Por Lidia Ferrari (*)

 

 

Es difícil comentar los episodios de violencia en Roma si no se quiere dejar de decir ciertas cosas. En Roma hubo una movilización de más de diez mil personas que se manifestaron contra el Green Pass, con episodios de violencia contra la policía y una sede del sindicato italiano. Estas manifestaciones se disparan a partir del certificado que se exige para poder entrar a restorantes, cines, museos y ahora, para poder ir a trabajar. Como la vacunación contra el Covid no es obligatoria se produce una gran contradicción, porque el Green Pass se torna en un instrumento para forzar a la gente a vacunarse, lo que vulneraría la opción de no vacunarse. Muchos hacen hisopados cada 48 hs. para poder ir a trabajar. Varios intelectuales se oponen decididamente, no a vacunarse, sino a la emergencia del Green Pass. Se trata de un instrumento que provoca resistencia en alguna gente a pesar de que la población italiana se ha vacunado en un 80%. Pero ese malestar existe. Sabemos que los poderes de siempre se han apropiado de esta cruzada contra el virus y que hacen sus pingües negocios y sus tramoyas geopolíticas. De hecho, Europa no ha aprobado a la vacuna Sputnik para acceder al Green Pass, entre otros ejemplos. Pero no se habla de esto. Sólo de la exigencia del Green Pass.

El problema es que esta onda de resistencia al Green Pass y muchos No Vax parecen cooptar un ánimo generalizado contrario a la coerción de la ‘libertad individual’. Y esto es captado por la derecha. No es explícito, pero podemos pensarlo, que allí se condensa un malestar más generalizado pero no dicho ni interpelado y es el de todas las medidas neoliberales que están conduciendo los destinos de todo el mundo, que nos están empobreciendo a todos y produciendo desazón y sufrimiento a tanta gente. Esto, en particular, me indispone para aprobar estas manifestaciones de resistencia, a pesar de los argumentos agambenianos. No se habla de que este orden de control de la población es previo a la Pandemia, que los derechos laborales se están haciendo trizas en todo el mundo, que mientras avanza la pobreza tantos políticos piden cancelar el reddito di cittadinanza, un modesto paliativo para los más sumergidos, etc. etc. Es decir, que el discurso de resistencia a un aparente orden mundial de control y sujeción toma la bandera de la libertad individual del propio cuerpo, pero no de los avasallamientos generalizados. Obviamente, en nuestro mundo, los derechos individuales parecen estar en el podio de los derechos a defender. Ninguna causa colectiva, ningún derecho social. Así estamos. En ese sentido, esta resistencia de tanta gente al Green Pass – nutrida en este ánimo individualista a ultranza en el que vivimos -está haciendo el caldo gordo a la derecha que lo aprovecha y lo favorece.

Se añade a este problema que la izquierda italiana ha sido cómplice del empobrecimiento de la población, ha sido cómplice o artífice de la pérdida de derechos laborales, de pensiones, etc. Así, los italianos habitan un malestar y quienes parecen usufructuar de eso son los discursos que defienden a rajatabla esos derechos individuales. Es cierto que ellos interceptan este arbitrario y desordenador Green Pass. Pero en el fondo, lo que sale a la luz con la violencia desatada en Roma es que siempre hay quienes lucran con el malestar de la población. Pero esa población ha sido convencida en décadas que no hay otra cosa para defender que las garantías individuales y la libertad del propio cuerpo. En un mundo donde los discursos que ponen acento en la colectividad, en los intereses comunes, en la solidaridad son raleados, silenciados y perseguidos, no es difícil concebir estos resultados. Sospecho que es una enésima muestra de nuestro mundo neoliberal que ha entendido con sus medios de comunicación y redes sociales que la mejor estrategia es ‘Divide et Impera’, en clave neoliberal.

(*) Psicoanalista y escritora.