Por Eduardo Luis Aguirre
“Hasta el momento ha prevalecido en casi todos los países la concepción restrictiva de desplegar la actividad económica con el solo fin de lograr el máximo bienestar para sus habitantes. De ahora en adelante el panorama se amplía, tendiendo a aunar esfuerzos en el nivel regional e internacional a fin de elevar, en mutua colaboración, las condiciones de vida de la sociedad universal del porvenir. El mundo del futuro se está orientando hacia nuevas formas en virtud de las cuales ya no tendrá sentido analizar los problemas como exclusivamente nacionales” (Perón, 2006b:79).
Conociendo la dura e histórica realidad de La Pampa en materia de recursos hídricos, que también en este caso es la única verdad, voy a recuperar alguna de las reflexiones de Enrique Stieben. Este intelectual de avanzada, como se lo ha definido, decía en su obra “La Pampa. Su historia. Su geografía. Su realidad y su porvenir”, precisamente, que nuestra provincia está obligada a ser heroicamente previsora de su humedad, protegiendo la que el cielo le regala, porque no puede esperar en términos de mejora biológica, más aportes desde el Pacífico por la barrera infranqueable de los Andes ni tampoco del Atlántico si no se aproxima a él o éste a ella, merced a un movimiento epirogénico. Mucho se ha hecho sobre estos temas, empezando por la construcción de un acueducto sin parangón y una disputa política sostenida y coherente por la conculcación que sufrimos los pampeanos respecto de nuestros recursos hídricos, en particular el Salado-Chadileuvú-Curacó. Volveremos sobre esta cuestión, no sin antes aclarar que, en términos de Walter Benjamin, Stieben era nada menos que un “avisador de incendios”. Aunque no era el único ni el último que habitó la generosidad geoestratégica de este “Mitelland”, esta “tierra del centro” en la traducción de la geopolítica clásica.
La gigantesca aridez del desierto determina fatalmente, como dijimos, la demografía, la flora, la fauna, la integridad territorial y las subjetividades de sus habitantes. Un despojo de esa magnitud no podría ser inocuo en términos ambientales, sociológicos, económicos y geopolíticos. La provocación de semejante tajo en medio de la geografía nacional es un aporte a su desintegración e indefensión, pero además es una agresión a su sistema hidrográfico natural y a su espacio vital, que también hacen a la constitución de una provincia. Descreemos de la concepción de los “polos de desarrollo” y mucho más de los cambios que propician las industrias extractivas sin una regulación estatal que oriente cada una de las problemáticas que las mismas producen. Sobre eso intento reflexionar en mi libro “Filosofía y Desierto” (2022).
De todas maneras, debemos convenir que La Pampa ha sido históricamente una provincia rebelde y digna. Sus ciudadanos y sus gobiernos han mantenido una línea coherente en la mayoría de estas problemáticas, en especial la que concierne a sus recursos hídricos y la postergación de su desarrollo y su capital social. No hay una sola localidad donde no esté presente la mano del estado para facilitar esas comunidades de lejanía.
Pero a lo largo de la historia, y desde antes de su creación, los particulares, las organizaciones sociales y el estado han estado presentes mediante acciones, militancia y políticas dirigidas a revertir esa realidad. Es bueno recordar algunas de ellas, sobre todo en estos tiempos que profundizan a pura crueldad la desintegración nacional y el hiper centralismo.
Recordemos la vieja idea de principios del siglo pasado. “La Nueva Provincia”, que significaba nada menos que una salida al mar para La Pampa y un hinterland o zona de influencia portuaria de mayor volumen para Bahía Blanca. Ese capítulo, que sería fundamental para nuestra provincia, no debería estar cerrado, mucho menos a partir de las cercanías ideológicas de ambos gobiernos provinciales. Eso estaba vinculado a la idea de un ferrocarril que uniría Bahía Blanca -con el noroeste, una iniciativa que abarcaba que abarcaba la salida de productos de Mendoza, sur de Córdoba, San Luis y obviamente, La Pampa. Tampoco una salida al mar desde la zona de Lihuel Calel hasta Bahía Blanca, alrededor de 1920. En algunas de esas iniciativas intervinieron técnicos de la Dirección Provincial de Tierras. Intentaremos encontrar en el Archivo Provincial datos más precisos sobre esas formas revulsivas y autónomas de pensar la provincia. Lo propio acontece con algunas pulsiones separatistas que existieron en La Pampa frente a la sordera de la porteñidad. Nada que nos sorprenda. Las perplejidades de la historia vienen en nuestra ayuda. Así como Calfucurá planteaba la necesidad de instituir una Confederación en estas tierras, Juan Manuel de Rosas planteaba un mismo diseño regional. Ambos preveían, como grandes líderes que eran, la deriva que en materia de apropiación del gran puerto y desapropiación de recursos propiciaría el centralismo unitario de Buenos Aires.
Si alguien cree que estas ideas quedaron arrumbadas en la nubosidad de los tiempos, se equivocan. Cuando digo que La Pampa ha sido una provincia digna y rebelde no estamos echando mano a un consignismo estéril. En 1997, en el discurso de inauguración de las Sesiones Ordinarias de la Honorable Cámara de Diputados de La Pampa. El entonces Gobernador Rubén Marín dedicaba un capítulo de su exposición a la geopolítica pampeana. Honrando el pasado, este nuevo avisador de incendios planteaba un futuro de integración territorial concreto, en tiempos muy especiales que se sucedían en el mundo (dos años después de dicha intervención, en tiempos inéditos de globalización y discurso único, la OTAN se asumía como una alianza militar ofensiva, un gigantesco aparato de control punitivo sin precedentes en la historia mundial y destruía en 87 días a Yugoslavia, que era por entonces la cuarta potencia europea). El pronunciamiento gubernamental -un discurso de alrededor de 200 páginas- reivindicaba la inclusión de La Pampa en la Patagonia; la accesibilidad directa a sacar a mercados extranjeros los productos de las pequeñas economías regionales; el corredor bioceánico regional que debería partir de Bahía Blanca y que ya he referido; la consolidación de la subregión Pehuenche; El corredor de Exportación Centro; el Corredor de Exportación Sur. La mirada antedata del estadista le ponía palabras a las reivindicaciones pampeanas que intentarían, junto con acueductos y otras obras de infraestructura realizadas, transformar y autonomizar definitivamente a La Pampa en un país verdaderamente federal.

Geopolítica de La Pampa (II)
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