Por Liliana Ottaviano

"No olviden jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para poner en cuestión los derechos de las mujeres. Estos derechos nunca son adquiridos deberéis permanecer alerta durante toda vuestra vida".

Simone de Beauvoir

Hace varios meses que venimos compartiendo con ustedes nuestras reflexiones acerca del dispositivo neoliberal y su relación con la democracia, así como los efectos sobre el sujeto y la producción de subjetividades.  (https://derechoareplica.org/secciones/actualidad/1852-neoliberalismo-democracia-y-sujeto-tensiones-en-juego)

También nos hemos ocupado del odio como una expresión del malestar en la política, el que se observa en el resurgimiento de nacionalismos, fanatismos religiosos, racismo y diversas formas de xenofobia. Un odio que toma como objeto todo aquello que se presenta como no-semejante produciendo un efecto de “amenaza” a la idea de universalidad que la globalización pretende como modelo de uniformidad identitaria funcionando como obturación de la singularidad, especialmente del goce. (https://derechoareplica.org/secciones/politica/1827-el-odio-una-de-las-formas-del-malestar-en-la-politica-2)

En este mes de marzo y a modo de puente entre el 8M y el 24 de marzo en los que se conmemoran, respectivamente, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y el 49° aniversario del último golpe de estado en nuestro país, queremos reflexionar acerca de las derivas políticas de esta intemperie neoliberal y poner a trabajar la pregunta ¿Es posible un proyecto emancipatorio social, cultural, personal, político y económico que tenga a las mujeres como protagonistas?

Es fundamental interrogarnos sobre las mujeres como sujeto político que desempeña un papel central en la articulación de demandas, partiendo de la deconstrucción del sistema patriarcal, racista, homofóbico y colonial. Características evidentes en las derechas no solo de nuestro país sino del resto del mundo.

Con motivo de la conmemoración del 8M, es importante reflexionar sobre cómo este día fue reinterpretado y despojado de su significado original a través de discursos que paulatinamente sedimentaron el sentido inicial de esta fecha hasta transformarlo en un producto más del mercado. A tal fin nos resultan útiles dos categorías que Ernesto Laclau toma de Husserl y las hace jugar políticamente: sedimentación y reactivación. “La sedimentación se refiere a las prácticas rutinizadas o naturalizadas que han roto su vínculo con el momento inicial de su institución, la reactivación apunta al momento en que dichas prácticas son puestas en entredicho y el vínculo original y olvidado del cual proceden vuelve a hacerse visible. Esto nos ayuda a entender, por tanto, en qué medida esta desconexión con el momento instituyente de las sedimentaciones es lo que crea el hábito de asumirlas como algo objetivo, como realidades cotidianas cuya permanencia estarían garantizadas de un modo casi incuestionable. Pero, al mismo tiempo, también nos ayuda a comprender por qué producen tanta resistencia los momentos de reactivación, dado que nos confrontan con el momento instituyente de todo aquello que habíamos asumido como estable y permanente, con todo aquello que garantizaba nuestra permanencia en el mundo.” (Biglieri y Cadahia)[1]

En nuestro país primero y luego en el resto de los muchos países hacia los que se extendió esta marea verde, el “Ni una Menos” operó como un significante que reactivó aquel momento instituyente del 8 de marzo de 1908.  Ese día mujeres trabajadoras de la fábrica Cotton de Nueva York llevaban adelante una huelga con permanencia en su lugar de trabajo. Reclamaban por una jornada laboral de 8 horas, mejores condiciones laborales y exigían salario igualitario entre hombres y mujeres. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio y las trabajadoras murieron en un incendio provocado por los propietarios y la policía. Eran 129 mujeres. Como consecuencia de ese trágico suceso se llevaron a cabo movilizaciones de mujeres en diferentes puntos del país, con el fin de pedir justicia por las víctimas. El 3 de junio de 2015 y bajo la consigna de “Ni una Menos” se produce una movilización masiva de mujeres y disidencias en más de 70 ciudades de Argentina destinada a visibilizar la violencia por motivos de género. Una movilización cuya trascendencia hizo que el “Ni una Menos” se transformara en un significante internacional. Incluso tuvo sus efectos sobre el 8M al interpelar la celebración despolitizada del Día de la Mujer que el capitalismo proponía.

En este marzo de mujeres, disidencias y memoria me interrogo acerca del hilo une a estas mujeres de la actual colectiva feminista con el sujeto político que en nuestro país es el movimiento de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Herencias y legados van trazando una trama que permite ubicar un lazo que a modo de metáfora va coloreando de violeta y verde  la blancura de los pañuelos(pañales) de las Madres y Abuelas. Este vínculo no es natural, es el resultado contingente de un proceso político que se desencadena al iniciarse la democracia en 1983 y se consolida a partir de la campaña por el aborto legal seguro y gratuito.

