Por Eduardo Luis Aguirre
El tridente, en la mitología antigua, simbolizaba el poder y el dominio del universo. Es interesante tener en cuenta estos significantes en los tiempos que nos interpelan. Mediante un decreto manifiestamente inconstitucional por no haber sido autorizado por el Congreso de la Nación, el ´presidente argentino acaba de autorizar el ingreso de fuerzas armadas extranjeras (más precisamente, estadounidenses) para realizar ejercicios conjuntos con la armada argentina, pudiendo utilizar a esos fines los puertos de Mar del Plata, General Belgrano y Ushuaia. Es de esperar que el parlamento nacional esté a la altura de semejante desafío y desautorice esa incursión riesgosamente ilegal, un operativo que, paradójicamente ha sido denominado Tridente.
Casuales casualidades, como ya lo hemos destacado en este mismo portal, el Océano Atlántico ha recobrado, en la estrategia global de la Casa Blanca, una importancia trascendental. El poder y el dominio del mundo  tal vez se salde en los mares. No lo sabemos, como tampoco sabemos cómo se conformarían los nuevos bloques en caso de que finalmente se articularan ni cómo funcionarían los nuevos monstruos imperiales si estuviéramos en las vísperas de nuevas y hostiles hegemonías. Un anchuroso espacio de no saber, de infinita incertidumbre caracteriza actualmente al planeta. En ese escenario inescrutable el gobierno argentino, mezcla de brutalidad profunda y olímpica ignorancia, allana sus fronteras en una pulsión suicida. Y lo hace en favor de la principal potencia militar, que a su vez es la principal e indisoluble aliada histórica del Reino Unido, que ocupa  desde 1982, de manera también ilegal, el 25 por ciento de nuestra superficie. Traer a colación el proceso de usurpación no es un dato caprichoso. Ya lo hemos señalado. Trump va por Groenlandia, disputa con China el archipiélago canario, el Reino Unido conserva a la estratégica isla Ascensión  como un territorio de ultramar y las islas del Atlántico sur sufren, como la Antártida, la amenaza de la voracidad colonial. Un rombo perfecto. Autorizar bases norteamericanas en nuestro país y especialmente en Ushuaia configuran una irresponsabilidad fatal. La ciudad más austral del mundo es un puntal de la soberanía argentina, posee una ubicación geoestratégica preponderante y una base americana en la misma rompería los equilibrios reconocidos en la región austral. Dos detalles, para confirmar la gravedad de la decisión. Trump y Netanyahu estarían conviniendo un plan de paz que alivie el genocidio que se perpetra contra el pueblo palestino. En la reciente conferencia de la Asamblea General de la ONU sólo dos países no condenaron l masacre de Israel en Gaza: Argentina y los Estados Unidos. El plan de paz, de concretarse, convertiría al ex Primer Ministro Británico, el laborista Tony Blair, en el nuevo Virrey occidental del medio oriente. Las dos potencias atlantista estarían dispuestas a asumir un protagonismo político en una  de las regiones más calientes del mundo. Blair, el mentor de la recordada tercera vía, el laborismo neoliberal que desarrollara su sociólogo de cabecera, Anthony Giddens, es un prohombre del globalismo. Esa misma cercanía histórica es la que sostiene una base armada hasta los dientes en Malvinas.
La segunda cuestión no es menor. De algunos ejercicios militares previstos por EEUU participarían las fuerzas armadas chilenas. Todos recordamos el protagonismo de la dictadura pinochetista y las clases dominantes chilenas en el conflicto de Malvinas. Pues bien, este es un punto de quiebre sensible de la política trasandina .La candidata de  la izquierda Jeannette Jara se impuso en la primera vuelta de las elecciones generales, pero los analistas adelantan que en el balotaje del próximo 16 de noviembre quien tiene más posibilidades de alzarse con el triunfo es el ultraderechista José Antonio Kast. Descendiente de un militar alemán refugiado en nuestra región después de la IIGM. Kast, se caracteriza por un pensamiento retrógrado y fundamentalmente "anti argentino#. Cree que su país fue perjudicado territorialmente por la Argentina y que deberían rediscutirse en el futuro zonas patagónicas históricamente pertenecientes a nuestro país.  Por supuesto, Kast es también un férreo militante contra los procesos emancipatorios latinoamericanos y un sujeto menos singular pero tan retardatario como Milei.  Como observamos, la situación es, como mínimo, muy grave. No pensarla en su complejidad puede ser muy peligroso para los pueblos del Sur. Todos estamos observando con indisimulado interés al Congreso nacional. En sus manos está la posible resolución de este eventual desastre  soberano.