Por Eduardo Luis Aguirre
La pregunta es ociosa, marcadamente redundante. Quizás la porfiada demanda de iluminar los clásicos a la hora de intentar responderla, no lo sea tanto. Se trata de entender qué cosas fueron las que tocaron las fibras más sensibles de los votantes de Milei y conformaron un nuevo tipo de fidelidad política, cristalizada, aunque seguramente volátil, como todas.
Esta pregunta ha intentado ser respondida por infinidad de analistas, pensadores, comunicadores y académicos. Curiosamente, esas conclusiones, en la mayoría de los casos, han descartado la cuestión de clase como un factor significativo, capaz de explicar una transformación disruptiva y abrupta de la sociedad argentina. En general, las respuestas apuntaron a fenómenos similares que acontecen en el mundo, a factores generacionales o etarios, a la frustración o, más encendidamente, al “odio” como forma de iluminar la irrupción del fenómeno y la forma en que el mismo se relacionó con los distintos segmentos sociales a los que logró capturar. Si bien existen trabajos de campo e incluso textos que aplicadamente se ocuparon de dar cuenta del nuevo sentido que creaba el mileísmo, lo cierto es que ya estamos en los umbrales de las elecciones de medio término y la oposición argentina no logra articular los anticuerpos que le permitan aspirar a confrontar con la fuerza necesaria contra semejante pesadilla. En esa oscuridad, la falta de análisis de clase brilla por su ausencia injustificada y se remite a análisis fragmentarios, insulares, francamente minoritarios.
Por eso creo que algunas semblanzas podrían habilitar el desafío dialéctico de analizar la nueva composición de clase de los argentinos, su estructura y su superestructura. Hay algunos datos que quisiera compartir en ese sentido.
La clase media argentina, la clásica, se definía por el nivel de educación, la condición propietaria, la posibilidad de realizar algún viaje, de poder salir a comer afuera, de acceder al crédito, de poseer elementos tecnológicos de determinada calificación, etc. Todo eso se perdió. Estos nuevos sectores de salarios aplanados comienzan a ver que “no hay futuro” y sin futuro es muy difícil construir un país. El 40% de los jóvenes tiene mayor educación que sus padres, pero no viven mejor que ellos.
En lo que hace a la economía privada, hay una nueva conformación de la matriz productiva, lo que llamamos economías extractivas, que carece de un modelo de distribución de dividendos más justos. Esto se ve particularmente en el interior. Se forman nuevos conurbanos de clase medias bajas o bajas que viven de esas economías vinculadas al litio, el gas, la minería, el gas, el petróleo, etc. Y no hay una sola experiencia en el mundo donde se haya logrado reformular un conurbano una vez constituido. Ni en la India, ni en Brasil ni en el gran Buenos Aires. Esos sectores que se van a asentar en las provincias atraídos por estas posibilidades laborales están compuestas, generalmente, por jóvenes desparametrizados de la antigua clase media que rompieron con los mandatos ancestrales y no creen que el estudio o los trabajos estatales les permitan asomar la cabeza. La salida de muchos de estos jóvenes que no quieren estado ni sindicalización y que no conocen prácticamente la vida en común, producen transformaciones espectaculares. En 2020 había 400000 personas inscriptas en la bolsa de valores. Hoy hay 12 millones. ¿Saldrá de allí una nueva clase media? No lo sabemos, pero de producirse esa conversión podemos intuir los valores y la psicología de esos nuevos sectores. Una marcha hacia un individualismo extremo, una concepción selvática de la realidad, un aumento comprensible pero alarmante de la codicia. Se trate de grandes o medianos operadores o del chiquitaje que día a día compra y vende moneda extranjera, a la cultura de las cripto, etc.
Llegado a este punto, podríamos especular con una conclusión tan impactante como demoledora. Somos parte de un mundo que, como decía Pepe Mujica en su despedida, la humanidad nunca antes conoció. La pereza intelectual no deviene de negar la evidencia, sino de capitular en la tarea de pensar en aquello que nos ha sido vedado pensar. Como enunciaba Heidegger. José Martí ya lo anticipaba: si la nueva lucha es a pensamiento, démosla entonces a puro pensamiento.
1. https://www.youtube.com/watch?v=7zyY5FTv1fY
3. Editorial Servicop, La Plata, 2020.
4. https://www.youtube.com/watch?v=WoemqeCfHJI
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