Por Eduardo Luis Aguirre

 La construcción del héroe, de una suerte de magno custodio de lo que significan las sociedades y sus transformaciones en tanto tracto cultural y memorístico respecto de un pasado colectivo es lo que nos termina situando en el umbral de la colonización más extrema respecto de la realidad que habitamos.

Si existe una tracción nominal, convertida en pura ficción respecto de lo que la humanidad ha hecho, bien y mal, nos aferramos a un precepto moral uniforme que es francamente incompatible con una sociedad plural y democrática, donde todos somos artesanos y constructores de lo que nos pasa. Algunos protagonizan sus anónimas luchas cotidianas desde algún lugar que ni siquiera eligen y hay otros que, desde el refugio infranqueable de un bronce artificial no sólo asumen el deber de establecer lo que está permitido y lo que está prohibido, sino que además creen verosímilmente que en su quijotesco recorrido hay un eterno retorno a la verdad.

La verdad se transforma entonces en un eterno retorno y la ética en un decálogo o en una enunciación manualística de los vencedores.

La incidencia de los sujetos en la construcción de la cultura es siempre colectiva, sencillamente porque el ser humanos siempre fue comunidad. Nunca fue individuo. El individuo, el ciudadano, el par, el semejante, el igual son diferentes formas de traslucir las relaciones de poder de lo común. En rigor de verdad, si es que de ella hablamos, la gravitación de los sujetos tiene que ver con la vocación y la facticidad de transformar esa realidad. De convertirla en algo menos injusto de lo que antes existía.

La construcción del héroe surge de la misma operación intelectual mediante que la que la Cristiandad separó el cuerpo del alma y el idealismo alemán lo corpóreo de la razón. Pero si asumimos que el ser humanos siempre fue comunidad, es un ser presto para marchar en la transformación de lo Común, será a lo sumo una síntesis cuya gravitación real deberá mensurarse por los cambios efectivos que ese sujeto, en ese contexto pudo aportar para la transformación de la materialidad de los sectores más desguarnecidos de esa comunidad.

El héroe, por el contrario, es una entelequia liberal que profana la matriz colectiva de los cambios históricos y sociales. Es parte del soliloquio escolar mediante el que se nos enseñaba la historia patria y reivindica para sí el dudoso mérito configurar el pasado de una nación que aún no existía (1). Esa historia de una región donde la providencialidad del héroe es especialmente regresiva. Es la lógica que impregna la historia mitrista. El liberalismo necesitó de héroes, de individuos singulares, mitad humanos y mitad dioses, para suprimir las gestas colectivas de la historia. Para proveer a esta última de un clandestino sentido conservador, clasista, capaz de crear sentido y articular mediante una historiografía unánime. Para exaltar lo individual y renegar de lo colectivo. Derechas e izquierdas progresistas han abrevado en esa forma de concebir la historia, nuestra historia, aún en sus pasajes más dramáticos.

Mitre hizo que La Nación pensara la patria como sus textos y viceversa. “Formar una memoria histórica con pasajes épicos y mitos fundacionales se convirtió en una de las estrategias más importantes para demostrar la existencia de la nación, por ello, no es exagerada la postura de Tomás Pérez Vejo cuando afirma que la "historia nacional es para la nación una necesidad ontológica". Aunado a esto, el componente emotivo que conllevaba ese relato histórico, también fue pieza fundamental para potenciar un sentimiento de pertenencia en común entre la población. Pero no debe pensarse que las naciones y las identidades se reducen a términos culturales. Detrás de estos objetivos se encuentran intereses estrictamente políticos. Como se mencionó, la nación es la base de la soberanía del Estado moderno. Por otra parte, cuando los Estados moldean su propia historia, lo hacen desde una perspectiva teleológica, de tal forma que la convierten en una compilación cronológica de hechos heroicos, cuyo único final posible es la fundación del régimen político en turno” (2).

Norberto Galasso lo refrenda cuando da cuenta de la historia oficial, conservadora y liberal mitrista, que eleva a una categoría de semidioses a personajes como Rivadavia, Sarmiento y el propio Mitre y desinterpreta intencionadamente a otros como Belgrano, San Martín o Alberdi, que se alojarán a partir desde ese momento en los bustos y reaparecerán en una versión escolar contrahecha en las “fechas patrias”. Detrás de la epopeya imprescindible de la “constitución nacional” todos los héroes se alinean en armonía. Los cambios y las transformaciones sociales descansan en la providencialidad del consenso y la armonía (3). El conflicto es solapado o directamente ignorado. El conflicto es concebido como un escollo y no como un patrimonio común. Eso facilita una suerte de punto de partida para erradicar de la historia a la chusma, se trate de gauchos, indios, pobres o víctimas de genocidios como los perpetrados en Paraguay y la denominada “Campaña del Desierto”.

La historia liberal se aferra a estos custodios de un sentido común dominante, de una mixtificación de la historia, donde las masas y las lanzas, los protagonistas olvidados, los que no cuentan con el favor de una reproducción complaciente de sus andanzas a veces superfluas, otras veces intrascendentes o poco gravitantes (cuando no elitistas y antipopulares), tardan años, décadas, siglos para ser reivindicados. Y como ha sucedido con tantos, en ese entonces ya habrá sido tarde.

(1)   Bartolomé Mitre y el culto de los héroes, disponible en https://www.lanacion.com.ar/cultura/bartolome-mitre-y-el-culto-de-los-heroes-nid04112021/

(2)   González Salinas, Omar Fabián: “Historia, héroes y conmemoraciones como armas de lucha política. El culto a Miguel Hidalgo en tiempos de la intervención francesa en México”. Disponible en http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0122-20662016000200005

(3)   Galasso, Norberto: “De la historia oficial al revisionismo rosista. Corrientes historiográficas en la Argentina”, p. 4, disponible en file:///C:/Users/aguir/OneDrive/Documentos/mitre.pdf