Por Eduardo Luis Aguirre
Escribí aquel artículo bastante tiempo antes de que saliera publicado en este espacio, el 4 de diciembre de 2015 (1), mientras esperaba la salida de mi vuelo en el aeropuerto metropolitano. Es bueno contextualizar, en estos casos. La idea era, en ese entonces, generar un disparador sobre el presente y el futuro del paradigma emergente de la Ley de Salud Mental y sus rupturas categóricas. Una de ellas, justamente, saldada contra la lógica del secuestro institucional en un ámbito hasta ese momento inesperado. Por lo menos, para los penalistas.