Exhibiendo para la ocasión infrecuentes reflejos, la Organización de las Naciones Unidas, a través de su propio Secretario General, Ban Ki-moon, legitimó de hecho la irrupción unilateral de fuerzas militares estadounidenses en Pakistán y el asesinato de Osama Bin Laden. El funcionario, tomando prestados los módicos argumentos del presidente Obama, consideró un “acto de justicia” tamaño homicidio agravado y dijo sentirse aliviado por la desaparición del sujeto pasivo de la venganza descontrolada.

Detallar la cantidad de derechos y garantías decimonónicas que Estados Unidos ha violentado al llevar a cabo semejante intervención punitiva sería materia de un excelente trabajo práctico para alumnos de grado de cualquier facultad de derecho. Y un verdadero banquete para aquellos especialistas en derecho internacional de los Derechos Humanos que se atrevieran a denunciar al gobierno de la potencia imperial ante tribunales internacionales de opinión, dada la incomprensible y desvergonzada postura adoptada por la ONU.
La conducta homicida, las técnicas de neutralización que hicieron las veces de justificación explicativa por parte del gobierno de Obama,y el respaldo institucional del máximo organismo que en teoría tiene a su cargo velar por la vigencia de un sistema jurídico internacional, tienen el dudoso privilegio de ser la evidencia más estrepitosa de la vigencia de un estado de”planetarización” de la ideología de la seguridad a partir de la creación de un nuevo enemigo –en este caso el terrorismo- como bien lo señala Zaffaroni en su último libro “La palabra de los muertos”.
En nuestra última editorial nos preguntábamos cómo iba a reaccionar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, advirtiendo que si no había un rechazo y un repudio explícito frente a la agresión se abriría una peligrosa puerta para el intervencionismo imperial unilateral en cualquier lugar del planeta. Ahora, ya conocemos cuál ha sido la rápida respuesta oficial del organismo. Y con ella, podemos representarnos sin demasiado margen de error que la creación de un nuevo “satán” (cuya etimología en hebreo remite al concepto de “enemigo”, como también lo recuerda el maestro Zaffaroni) en cualquier parte del mundo es posible en un futuro inmediato. Incluso, claro está, en este rincón del continente, donde existen gobiernos populares indóciles a los mandatos del poder punitivo internacional.


La reconocida debilidad del denominado sistema jurídico de la “comunidad internacional”, y su histórica tendencia a la selectividad, ha quedado una vez más al descubierto –ahora sin justificación razonable alguna- frente al brutal asesinato que la administración del Imperio se jacta de haber perpetrado contra Bin Laden.
Más allá de las perplejidades, contradicciones y oscuridades que rodean el hecho, es interesante destacar que un país cuyo presidente ha sido galardonado, paradójicamente, con el premio nobel de la paz, afirma haber “hecho justicia” y haber aplicado la “pena merecida” al supuesto infractor, consistente en la violación de la soberanía territorial de un Estado y el aniquilamiento a sangre fría de varios ciudadanos extranjeros (cualquiera haya sido su responsabilidad en horrendos hechos anteriores) por parte de fuerzas militares propias.

Es el mismo Obama que el 4 de junio de 2009 pronunciaba un “histórico discurso” en la Universidad del Cairo, abogando por la necesidad del respeto y la tolerancia entre la civilización occidental y la islámica.
En este caso, al parecer, ni siquiera fue necesaria la fachada de juicio previo puesta en escena como antesala de la primitiva ejecución de Saddam Hussein, la anterior bestia negra también creada por el gobierno estadounidense en su versión republicana.
La justicia, ahora, es la justicia del que demuestra que puede matar “a cualquier persona en cualquier lugar del mundo”. Es la justicia de la venganza desembozada, del prevencionismo y el retribucionismo extremos que no reconocen límites ni preceptos jurídicos básicos, casi decimonónicos. La soberanía nacional, el derecho a la defensa en juicio, el juicio previo, las garantías del debido proceso. Conquistas del derecho penal liberal de más de dos siglos de añejamiento, que el Imperio que construye enemigos internos y externos a voluntad, y exporta sus teorías securitarias al resto del mundo ( donde son adoptadas a libro cerrado por las derechas locales), hace tiempo que ha decidido incumplir. Estados Unidos ha ratificado que concibe una “comunidad internacional” acotada y selecta, compuesta únicamente por una alianza militar hegemónica, la OTAN, y el Consejo de Seguridad de la ONU, al que desobedece y desconoce cuando cada vez que sus intereses así se lo aconsejan. Veremos qué hace ahora este Consejo de Seguridad, que el pasado 26 de febrero había votado por unanimidad la imposición de sanciones al gobierno libio liderado por Muammar Khadafi, jestamente, por haber incurrido en violaciones a los DDHH[1]. Si el derecho internacional no responde de manera categórica, es dable esperar que en poco tiempo más el gendarme del planeta construya otro enemigo de la “democracia”. Y, si eso ocurre, lamentablemente, Latinoamericana tendrá cada vez más chances de convertirse en el territorio en el que en un futuro no demasiado lejano se imparta nuevamente “justicia” unilateral sobre los diferentes y los insumisos.



[1] Fuente: Revista Veintitres Internacional, edición de febrero de 2011.