Por Eduardo Luis Aguirre

Quinientos años de ininterrumpida colonialidad nos llevaron a presumir que la historia no abarcaba a otros pueblos que no fueran los que proclamaron la centralidad moderna de Europa. Más aún, la connotación inexorablemente institucional del racismo llevó a muchos prohombres emblemáticos del mito del progreso a dudar y negar la condición humana de los pueblos subalternos.


Por María Liliana Ottaviano

“El otro ya ha sido suficientemente masacrado. Ignorado. Silenciado.

Asimilado. Industrializado. Globalizado. Cibernetizado. Protegido.

Envuelto. Excluido. Expulsado. Incluido. Integrado. Y vuelto a asesinar.

A violentar. A obscurecer. A Blanquear. A normalizar.

A normalizar excesivamente. A estar fuera y estar adentro.

A vivir en una puerta giratoria.

El otro ya ha sido lo bastante observado y nombrado como para que podamos ser tan impunes al mencionarlo y observarlo nuevamente.

El otro ya ha sido demasiado medido como para que volvamos a calibrarlo en un laboratorio desapasionado y sepulcral… ¿Y si el otro no estuviera ahí??”

(Carlos Skliar, ¿Y si el otro no estuviera ahí? )

Por Jorge Alemán (*)

A diferencia de otros teoricos actuales no creo que estemos situados frente a una "crisis de la hegemonia neoliberal" y en correlación con esta situación en un. "momento populista" Según esta visión la ultraderecha es la que está sabiendo valerse de la situación con su Populismo de derechas.

Vivimos una etapa singularmente compleja en el sistema/mundo del tercer milenio. Esas complejidades existenciales, de diverso orden, a veces (muchas) nos deparan urgencias, incertidumbres, ansiedades comprensibles, malestares impostergables, dolores insondables.

En su fase neoliberal, el capitalismo asfixia a los sujetos y los sume en las contradicciones más arteras. Por una parte, los conmina a un malestar de la cultura de connotaciones abismales, que va desde la convicción generalizada de que no existen alternativas al sistema hasta la intemperie gélida de la soledad y el abandono.

Por Eduardo Luis Aguirre

Hablemos, en principio, de lo unitario. De la unidad. De la necesidad de articular nuevas relaciones de fuerzas sociales y nuevas hegemonías, entendidas éstas como algo muy distinto de la mera dominación. Ocupémonos del desafío de pensar prácticas y estilos. De recrear semblantes y habilitar espacios. De despejar el idealismo iluminista como prejuicio colonial y re apropiarnos de lo real. La cultura popular (entendida como el acervo social de los oprimidos) se nutre y se asienta en "lo real".

"¡Unión, unión y seremos invencibles!"  (Simón Bolívar)

Imposible avanzar así. Sobre todo, si debemos  asumir fatalmente que la marcha hacia un nuevo formato de democracia popular insumirá un recorrido más largo. Porque partimos –ahora- de una vera mucho más precaria después de un retroceso que replica la debacle mundial y se hace propia, local, recalcitrantemente folklórica. Imposible revertir la cuesta si no se entiende ese mundo hostil, que es "este" sistema-mundo.

Por Eduardo Luis Aguirre

El pensamiento no se ve, ni se toca, pero pesa, decía el profesor Carlos Cullen (imagen) explicando a Rodolfo Kusch. La filosofía, entonces, no sería tanto el amor al conocimiento sino, por el contrario, una cultura que ha encontrado a su sujeto. Una cultura a la que lo peor que puede acontecerle es aferrarse a la razón iluminista antes que a las tradiciones, las emociones o los sentimientos del pueblo. Detenerse en analizar el “ser” antes que el “estar siendo”.

Por Eduardo Luis Aguirre

Desde hace aproximadamente tres siglos, cuando occidente produjo la invención de indudable rentabilidad de la categoría de niñez, se produjo un cambio discursivo fenomenal en materia de DDHH de niñas y niños (1).

Hasta ese momento, la infancia y el derecho que de ella se ocupa carecía absolutamente de una presencia significativa en el maltratado mundo de los derechos humanos de la colonialidad.