El señorío del lupus
Por Eduardo Luis Aguirre
Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político  y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Por Eduardo Luis Aguirre

Hace ya varios días, en el programa La Base, que conduce Pablo Iglesias, el periodista Manu Levin analizaba y sacaba a la luz la relación de los grandes medios de comunicación con policías que cumplían a la vez con un doble rol de escribas e informantes. El primer caso que mencionaba era emblemático.

Por Eduardo Luis Aguirre

La clase obrera, los trabajadores y trabajadoras que sólo disponen de su fuerza de trabajo para entregar a cambio de un salario que nunca se corresponde con el verdadero aporte que hacen mujeres y hombres al enriquecimiento del burgués (plusvalía), constituyen una definición inaugural, una suerte de portal de la economía y la teoría política marxista.

 

Por Alicia Stolkiner (*)

 

En la pizzería del barrio escuché anoche, sin atender demasiado, una frase dicha con placer "esos van a ser el cajero automático de los presos" no terminé de entender ni quise hacerlo.

Por Eduardo Luis Aguirre

El voto de la contemporaneidad desborda los límites de las instituciones y organizaciones. Es capaz de ponerle fin a los gobiernos y desafiar las autoridades establecidas.

Por Eduardo Luis Aguirre



Hace unos pocos días, "La Política On Line" advertía sobre una noticia que llevaba un titular al menos inquietante, que decía: “Exclusivo: Desde que la Aduana escanea los containers, el tráfico de drogas a Europa se mudó al puerto de Montevideo”.

Por Eduardo Luis Aguirre

Hace unos meses ensayamos la tesis de que, por primera vez en la historia argentina, el progresismo, ese conglomerado de inusitada levedad que acompaña correctamente el “carnaval de los días felices” (como de alguna manera lo expresa Zizek) y coincide en cíclica y celosas rupturas ante sus frustraciones, había alcanzado en nuestro país una ontología propia.

Por Eduardo Luis Aguirre



Paul Preciado produce una sensación paralizante. Por momentos, asfixia. Se obstina en construir una realidad paralela, y en ese trance colecciona una multitud incomparable de enemigos.