Por Eduardo Luis AguirreDonald Trump tiene, evidentemente, una propensión actitudinal que a esta altura se revela como una regularidad de hecho. Se regodea humillando y maltratando a los vencidos y débiles y le pone una alfombra roja a aquellos que considera de una envergadura digna de ser sus interlocutores relevantes. El protocolo impecable de su reciente reunión con Putin en Alaska es una evidencia supina de esta última peculiaridad. El destrato lindante con lo grosero mediante el cual se dirigió a Zelensky en el inicio de las conversaciones de paz y la ridiculización vergonzante de Milei en la Casa Blanca patentizan aquellas formas de desdén que enunciábamos en primer orden.La única diferencia es que el ucraniano sabía que en ese cónclave asimétrico era responsable de la suerte de un país devastado que estaba pendiente, acaso desesperadamente, de su actuación. La delegación argentina nunca tomó cabal conciencia del papel degradante al que fue sometida. Por el contrario, intentó esgrimir una tenue excusa basada en la supuesta dificultad de traducción de las palabras del anfitrión que los recibió en el ámbito más impropio que era dable suponer en un encuentro bilateral entre dos jefes de estado. Sería bueno recordarles que las consecuencias de aquella reunión le depararon al comediante de Kiev consecuencias inesperadas: 17 ciudades ucranianas se han alzado en su repudio. No sabemos cuáles podrían ser las repercusiones que en la Argentina podrían presentársele, después de este papelón, al panelista argentino.Trump es un negociante rocoso, cambiante, profundamente autoritario y acostumbrado a que la relación de fuerzas esté de su lado. Un macho alfa que quizás está obligado a pensar que no están “primero ellos” sino que hay potencias del mundo que, como China, le disputan la hegemonía mundial mediante una diplomacia paciente y una planificación estricta de sus gigantescas variables económicas, comerciales, tecnológicas y culturales. Los chinos son un bloque en ascenso. Estados Unidos es la principal potencia militar, pero en dos siglos no han logrado adecentar en términos de equidad una sociedad cada vez más convulsionada y desigual..
Estados Unidos tiene casi un 20 por ciento de pobres. Si vamos a comparar este dato con el de otros países desarrollados y más justos, encontramos que la tasa general de pobreza en Dinamarca es de tan solo el 5,5 %.“Al observar las tasas de pobreza infantil, observamos patrones similares. Estados Unidos, con un 20,9 %, lidera a todos los países con las tasas más altas de pobreza infantil, mientras que el promedio general se sitúa en el 11,7 %. De nuevo, los países escandinavos presentan las tasas más bajas de pobreza infantil, y en Dinamarca solo el 2,9 % de sus niños caen en la pobreza” (*).En resumen, al analizar la pobreza como el número de personas que se encuentran por debajo del 50% del ingreso medio de un país, observamos que Estados Unidos tiene, con diferencia, la tasa de pobreza general más alta de los 26 países más desarrollados. Además, la distancia entre los pobres y el ingreso medio general es extrema en EE. UU. Aunque, al mismo tiempo, Estados Unidos es posiblemente la nación más rica del mundo. Milagros del capitalismo neoliberal y una constatación de que Argentina fue a buscar ayuda a una potencia que tiene más pobres que la cantidad de habitantes de nuestro país.
En 2020 había 37.2 millones de personas en situación de pobreza. Hoy los pobre se estiman en 50 millones.Las causas son conocidas: desigualdades exorbitantes en los ingresos, sistemas sociales y de salud débiles, inflación, desempleo, endeudamiento, racismo, educación deficiente (por ende, una escasa comprensión colectiva del mundo)y desigualdades manifiestas en el desarrollo de los distintos estados y regiones.El american way of life y el sueño americano vacilan. Hay marcadas contradicciones en su sociedad, un altísimo nivel de criminalidad, de violencia políticay de fragmentación territorial. Desde el punto de vista del capital social, igual que desde la perspectiva tecnológica, Estados Unidos parece a merced de China, aunque no existe certeza alguna sobre el particular.En definitiva, no sabemos que va a ocurrir en un futuro no demasiado lejano, pero sí debemos contar sus debilidades, que son ciertas y objetivas. Hay una especie de limbo que contiene al mismo tiempo a la primera potencia del mundo y a un país cuyo horizonte no aparece tan diáfano. Veremos hacia donde evolucionan estas diferencias. Por eso, la aventura de la mendicidad argentina y la respuesta del gigante generan dos sensaciones. Una de ellas, es que si se produce la “ayuda” o el salvataje seguramente será a cambio de mayores beneficios para su gobierno o negocios de sus inversionistas, y la otra, mucho más oscura, es que Estados Unidos no solamente haya decidido intervenir la economía argentina sino desplazar en los papeles a su propio gobierno. Hasta ahora, esta última posibilidad se traduce solamente en rumores y trascendidos, pero no podemos dejar de incluir en el análisis las sugestivas “reuniones” que se celebran, por ejemplo en la embajada norteamericana en Buenos Aires, conjugando a sujetos políticos afines en la búsqueda de la mentada “gobernabilidad”. Y esto ya es un dato objetivo de la realidad. El gobierno argentino se metió solo en este laberinto borgeano. Imposible responsabilizar seriamente a la oposición en semejante muestra de improvisación y vasallaje.La indignada respuesta de los chinos confirma que nos hemos metido a destiempo en un conflicto que todavía está lejos de resolverse.(*) “La pobreza infantil en Estados Unidos: una historia de devastación y la promesa de esperanza”National Library o Medicine, disponible en https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC5589198/
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