Por Lidia Ferrari
En ‘El porvenir de una ilusión’ Freud enuncia una frase que puede ser emblema de nuestra sociedad: 'una vez despierta nuestra desconfianza...'. Esta desconfianza despertada denuncia el efecto que puede tener para cualquiera la introducción de una cuña en una creencia, en un saber, en una idea.
Crear esa desconfianza es el objetivo del chisme malicioso, de la calumnia en el campo de las habladurías. Se asocia al talante del paranoico que vive acechado por la sospecha. Las formas de complotismo descansan en este mecanismo por el cual un cuestionamiento a algo plenamente aceptado o creído, pueden derrumbar toda confianza, todo crédito. Como vivimos épocas en las cuales las certezas más afirmadas están siendo puestas en dudas, es muy fácil despertar sospechas. Las redes sociales son un vehículo extraordinario para los chismes maliciosos y han sido invadidas por una lógica troll a través de la cual la inyección de desconfianza es una operación necesaria para la política. Esta operación es mucho más eficaz cuando se origina entre los mismos adherentes o amigos, pues si una calumnia la enuncia un adversario es menos probable que sea escuchada. Así, estamos a merced de operaciones que intentan corroer un crédito otorgado a determinada idea o persona. Es simplemente la consecuencia de nuestra dependencia estructural a las narraciones. Por eso, y no sólo en las redes sociales, se hace imprescindible hacer un análisis crítico de lo que circula. Pero entonces parece retornar lo que querríamos evitar, esa desconfianza en el Otro que lima y desgasta la confianza en el prójimo, confianza imprescindible para construir un común. Difícil travesía la de construir comunidad en las redes a-sociales, cuando proliferan la rivalidad, el odio, el chisme, la injuria, la decepción y la mentira. Se trata de poder dimensionar cuándo se trata de una incredulidad inventiva y cuándo una desconfianza que corroe las entrañas de nuestros lazos, que provoca decepción y desazón. !A veces evitamos tragar sapos donde no los hay! Porque hay sospechas y sospechas. Algunas nos ayudan a desenmascarar los relatos engañosos. Pero vivimos en un territorio minado de narraciones sospechosas donde el modo paranoide de existencia lleva las de ganar. Para protegernos de entrar en el terreno de la malicia y la calumnia necesitaríamos pensar con calma, no reaccionar de modo inmediato a lo que leemos o escuchamos; no dar crédito a todas las voces y, como Ulises, evitar ser atrapados por cantos calumniosos y disgregantes. La prensa global guía para ese lado de la disgregación. Pero una mayoría ya sabe que los medios de comunicación hegemónicos son una versión única y siempre calumniosa e infamante para la vereda de las políticas emancipatorias. Los Poderes están advertidos que las políticas populares pueden crecer a pesar de la gran potencia mediática en contra. Por eso la infiltración troll permite introducir desgaste entre amigos y compañeros, en un contexto donde el desasosiego está a la orden del día. Una vez despierta nuestra desconfianza no miramos con los mismos ojos a quien horas antes era nuestro aliado o nuestro líder. Son formas del Poder para carcomer ese Común que se está construyendo para nuestra supervivencia. Un Común que, como dice Jorge Alemán, no se funda en un ‘para todos’ ni ambiciona erradicar fracturas o antagonismos, pero donde las diferencias puedan jugar para ese Común y no para deshacerlo.