Por Eduardo Luis Aguirre
Jason Stanley es un profesor de filosofía de la Universidad de Yale, que ha dedicado buena parte de su vida a analizar el fenómeno del neofascismo creciente que se expande por el mundo y amenaza con implotar desde adentro a su propio país. No son días fáciles para este pensador, autor del libro "Cómo funciona el fascismo: la política de nosotros y ellos". Sucede que hace pocos días acaba de anunciar su decisión de abandonar Estados Unidos junto a su familia, convencido que la potencia a la que el gobierno argentino tributa casi en soledad "es actualmente una dictadura". Stanley se va a vivir a Canadá mientes más de siete millones de estadounidenses sale a marchar por las calles de distintas ciudades amenazadas por las políticas de recortes de derecho y discriminaciones sistemáticas del presidente Trump, que no ha trepidado en ordenar que la Guardia Nacional irrumpa en distintos estados de la Unión a reprimir la protesta social, que en general se traduce en la consigna de "No a un rey". Uno de los países que fundaron las democracias capitalistas ha demostrado a lo largo de su propia historia que su convivencia con el pluralismo y las sociedades diversas es una asignatura pendiente que, en gobiernos como el trumpista, se transforma en una persecución lisa y llana del "enemigo interno" (temible definición oficial para la ocasión y para los argentinos de buena memoria) en lo que emula ensayos cinematográficos que dan cuenta del estallido de una nueva guerra civil norteamericana. Trump arremete contra determinadas minorías que están conformadas por millones de personas, que no hacen más que reclamar por la restauración y el respeto de los derechos que les asisten. Stanley, cuyos padres llegaron a Estados Unidos como refugiados tras sobrevivir al Holocausto, afirma sin titubeos que: “En su propia historia, Estados Unidos puede encontrar un legado tanto de lo mejor de la democracia liberal como de las raíces del pensamiento fascista. (De hecho, Hitler se inspiró en la Confederación de Estados Unidos y en las leyes de Jim Crow)”, señala Jason Stanley. También advierte sobre los peligros de normalizar la política fascista, diciendo: “Lo que la normalización hace es transformar lo moralmente extraordinario en algo normal. Nos hace capaces de tolerar lo que antes era intolerable al hacer que parezca que así es como siempre han sido las cosas”. El autor destaca diez pilares del fascismo: "Los 10 pilares del fascismo son: Número uno: un pasado mítico, un gran pasado mítico que el líder rememora. Número dos: propaganda. Hay un cierto tipo de propaganda fascista en donde todo se invierte. Las noticias se convierten en noticias falsas, la anticorrupción es corrupción. Número tres: antiintelectualismo. Como dijo Steve Bannon: “La emoción y la rabia son las que impulsan a la gente a votar. fueron elegidos con frases como '¡Enciérrala!' y '¡Construyan el muro!'” Hitler, en su libro “Mi Lucha”, decía que la propaganda debe ser atractiva para las personas menos educadas. Número cuatro: irrealidad. Tienes que acabar con la verdad. La razón es reemplazada por teorías conspirativas. Empecé a escribir y salí de mi círculo académico en el año 2011, cuando escribí un artículo sobre “birtherism” (teoría conspirativa que afirmaba que el expresidente Obama no había nacido en EE.UU.), porque preví un auge de las teorías conspirativas, y ese es un signo profundamente preocupante. Irrealidad. Cuando acabas con la verdad, lo único que queda es la lealtad. Jerarquía. En la política fascista el grupo dominante es mejor que todos los demás. Ellos eran como esas grandes personas del pasado, que merecen respeto solo por ser quienes son. Victimización. En el fascismo, el grupo dominante es la gran víctima. Los hombres son las grandes víctimas del feminismo usurpador. Los blancos son las grandes víctimas de los negros. Los alemanes son las grandes víctimas de los judíos. Ley y orden. ¿De quién son víctimas? Son víctimas de los otros grupos, que son criminales. ¿Qué tipo de criminales? Violadores. Ansiedad sexual. El pilar nueve es Sodoma y Gomorra. Los verdaderos valores vienen del corazón del país. La gente de la ciudad es decadente. Y el pilar diez es “Arbeit macht frei” —”El trabajo te hará libre”—. Los otros grupos son vagos. No solo son criminales; son también vagos. En el darwinismo social todo se basa en ganar" (*).
Si esas son las prácticas que le impiden permanecer en su país, no deberíamos dejar de añadir desde este Sur de la existencia de las decenas de bases militares diseminadas por todo el mundo que posee Estados Unidos, la fascistización de las relaciones internacionales que también promueve, desde el intervencionismo más descarado hasta la guerra o el hacer justicia por mano propia siempre por fuera del derecho internacional. También el hecho de que hasta sus principales referentes militares renieguen de esta barbarie y sean los propios gobernadores las que las condenen públicamente en mitines que se reproducen sin solución de continuidad. Todo esto da cuenta de que existe un riesgo cierto en el acercamiento incondicional de los países al gobierno estadounidense sin antes mensurar las consecuencias de esas políticas. Argentina es un ejemplo de esas oscuras incertidumbres. Como en el mito de Ícaro, las derivas de esta proximidad mendicante pueden concluir en consecuencias desconocidas y sobre todo gravísimas. Nuestro gobierno ha tomado una decisión crucial en momentos en que Estados Unidos aparece como una potencia con síntomas de declinación que se soslayan solamente con un presupuesto militar mayor que el de todos los países del mundo juntos y se exacerban con un nacionalismo excluyente, belicoso, unilateral e ilimitado. Para Stanley, eso equivale a la pérdida de un estado de derecho en el que las variables internacionales coinciden con la degradación interna. Rescatemos estos dos últimos párrafos del autor: “Los ciudadanos blancos de Estados Unidos, por ejemplo, creen que se ha avanzado bastante en materia de igualdad racial. Lo cierto es que por cada 100 dólares que gana una familia blanca, la familia negra solo recibe 5. Los ciudadanos blancos estadounidenses suelen creer que la igualdad racial solo se logrará con medidas discriminatorias para los blancos”.
“Gracias a la historia de mi familia —mi madre trabajó en un tribunal penal de Manhattan durante 33 años— supe que Estados Unidos ha replicado comportamientos de la Alemania nazi y de Europa del Este con respecto a su población negra. Fui criado con un entendimiento sobre lo que significa el encarcelamiento masivo con sesgo racial. Lo viví. Todavía lo estamos viviendo. El 9% de la población carcelaria del mundo es afroestadounidense. El 9% de la población carcelaria del mundo proviene de ese diminuto grupo de 38 millones de personas. Si la nación afroestadounidense fuera un país independiente, sería el país con la tercera mayor población encarcelada en el mundo. Y eso es una emergencia” (**). Sabemos, justamente, que para conocer la robustez de una democracia es necesario conocer cómo trata a los infractores. La cultura concentracionaria y selectiva siempre es una manifestación fascista.
(*) https://www.democracynow.org/es/2018/10/11/how_fascism_works_jason_stanley_on
(**) Stanley, Jason. (2019). Facha. Cómo funciona el fascismo. Diez conceptos claves para entender el auge y los peligros de los nuevos tiranos del mundo. (Laura Ibáñez, Trad.). Blackie Books. 213 páginas.