Déjenlo nomas pastar

No rechace mi consejo

Que yo lo voy a enterrar

Cuando se muera de viejo

(El corralero)

Por Jorge Alemán (*)

No profeso religión alguna y la fe, aquella que se siente en lo más intimo, no me fue concedida. No fui bautizado, me eduqué en un ambiente laico y distante de los hechos religiosos. Conocí los primeros templos en Europa y solo por razones culturales.

Por Jorge Alemán

Ayer Trump habló de los EEUU como si fuera una nación victimizada.expoliada por su generosidad en hacer ricos a otros paises y defender las fronteras. En su descripcion America era una pobre ovejita humillada.

Por Ignacio Castro Rey

Esto sucedió hace tiempo, cuando unos alumnos de Psicología le devolvieron a su profesor unas preguntas a tumba abierta que él había elaborado después de una de esas tardes en las que la vida parece acabarse. En cuanto al temor, ¿cuánto puede cambiar uno después de diez años? ¿Algo, mucho, nada?

Mi viejo, que tenía quinto grado y ninguna falta de ortografía, me decía que este país se salvaba con algunos miles de argentinos honestos.
Como cualquier intelectual pequeño burgués, pensé –al principio- que el razonamiento del viejo era primitivo, que no comprendía las contradicciones fundamentales ni sintonizaba las coordenadas de la dialéctica materialista ni el determinismo teleológico de las doctrinas críticas.

Compartimos con nuestros lectores una entrevista realizada por el escritor Ramiro Torres  al filósofo español Ignacio Castro Rey, colaborador de nuestro espacio, publicada en la revista Palavra comum.

Hubo un tiempo durante el cual los colonizadores pusieron en duda la posibilidad de que los pobladores originarios de América Latina pudieran ser considerados seres humanos. En una etapa histórica posterior, el vasallaje naturalizó una segunda perplejidad, consistente en debatir la existencia de una filosofía indígena, a la que se llegó a negar de plano. Con ella, sobrevino una tercera polémica que se dedicó a poner en cuestión, inclusive, la existencia misma de una filosofía latinoamericana.

Por Ignacio Castro Rey

Fijémonos en que, del amor a la decisión, del tabaco a la conversación, del alcohol a la lectura, todas las tecnologías corporales de concentración, que te permiten ser libre al menos de forma ocasional, están disueltas a manos de las tecnologías gregarias de dispersión. Hasta la concentración ociosa del paseo -caminar sin rumbo, contemplar, recordar, pensar en cualquier cosa- ha desaparecido en aras del mando a distancia. Reparemos solamente en un ejemplo minúsculo y significativo.