El presidente Mauricio Macri acaba de perpetrar una tentativa ilegal de derogación por decreto de las leyes de Defensa, Seguridad e Inteligencia.La mayoría de la población argentina se ha manifestado en contra de una medida que lleva a preguntarse hasta dónde está dispuesto a avanzar el gobierno de Cambiemos en materia de deterioro de la convivencia democrática.
Por Eduardo Luis Aguirre
"Quien enseña sin emancipar, embrutece" (Jacques Ranciere)Desde hace muchos años venimos planteando nuestra profunda preocupación respecto de la forma en que se enseñan los Derechos Humanos en muchas de las escuelas de derecho argentinas. Esa preocupacción está vinculada centralmente a un perfil de enseñanza notoriamente desagregado del resto de las materias que integran la carrera.
Se denomina “genocidio reorganizador” a aquella práctica social que recurre al exterminio sistemático de un “otro” previamente construido (y desvalorado) al que se decide aniquilar para reorganizar una determinada sociedad en base a la cosmovisión de los perpetradores.
Entre tanta prédica fascistizante, que no casualmente recrudece en esta época en las redes sociales, circula una consigna que, aunque no reciente, igualmente despierta la atención de los lectores interesados.
La noción de castigo se ha vuelto indudablemente polisémica en el tercer milenio. Si bien es posible establecer analogías conceptuales en las lógicas legitimantes que respecto del mismo se acuñan desde la más remota antigüedad, nunca como ahora el castigo ha derivado en un fetiche disciplinar aceptado en claves diversas, que en todos los casos cancela cualquier tipo de cuestionamiento a una práctica violenta a la que se le adjudica “ontología" propia.