Estas Madres y Abuelas que fueron paridas políticamente por sus propios hijos e hijas, tal como ellas mismas lo han referido, sacaron la maternidad del ámbito de lo doméstico para llevarla al espacio público de la política. Transformaron la maternidad en un hecho político. Dando cuenta en acto de aquella frase del feminismo de la década del 70, “lo personal es político”. Desacralizaron la maternidad como propia del ámbito doméstico -ámbito de la opresión- para lanzarla a la arena política. Transformando la inicial búsqueda individual y personal de su propio hijo o hija en una lucha colectiva que las hace advenir como sujeto político inédito.

En el año 1978, en nuestro país, había un spot publicitario del gobierno que decía, “¿sabe usted dónde está su hijo ahora?”. Con esta pregunta lanzada al aire intentaban responsabilizar a las madres y padres del hacer de sus hijos/hijas. Las Madres, podríamos decir que subvierten la deriva de esta pregunta y la reformulan: cómo no sabemos dónde están nuestros hijos e hijas salimos a buscarlos. Y así dan inicio el 30 de abril de 1977 a la primera de las miles y miles de rondas que han realizado en la Plaza de Mayo.

Las psicoanalistas Lidia Ferrari y Helga Fernández, se preguntan -en un ciclo de encuentros desarrollados el año pasado- ¿Qué le hacemos las mujeres al pensamiento…? Podemos hacer trabajar ese interrogante y preguntarnos ¿Qué le hacemos las mujeres a la política…? Así como ellas se interrogaban acerca de la existencia de particularidades de género en la actividad de nuestro pensamiento podemos intentar dar cuenta de que la colectiva feminista se nos ofrece como una oportunidad para hacer otra política. “Feminismo pensado más allá de la igualdad, más allá de lo que atañe al derecho. Feminismo que ha hecho pie en lo discursivo, pero también en las calles. Feminismo que es reclamo, pero también es propuesta. Feminismo que no se pretende un universal, sino que está dispuesto a alojar toda la diversidad y las disidencias en materia de sexos, de género y de decisiones.  Feminismo que se rige por la lógica “no- todo es goce fálico” de la que nos habla Lacan” (Ottaviano)[2]

Los feminismos funcionan como síntoma de la política al mostrarnos la verdad que se esconde en los pliegues del discurso neoliberal. Es mucho más que un movimiento que promueve la defensa de los derechos de las mujeres, es una propuesta de transformación social. En la presentación del libro Feminismos y Psicoanálisis[3], Fabiana Rousseaux nos trae la cita de Paula Biglieri y Luciana Cadahia para afirmar que el feminismo “logró articular una serie de demandas que no necesariamente son consideradas feministas (como estar en contra de los recortes, despidos, las políticas de austeridad, etc.), pero que sí tienen una larga historia en las luchas populares y se formulan en términos de `justicia social´”.

La emancipación parece ser un horizonte distante, al menos por estos tiempos, lo que nos recuerda su carácter contingente. Encontrar el rumbo emancipatorio dependerá de, en gran parte, que haya quienes, desde el campo popular, estemos decididas y decididos a dar la disputa antagonista.  Pero ello requiere un saber hacer con los agonismos propios de cualquier sujeto político en su devenir. El ‘agonismo’ supone un conflicto entre semejantes pero adversarios a la vez, quienes comparten determinados valores, objetivos, luchas; pero difieren en cómo los interpretan, los organizan y los representan en el terreno de las disputas, Mouffe llama a esto “conflicto consensual”. Este es el campo de la política por definición. Campo de fuerzas, de tensiones y de disputas. Forma de construir la política entre “iguales” diferentes y singulares.

 

[1] El futuro en reversa Disponible en: https://elaboraciones.sociales.unc.edu.ar/el-futuro-en-reversa/

[2] Mujeres: Sujetas políticas en la izquierda lacaniana. Disponible en Feminismos y psicoanálisis / Jorge Alemán ... [et al.] ; compilación de Fabiana Rousseaux. - 1a ed - Avellaneda : Undav Ediciones ; Madrid : Revista de la Izquierda Lacaniana lacanemancipa, 2024.

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[3] Feminismos y psicoanálisis / Jorge Alemán ... [et al.] ; compilación de Fabiana Rousseaux. - 1a ed - Avellaneda : Undav Ediciones ; Madrid : Revista de la Izquierda Lacaniana lacanemancipa, 2024.

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