabilización supone acomodar los precios relativos o básicos de la economía --dólar, salarios y tarifas-- lo que siempre equivale a abrir la caja de pandora. Estabilizar demanda algún nivel de consenso político y siempre tiene ganadores y perdedores de corto plazo, entre estos últimos los asalariados. Dicho a la manera tradicional, siempre es socialmente doloroso”. Todos los párrafos no hacen más que construir preguntas de manera excelente y poner en claro vectores de la economía no siempre organizados en la opaca retórica progresista y mucho menos en el ocultismo neoliberal que ya denunciaba Jauretche. Pero además, llegamos a partir de Scaletta a algunas máximas históricas del viejo Marcelo Diamand (imagen), el otro polaco preclaro de la economía Argentina. El recordado (o no tanto) economista anticipaba hace décadas “La característica esencial de la nueva realidad económica de los países exportadores primarios en proceso de industrialización es lo que hemos bautizado como una estructura productiva desequilibrada. Se trata de una estructura productiva compuesta de dos sectores de niveles de precios diferentes: el sector primario -agropecuario en nuestro caso -, que trabaja a precios internacionales, y el sector industrial, que trabaja a un nivel de costos y precios considerablemente superior al internacional” (*). Como vemos, algo así como la historia como eterno retorno de las tradiciones semitas.

Sigue diciendo Scaletta: “Que al actual contexto macroeconómico, después de la pandemia y la guerra, se le haya sumado una sequía que disminuirá las exportaciones entre 12 y 18 mil millones de dólares, según las fuentes y cotizaciones que se tomen, es sencillamente demoledor, un profundo cambio de escenario que obliga a desarrollar un plan de contingencia urgente. No se puede seguir como si el dato no existiese. La situación equivale a observar que el iceberg está enfrente y no tocar el timón.” En este contexto, es cuando se pone en evidencia la indigencia teórica de algunas propuestas de sectores de la propia coalición gobernante y el riesgo que las mismas implican con la precarizada mirada del progresismo argentino, que por primera vez adquiere en el país una ontología propia que las propias desviaciones de estado actual de conservación del kirchnerismo les ha permitido formular.

.” En materia de inflación cree que la culpa no está en la macroeconomía, sino que es producto del comportamiento de “los formadores de precios”. La política emergente de este diagnóstico son los controles o los acuerdos de precios. Ahora bien, debería ser evidente que si se aplica esta política una y otra vez y la inflación no baja el diagnóstico está mal.

En materia de salarios se cree que el problema del nivel se soluciona con un shock redistributivo. Ningún peronista cree que no se necesite aumentar la participación de los salarios en el ingreso, pero en el actual contexto un shock salarial empujaría el consumo, la producción y las importaciones, es decir la demanda de dólares que no se tienen. Si se quiere aumentar salarios se necesita aumentar la provisión de divisas. Esta es la condición necesaria, la suficiente es mejorar la situación en la puja distributiva.

En materia productiva, en la misma porción de la coalición hizo pie el falso ambientalismo bajo la peregrina idea del “ambientalismo popular”, lo que se traduce en un posicionamiento reactivo a la explotación de los recursos naturales, que son precisamente los que más rápido pueden proveer las divisas para el crecimiento. Así es posible escuchar discursos insólitos como “vienen por nuestro litio”, al mejor estilo de Elisa Carrió cuando era “progresista” y advertía “vienen por el agua”. El mismo discurso también tiene una visión negativa sobre las exportaciones. Imagina que los procesos de generación de valor no existen y que lo que se exporta resta directamente al consumo interno, algo que sólo ocurre en mercados acotados. Así las exportaciones se vuelven malas per se.

En el presente no alcanza con señalar lo horrible que fue la segunda Alianza macrista radical, así como lo todavía más horrible que resultaría el regreso al poder de una tercera Alianza, que esta vez incluirá al fascismo abierto”.

Tres cuestiones. La más espantosa es el retorno posible de un macrismo recargado que no trepidará en poner en práctica un totalitarismo de shock, una teología política neoliberal que saque a la Argentina de su eje histórico y su espíritu movimentista, nacional y popular, que concibe un país para todos, preservando la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. El autor le llama fascismo. Está bien, pospongamos las discusiones categoriales de la teoría política. Todos sabemos lo que quiere significar.

El recelo frente al desarrollo del país, que antes era patrimonio de la oligarquía primarizante y hoy forma parte de un ambientalismo (“popular”) inconsistente y desprevenido que no puede superar los límites de un consignismo vacío es otro frente complejo. Por aquello de la ontología tardía que habíamos mencionado como al pasar, pero que da para discusiones casi nunca dadas y esquivadas sistemáticamente.

El esfuerzo siempre incompleto de crear un monstruo y luego atribuirle la causa de todos los males encuentra un ejemplo reiterado hasta el cansancio, que es el de los formadores de precios. La lucha contra esos molinos de viento para frenar la inflación ha demostrado otro extravío de las yermas proposiciones en materia de política económica.

Por las razones antes mencionadas, y por otras que habré de omitir en homenaje a la brevedad, solamente haré hincapié en la absoluta razonabilidad de la advertencia de que el problema del salario se soluciona con un shock redistributivo. Sigo con Scaletta: “Ningún peronista cree que no se necesite aumentar la participación de los salarios en el ingreso, pero en el actual contexto un shock salarial empujaría el consumo, la producción y las importaciones, es decir la demanda de dólares que no se tienen. Si se quiere aumentar salarios se necesita aumentar la provisión de divisas. Esta es la condición necesaria, la suficiente es mejorar la situación en la puja distributiva”.

Cierro con una cita del maestro Diamand (imagen): “En efecto, mientras el crecimiento de la economía -en particular el crecimiento industrial - requiere siempre cantidades crecientes de divisas, el alto nivel de precios industriales que caracteriza a la estructura productiva desequilibrada impide que la industria exporte. De modo que, a diferencia de lo que sucede en los países industriales, en los cuales la industria autofinancia las necesidades de divisas que plantea su desarrollo, el sector industrial argentino no contribuye a la obtención de las divisas que necesita para su crecimiento. Su abastecimiento queda siempre a cargo del sector agropecuario, limitado sea por falta de una producción mayor, sea por problemas de la demanda mundial o por ambas cosas a la vez” (**).

(*)https://www.agenciapacourondo.com.ar/debates/sobre-tribus-y-controversias-economicas-por-eduardo-crespo

(**)https://observatorio.unr.edu.ar/wp-content/uploads/2016/05/Diamand-1972-La-estructura-productiva-desequilibrada.pdf