Pasaron varios años desde que leí “La sociedad decente”, un libro donde el filósofo israelí Avisahi Margalit ensayaba una tesis ética que hacía pie en el advenimiento de las sociedades afectadas por la irrupción del neoliberalismo. Una sociedad “decente”, señalaba Margalit, es aquella “cuyas instituciones no humillan a las personas sujetas a su autoridad, y cuyos ciudadanos no se humillan unos a otros”.
  • "" Ha aparecido claramente lo que llamamos un "deseo de estado", en la medida que el estado sea  susceptible de ser articulado a la comunidad, porque el estado como tal, como mero factor administrativo y burocrático no sirve. Lo interesante es volver a revincular algo que hace tiempo el neoliberalismo destruyó, que es el nexo entre el estado y la comunidad. Es lo que ha intentado hacer la Argentina en momentos en que hay que transformar al estado en un custodio de la comunidad, es decir, como decía Kant, hay que hacer un uso público de la razón. Es decir, demostrar que aunque las medidas disciplinarias tengan una apariencia coercitiva, se hacen en nombre del bien común" (Jorge Alemán)
Por Eduardo Luis Aguirre

Si el racionalismo, el idealismo y la influencia cartesiana y hegeliana modelaron el sentido común y la comprensión nordeuropea del mundo durante los siglos XVII y XVIII, y esa matriz de pensamiento fue la que dio lugar a la legitimación del colonialismo, de la colonialidad y el racismo, creo que es interesante ensayar un ejercicio retrospectivo respecto de los antagonismos que en términos mundiales se precipitaron en aquella época en el viejo continente.

 

Por Lidia Ferrari (*)

Un anciano italiano, célibe y solitario, que vivió toda su vida bajo la tutela de su autoritaria madre hoy se lamenta porque el Estado no se ocupa de viejos como él para procurarles una compañía. Esa compañía que nunca buscó por sí mismo sería tarea exigible al Estado.

Por Ignacio Castro Rey (*)

«Los cristianos, como los psicoanalistas, tienen horror de lo que les fue revelado. Y con mucha razón». Jacques Lacan. Encore

Una primera cuestión. Para ser de algún modo libres habría que atreverse a ser optimistas y joviales en lo difícil, hasta en lo peor, e irónicamente pesimistas en cuanto a todas las facilidades que se nos sirven. Reservemos la empatía para el diablo. Empatía con lo nouménico y enterrado que alienta en nosotros. Antipatía y crueldad con lo fenoménico que nos encadena.
Por Eduardo Luis Aguirre

En 1967, Jean Paul Sartre concedía una recordada entrevista a Radio Canadá. En la primera pregunta de ese extenso reportaje, Claude Lanzmann y Madeleine Gobeil lo interpelan sin mediaciones. Por aquellos días, un líder revolucionario del Tercer Mundo había solicitado una entrevista urgente con el filósofo. El autor de “El existencialismo es un humanismo” – un reconocido militante contra el imperialismo y el colonialismo- había alegado, inesperadamente, “estar ocupado”. Estaba ocupado, para más datos, “en Flaubert”. Sólo eso

Por Eduardo Luis Aguirre

Después de haberme descubierto no ha sido difícil llegar hasta mí. Ahora la dificultad consiste en librarse de mí (Friedrich Nietzsche, Carta a Georg Brandes)



Leo las noticias que otra vez ubican a la Corte Argentina en el lado más oscuro y reprochable de los posicionamientos opacos. Funcional a los históricos intereses de los poderosos, su único legado consiste en asegurar los valores de los nobles, como escribía Nietzsche. Los valores de los esclavos corren, entonces, por cuerda separada. Por eso, como en tantas otras ocasiones, aturde el silencio atroz de los cortesanos respecto del albur sanitario de decenas de miles de hombres y mujeres confinados en tiempos de coronavirus

Por Eduardo Luis Aguirre

La pandemia ha empujado definitivamente a la superficie del sistema mundo una realidad axiomática. Y lo ha hecho con la mayor y más terrible letalidad en más de 500 años. El capitalismo en su fase neoliberal se encuentra en absoluta imposibilidad de cumplir siquiera parcialmente sus postulados liberales enunciados durante la Revolución Francesa.