Por Eduardo Luis Aguirre
Nayib Bukele quizás sea presidente de El Salvador hasta el año 2029. Ganó holgadamente las últimas elecciones presidenciales después de ser alcalde de San Salvador y presentarse como un “milennial” decidido, descontracturado, que con consignas prietas y simplificadas convenció a un electorado en el que conserva todavía un llamativo consenso.
Por Eduardo Luis Aguirre
El 17 de junio de este año se cumplieron 50 años de que se destapara uno de los hechos más conmocionantes de la historia política estadounidense: el escándalo Watergate. Este caso puso al descubierto cómo el entorno del expresidente Richard Nixon espió la campaña del Partido Demócrata de cara a las presidenciales de 1972 y cómo el ex mandatario intentó por todos los medios que esto no se descubriera.
Por Eduardo Luis Aguirre
En una de aquellas inaugurales discusiones de café político que frecuentaba a principios de los años setenta, alguien tiró sobre la mesa la compulsión de la burocracia soviética por experimentar y medir el coeficiente de inteligencia de Lenin, una vez fallecido. El estándar ordenado debía coincidir con el saber supremo de un líder infalible. Recuerdo que la conjetura, como ocurría en aquellos años de debates lejanos, interiores y tardíos, muchas veces incomprobables, se habría cumplido a rajatabla.
Por Eduardo Luis Aguirre
Hace algunos años (muchos en realidad) escribía acerca de lo que por entonces era una mera intuición sin base de verificación empírica alguna. Sostenía en aquel entonces que la “modernidad tardía”, la del incipiente tercer milenio, aceleraba la sensación de que los paradigmas que durante siglos habían disciplinado al conjunto de las sociedades de occidente habían ingresado en una crisis quizás irreversible de legitimidad.
Por Eduardo Luis Aguirre
La construcción del héroe, de una suerte de magno custodio de lo que significan las sociedades y sus transformaciones en tanto tracto cultural y memorístico respecto de un pasado colectivo es lo que nos termina situando en el umbral de la colonización más extrema respecto de la realidad que habitamos.
Por Eduardo Luis Aguirre
La pandemia activó una fibra sensible entre pensadores provenientes de distintos campos epistémicos. Las reacciones tendieron a conjeturar inmediatamente y echando mano a diferentes fundamentos las posibles consecuencias de la peste en términos sociológicos, políticos y psicológicos.
Desde los que arriesgaron rápidamente una supuesta cercanía con el comunismo hasta los que afirmaron que el covid-19 respondía a unacreación intencional, deliberada, de poderes difusos.
Hace pocos días ensayábamos una reflexión sobre lo que podría sobrevenir en nuestro país una vez que se superara la preocupante incidencia del coronavirus. En ese artículo (“El día después”) nos planteábamos la necesidad de fortalecer lo Común, lo solidario, lo colectivo frente a lo grave. Imaginábamos, en algunos de sus párrafos, un ensanchamiento y a la vez una recuperación del concepto ancestral de comunidad, de la democratización de un sentí/pensar amoroso fortalecido en la adversidad, y nos representábamos a esta última como un combustible capaz de hermanarnos, quizás definitivamente, en nuestra condición humana y nuestra convivencia futura. Una esperanzada pulsión de vida atravesaba algunos de esos tramos.