Por Eduardo Luis Aguirre
El ultraderechista José Antonio Kast se impuso por una veintena de puntos en la segunda vuelta chilena a la comunista Jeannette Jara. El resultado no sorprendió a nadie. Jara apenas superó el 40% de los sufragios y Kast alcanzó el 59,83% de los mismos.
El resultado no es inocuo para la Argentina, no solamente porque el próximo ocupante de la Moneda es un retrógrado confeso, sino porque entre otros desvaríos ha reclamado rediscutir la soberanía argentina en la Patagonia, una pretensión cerrada y saldada por un Tratado explícito e indubitable que data de 1881. El expansionismo de las clases dominantes chilenas es un sesgo histórico, así como la tradición de fragmentación y desinterés territorial de la oligarquía argentina es también una constante que está lejos de haberse revertido.Se trata de discusiones que parecían superadas, pero que han causado conflictos armados, con muertos de ambos países en escaramuzas cordilleranas no siempre recordadas y un conato de guerra en 1978. “El cerebro detrás de todo este discurso es Jorge Guzmán, abogado y académico de la Universidad Austral, que asesora a Kast en temas internacionales y profundiza el estilo radical y soberanista. Esto permite pronosticar que la violencia mapuche, la Plataforma Continental y los Campos de Hielo Sur (extensión de hielos continentales situada en los Andes patagónicos, en la frontera entre Argentina y Chile) serán temas sensibles si gobierna la ultraderecha” (*).
Pero de Kast y la derecha chilena nos hemos ocupado generosamente en artículos previos. Lo que nos parece necesario es analizar los resultados obtenidos por la izquierda en el país hermano. Uno podría decir que obtener el favor del cuarenta por ciento de los votantes es un resultado para nada despreciable. Eso no merece discusión alguna. Lo que es llamativo es la forma en que la candidata “comunista” se plantó en el debate televisivo previo a la segunda vuelta -el más importante- que sostuvo contra su oponente, por una parte, y por la otra, la forma en que se repartieron los votos en el territorio.
Empecemos por este último punto. Kast arrasó en la Araucanía. En esa región viven 203000 personas. Los mapuches representan alrededor de la cuarta parte de la población (23, 4%) y después de un gobierno “progresista” como el de Boric y otros experimentos seudo socialistas previos, la derecha se impuso allí por escándalo. El candidato Kast no dudó en llamar terroristas a los militantes originarios y propuso redoblar la violencia estatal para con ellos.
Aquí vuelvo a lo curioso del debate, especialmente en la forma en que argumentó la representante de la izquierda. Quienes lo hayan visto habrán advertido a dos candidatos políticamente correctos, que no incurrieron en la catarata de lugares comunes y agravios que ocurren en la Argentina previo a las elecciones. Pero el tema saliente no fueron las formas. Lo llamativo es cómo se paró Jara y la línea política que le imprimió a su discurso.
Quizás lo más llamativo fue acompañar propuestas punitivistas en un país que, si bien ha registrado un incremento de delitos violentos y crímenes organizados, sigue siendo uno de los más seguros del Continente. Acompañar la prédica securitaria del miedo al Otro suele ser fatal para los espacios políticos populares. Incluso, la propia prensa extranjera advierte que allende los andes la campaña de la derecha ha logrado colocar a la “inseguridad” como una de las principales preocupaciones sin sustento real. "Chile es un país que está extremadamente atemorizado", dice Daniel Johnson, director ejecutivo de la Fundación Paz Ciudadana, que evalúa políticas públicas en justicia y seguridad en este país, en una entrevista con BBC Mundo, agregando que ese sentimiento carece de correlato con la realidad chilena (**).
Un nuevo retroceso en esta materia no haría sino habilitar la profundización del racismo y la selectividad del sistema penal chileno. Discutir la conflictividad social desde el monto de las penas, la eficiencia de los órganos de control y las necesidades de habilitar más cárceles es peligroso en un país donde el derecho penal no hace más que reproducir históricamente las condiciones de desigualdad social. Debe recordarse que Boric ya había decretado el “estado de emergencia” en la Araucanía, en un todo de acuerdo con la militarización de la región que había llevado adelante con anterioridad Sebastián Piñera.
Los mapuches vienen siendo perseguidos, policizados, judicializados y criminalizados. Desde que Chile adoptó una “ley antiterrorista” (aclaremos que también Argentina lo hizo a los pocos años) y un sistema judicial adversarial de cuño anglosajón, la represión se hizo decididamente metódica (la mayoría de nuestras provincias también incorporaron un engendro procesal similar). Ese combo multiplicó la población presidiaria en cada lugar donde se implementó. En este caso, los mapuches fueron carne de cañón de esa formidable tecnología represiva. Por supuesto, Kast no dijo una palabra de esto. Lo que llama la atención es que, con un discurso punitivo, auspiciando la mayor dureza de las penas y la creación de cárceles, haya sido la postulante izquierdista la que abogara por una naturalización del encierro. Sin aportar argumento alguno sobre el sentido de la pena de privatización de libertad y coincidiendo con el derechista hasta resultar difícil de diferenciar con su contendiente de la ultraderecha. Lo propio ocurrió con temas tales como la inmigración y las reformas institucionales que ambos propusieron abordar mediante intervenciones similares. Jara se apresuró a aclarar que su gobierno no tendría una “chapa feminista” sino que aseguraría los derechos de hombres y mujeres por igual (sic). La cuestión de Venezuela también reveló lo timorato del discurso de una candidata que pretendía a toda costa parecerse a las enunciaciones de la derecha con la ilusión de capturar votos de esos sectores. Más aún, llama la atención que haya sido el presidente electo el que haya promovido la protección y no contaminación de los cielos chilenos, a diferencia de la postulante izquierdista.
Jara recurrió a una conducta defensiva que es cada vez más habitual en las posturas de las actuales actuales retóricas izquierdistas, progresistas o de los propios movimientos nacionalistas y populares. Hay una regularidad de época que consiste en ensayar respuestas de claro corte conservador. Ese repliegue también se ha demostrado inútil, porque está claro que quien comulgue con una ideología conservadora terminará eligiendo a los originales cultores de esas ideologías y no a sus imitadores tardíos. Esa forma de emular las percepciones mayoritarias tal vez no encarne una correcta lucha defensiva. Es una tentativa inocua que consiste en renunciar a la tarea de llegar al pueblo mediante la potencia del lenguaje y la articulación de argumentos, es una declinación de la consistencia teórica y de la convicción de las razones que le asisten a los explotados y oprimidos de este Sur. Sabemos que Jara no puede prescindir de lo que significó el gobierno de Boric. Pero aún en este contexto de desgaste la alternativa más correcta no parece ser un retroceso ampuloso y desesperado tendiente navegar en las volátiles aguas de la relación de fuerzas, sino la concreción de nuevas formas de articulación política que se ocupen de la transformación de las materialidades neoliberales. Las primeras consecuencias de esta debilidad no tardaron en hacerse notar con siniestra elocuencia. Ni bien conocido el resultado del balotaje comenzaron a escucharse detrás de la cordillera cánticos y vítores a favor de Pinochet. Esa es una de las más peligrosas consecuencias de la derrota.
(*) https://www.lapoliticaonline.com/espana/internacionales-es/kast-quiere-disputarle-a-argentina-un-sector-de-la-patagonia-y-alimenta-la-hipotesis-de-conflicto/
(**) "Chile está extremadamente atemorizado. Pero está lejos de ser el país con el mayor problema por crimen y violencia"
https://www.bbc.com/mundo/articles/cql9766ykw5o
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