Por Lidia Ferrari
“Se abre aquí un capítulo delicado y polémico del cual me ocuparé sintéticamente. Cierto feminismo repara, lúcidamente, en los peligros de reforzar lo identitario en las luchas feministas en relación a los lugares asignados por el patriarcado. Se abre un problema cuando, si se concibe que “ha sido el lugar de enunciación masculina el que ha tendido a crear una separación totalizadora y biologicista entre los dos sexos” como dicen Biglieri y Cadahia, ciertas luchas podrían conducir a rechazar o destruir lo masculino. Pero otro riesgo sería derribar las diferencias, también las biológicas. Cuando lo que se propone es “pensar un cuerpo de un modo desbiologizado y configurado por la tensión de estos dos lugares de enunciación” habría que considerar cómo se ha producido la supuesta biologización de los cuerpos en el patriarcado.
Lo que estoy intentando situar en este trabajo es que hay un rechazo constitutivo de los cuerpos femeninos en ese orden patriarcal. Estamos de acuerdo con lo revolucionario del “movimiento de destotalización del deseo femenino” pero cuando se le asigna una función de “desbiologización”, esto puede prestarse a malentendidos. Es frecuente en los últimos tiempos encontrar que la crítica legítima que se hace al biologicismo, esto es la exacerbación de lo biológico para explicar varios órdenes de la vida, sea confundido con el rechazo al cuerpo y a la materialidad biológica de los cuerpos.
A partir de la conjetura evolutiva que estoy tratando, lo que se ha hecho presente en mis reflexiones es que la división de tareas entre hombres y mujeres, así como la explotación de cuerpos y almas en el sistema patriarcal, no corresponde sino a un cierto modo de la biologización de los cuerpos, en
particular a través de una devaluación de los cuerpos femeninos tanto como a un rechazo, negación y usufructo de ellos. ¿Responder contrariamente al lugar asignado pasa por desbiologizar los cuerpos? Como hemos visto anteriormente, el usufructo de las mujeres como máquinas de reproducción se sostenía en un rechazo y una negación de sus cuerpos. El usufructo del cuerpo de las mujeres como máquina reproductiva del sistema patriarcal se hacía en el Derecho Romano, desconociendo la biología y todo lo que fuera ajeno a la ficción jurídica que importaba a la sucesión del Pater Familias.
Si sostenemos que se trata del deseo, será el deseo de cada una lo que dará lugar a la maternidad. ¿Es posible afirmar narrativamente que en la deserción de la maternidad habría un punto de emancipación de las mujeres? ¿Otras maternidades no son acaso posibles? ¿Por qué renegar de algo que es propio? Es preciso tener presente cómo el tratamiento desde el orden patriarcal al cuerpo de las mujeres, ya sea como objetos de goce o como máquinas reproductivas, supone, a la vez, un rechazo y una apropiación de sus cuerpos.”
Fragmento de mi texto “El pensamiento de la inermidad” publicado como Plaqueta por la editorial En el margen, Buenos Aires, 2025.