Por Eduardo Luis Aguirre
Si bien es una categoría que se utiliza en política internacional como amenaza de que un país poderoso y desbocado es capaz de apelar a cualquier medio para imponer sus intereses, incluso la fuerza bruta, la “teoría del loco” resuena con lógica propia una vez conocido el intento de magnicidio contra Cristina Kirchner en las primeras especulaciones de algunos medios que habilitaron las peores lógicas y retóricas de la democracia argentina.
Por Eduardo Luis Aguirre
Las democracias actuales no han logrado hasta ahora deslindar sus postulados decimonónicos de los límites inexorables que les impone el modelo de acumulación neoliberal. Más allá de acontecimientos de incidencia planetaria indudable como la desigualdad, la violencia, la pandemia y las guerras, pareciera que en todos los países con democracias formales herederas de la tradición iluminista comienzan a vislumbrarse algunas situaciones novedosas y, a la vez, preocupantes.
Por Eduardo Luis Aguirre
Lejos, a miles y miles de kilómetros de distancia, en los suburbios que circundan la austera monumentalidad moscovita se ha perpetrado un crimen. Una muestra más entre los incontables acontecimientos que atraviesan un mundo que soporta a duras penas una veintena de guerras y el crecimiento inusitado de una violencia interpersonal, verbal, física, institucional, simbólica, social, de género, económica y racial sin precedentes. Este es el tiempo de la exacerbación de las violencias.
Por Eduardo Luis Aguirre
Gianni Vattimo, creador del concepto filosófico de ‘pensamiento débil’ y referente intelectual indiscutido de la denominada “posmodernidad”, nació en Turín en 1936 y su infancia transcurrió en un contexto epocal atravesado por la guerra, los campos de concentración, las bombas atómicas, el comunismo y los nacionalismos. Estudió filosofía en la universidad turinesa y desde sus primeros años de formación académica entendió que había una imbricación inseparable entre la religión y la política.
Por Eduardo Luis Aguirre
“El hombre sabe dónde construir su casa, y el animal su guarida,
mas el alma ingenua de los héroes
no sabe adónde ir”
“Quién alteró primero
Los lazos de amor para convertirlos en yugo” (Hölderlin, El Rin)
La lucha de clases como motor de la historia está más viva que nunca. Probablemente lo estará siempre como categoría política, porque las sociedades evolucionan a través de los conflictos. No obstante, en aquellos márgenes en el que los pueblos saben que sólo sobrevendrán más sufrimientos, la información fidedigna del horror probable habilita la novedosa realidad teórica de oponernos a la disolución lisa y llana de un frente patriótico escarnecido, ultrajado, colonizado.
Por Diego Tatián (*)
Desde hace algunos años circula de manera profusa la preciosa respuesta de la antropóloga estadounidense Margaret Mead a un estudiante que le preguntó cuál era según ella el primer signo que probaba la existencia de la humanidad. Se esperaba que Mead hablara del anzuelo, la olla de barro o la piedra de moler. Pero dijo que el primer signo de civilización con el que contamos es un hallazgo óseo: un fémur que alguien se fracturó y luego sanó. En el reino animal, quien se rompe una pierna indefectiblemente muere. No puede escapar del peligro, ni ir en busca de alimento o del río más cercano para tomar agua. Queda a merced de los cazadores y depredadores que merodean el lugar.
Por Lidia Ferrari (*)
¿Cómo se puede pensar una aceleración del tiempo que no sea la gravitacional? Steiner describe de manera admirable la subjetividad del tiempo o, mejor, la subjetividad en el tiempo histórico en su libro ‘En el castillo de Barba Azul’. Habla de aceleraciones y desaceleraciones subjetivas como ‘modalidades del ser’. Entre 1879 y 1815 tuvo lugar una aceleración del tiempo, pues la esperanza y la utopía se hacían presente, estaban allí realizándose en el tiempo de la revolución.
Por Eduardo Luis Aguirre
¿Qué nos sugiere el silencio? ¿Cómo es nuestro vínculo humano con esa quietud? ¿Hay una filosofía en el silencio? Si la hubiera, recuerde que la filosofía puede ser caracterizada como el amor a la sabiduría, como lo hacen los pensadores occidentales desde tiempos inmemoriales, pero también como una cultura que ha encontrado a su sujeto, como lo han enunciado los filósofos de la liberación.