Por Eduardo Luis Aguirre
Hace muy pocos días, el 31 de mayo pasado, fallecía el intelectual y académico peruano Aníbal Quijano.
Se trata de uno de los pensadores más importantes de América Latina, un militante por la causa de la liberación de los pueblos de la región, que pagó con la cárcel y la censura la creatividad de sus postulados teóricos y sus inclaudicables convicciones revolucionarias.
Durante las décadas de los años sesenta y setenta contribuyó decisivamente a la construcción de la denominada “teoría de dependencia”.
En los años ochenta, este sociólogo nacido en 1928 en Yanama, departamento de Ancash, profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, puso su atención en otras problemáticas, que incluían las ideas de modernidad, de identidad, de democracia y de estado.
Pero fue a principios de los años noventa –según dan cuenta las crónicas de sus biógrafos- en los momentos de mayor profundización del proyecto neoliberal en Perú y América Latina, que Quijano nos dio una teoría, concepto y perspectiva para releer el mundo, pasado y presente, desde América Latina y desde la ardua relación entre “raza” y clases: “la colonialidad del poder”.
Quijano era también miembro del “grupo de modernidad/colonialidad/descolonialidad” (al que ya nos hemos referido al analizar las tesis de Ramón Grosfoguel, otro de sus referentes) y desde allí desarrolló un pensamiento emancipatorio actual y palpitante, que caracterizaba a la lucha por la descolonialidad y la descolonización como las tareas más importantes de esta etapa histórica, tanto en las sociedades americanas como en las universidades (1).
“Del poder se trata”, decía Quijano, y añadía que todo el debate de las ciencias sociales latinoamericanas, durante toda su historia, está atravesado por una lucha permanente por el poder y, fundamentalmente, por la cuestión de la colonialidad de ese poder (2). Más aún, el gran conflicto mundial actual radica en esta disputa irresuelta entre la colonialidad y la descolonialidad del poder.
La colonialidad del poder implica un patrón de poder forjado durante más de cinco siglos, cuya importancia podemos advertir ahora con absoluta claridad, que produjo un fenómeno totalmente inédito antes de la conquista de América: la idea de raza.
La historia de la desigualdad en nuestra especie es tan vieja como la propia especie, explica Quijano. La desigualdad ha tenido, por lo tanto, muchas formas, fuentes y momentos a lo largo del tiempo. Pero una sola de ellas, fundada en la “naturaleza” o la “biología”, la noción de raza, es la que ha configurado la estructura social, política y cultural del poder colonial.
Esto ocurre desde el primer momento en que aquellos que llamamos comúnmente conquistadores llegaron a América (cosa que se puede advertir ya en las primeras cartas de Colón) y provocaron que la producción de conocimiento eurocentrado comenzara a formularse preguntas sobre nuestro Continente y sus habitantes originarios. Esas preguntas, que intentaban auscultar y comprender el mayor contacto con la otredad de la historia humana, empero, no se planteaban “quiénes eran” esos otros, qué nos hacía tan diferentes, sino si ellos serían -o no- humanos. Quizás nadie como Tzvetan Todorov, de cuyas reflexiones sobre el particular nos hemos ocupado en columnas anteriores, alcanzó a reproducir las percepciones e intuiciones probables de colonizadores y colonizados (3).
Toda la historia de la conquista y la colonización de América estuvo, desde entonces, fundada en esta idea: que las gentes son desiguales por su naturaleza biológica. Eso que hoy día llamamos raza. Y esa desigualdad permeó las formas de organización social y de dominación de territorios y de personas. La raza, entonces, pasó a ser el argumento que explicaba la desigualdad entre los seres humanos y de esa forma se articuló la colonialidad de un poder basado en formulaciones pretendidamente científicas.
Esto llevó a que Quijano alertara sobre la necesidad de diferenciar la colonialidad del colonialismo.
El colonialismo –distinguía- es una relación de dominación entre identidades o etnicidades diferentes. Pero la colonialidad es otra cosa. Es un paradigma hegemónico que busca demostrar -y lo consigue hasta ahora- que la historia de los seres humanos depende de su conformación biológica.
Por eso, a pesar de que podría decirse que con la independencia formal de nuevas naciones y pueblos el colonialismo habría terminado o que, por lo menos, no es actualmente el principal problema de la especie, dentro de los nuevos países independientes, dentro de nuevos actores de la historia del poder, la idea formada en el siglo XV respecto de que los seres humanos están racialmente constituidos, racialmente organizados y racialmente diferenciados, no ha terminado ni se superará fácilmente. Esto, continúa Quijano, es justamente lo que nos permite hablar de “colonialidad del poder”, dado que la idea de raza no culminó con el colonialismo, e incluso en muchos ámbitos y espacios sociales se hizo mucho más fuerte, mucho más constitutiva de la forma en que la gente se reconoce y se relaciona entre sí. En ese contexto, la idea de raza termina redefiniendo a todas las formas previas de desigualdad: género, clases, linajes, etnicidades, epistemes. El racismo pasa a ser, de esa manera, el fenómeno social y subjetivo más poderoso y duradero de los últimos cinco siglos, capaz de establecer una forma de control y dominación. No hay forma de que el postulado moderno y eurocéntrico de la igualdad pueda trasladarse exitosamente a América, si la forma de organización política, jurídica, económica, filosófica, sociológica y epistemológica de nuestros pueblos sigue reconociendo una matriz de profunda desigualdad, basada en el racismo (4). Las luchas por una segunda y definitiva emancipación, deberán contemplar inexorablemente las reflexiones de este extraordinario americano que acaba de dejarnos.
(1) http://www.uasb.edu.ec/web/guest/contenido?nos-deja-anibal-quijano-el-gran-pensador-decolonial#.WxGoCmEQ3_w.facebook
(2) Conferencia de apertura del III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, FLACSO, Ecuador, 2015.
(3) “La conquista de América. El problema del otro”, Siglo XXI editores, 1982, p. 13 y ss.
(4) Quijano, Aníbal: “Cuestiones y horizontes”, disponible en file:///C:/Users/Eduardo/Documents/Cuestionesyhorizontes.pdf