Por Eduardo Luis Aguirre
“Si todos hicieran la guerra por convicción, no habría guerras” (*)
Una llamativa cantidad de analistas y observadores internacionales intentaron en las últimas horas descubrir lo verdaderamente acontecido en el reciente y críptico encuentro de Alaska entre los presidentes Putin y Trump. De esa manera, asistimos a especulaciones tan llamativas como el siempre enigmático “lenguaje diplomático”, el trato que se prodigaron ambos líderes, sus gestos y semblantes, la acostumbrada chaqueta abierta del estadounidense y hasta el análisis de sus respectivas custodias. Es cierto que un cónclave de estas características, por lo mucho que hay en juego, habilita movilizar nuestra curiosidad y remover las expectativas para especular mediante esa multiplicidad de indicios y conjeturas, aunque sea de manera parcial, lo que verdaderamente ocurrió durante más de tres horas herméticas.
Es probable que durante ese lapso generoso la guerra en Ucrania no haya sido el único tema abordado. Podemos imaginar muchos otros, como la situación en el Ártico, la configuración de nuevos bloques, el futuro de la relación entre ambas potencias, las cuestiones tecnológicas y armamentísticas, etcétera.
Pero no hay duda que la guerra en Eurasia debe haber ameritado una parte sustantiva del diálogo entre ambos líderes. Hay un dato objetivo en el que deberíamos reparar. Putin llegó a esta reunión con pleno conocimiento de que el ejército de su país dominaba casi totalmente la región del Donbás, que sus bombardeos afectan a Kiev y sus alrededores y que hasta Trump sabe que Ucrania está derrotada. La guerra podría culminar hoy mismo con un resultado absolutamente previsible. No obstante, la evidencia de esa situación de emergencia humanitaria crítica ucraniana, los presidentes declinaron cualquier anuncio respecto del conflicto. Durante este tiempo, mientras tanto, Moscú siguió avanzando de manera imparable sobre su agotado vecino. Zelensky ni siquiera fue invitado a esa conversación y la Unión Europea sometida a algo parecido al destrato. Tantos errores no podían ser gratuitos para el viejo continente.
Ahora bien, este cuadro de situación, descripto como un mero correlato de acontecimientos nos impide pensar en algo crucial: ¿qué está pasando verdaderamente en Ucrania? ¿Cuáles son los padecimientos que ha sufrido un país que antes de la guerra poseía 40 millones de habitantes y que hoy, entre diásporas y muertes quizás supere apenas la mitad de esa demografía originaria? ¿qué perciben los habitantes de un país que casi seguramente deba abandonar una guerra horrenda? ¿cómo viven este conflicto que es un verdadero parteaguas en la historia? ¿cómo perciben estos días e intuyen su futuro inmediato? Observemos lo que dice la ACNUR sobre este tema: La escalada de la guerra de Rusia contra Ucrania, que inició en febrero de 2022, ha cobrado un gran número de vidas civiles y ha destruido infraestructura vital. En consecuencia, millones de personas han sido forzadas a huir en busca de seguridad, protección y ayuda; por ello, han cruzado las fronteras con países vecinos, aunque también hay personas desplazadas dentro de Ucrania. Todas ellas necesitan apoyo y protección urgentemente.
Más de 12,7 millones de personas en Ucrania requieren apoyo humanitario con urgencia; entre ellas, más de 3,6 millones de personas que han sido desplazadas dentro de Ucrania por la guerra a gran escala. Hasta enero de 2025 se tenía registro de alrededor de 6,8 millones de personas refugiadas de Ucrania en distintas partes del mundo.
La situación de seguridad sigue siendo considerablemente endeble, sobre todo al este y sur del país, donde la intensificación de las hostilidades entre mayo y octubre de 2024 no solo hizo necesario evacuar a más personas, sino que también desplazó a unas 160.000 de las zonas en la primera línea”. La agencia de la ONU para los refugiados añade que ha proporcionado ayuda a Ucrania desde 1994. Habría que pensar qué contingentes solicitaban ese tipo de ayuda y qué ocurrió junto con el golpe de estado de 2014. Tal vez las situaciones problemáticas ucranianas hayan comenzado hace mucho más que un trienio. Durante ese tiempo, occidente y en especial Estados Unidos tuvieron un papel preponderante en la fragmentación política de un país con una historia de oscura complacencia con las ultraderechas durante y después de la IIGM.
El diario español El País produjo un impactante documental sobre la realidad de la sociedad ucraniana durante estos tres años, a partir del inicio de la “operación especial”. Sugerimos observar y escuchar a los propios protagonistas (**).
El diario “The Kyiv independendent”, por su parte, sugiere con una prosa prudente (como suele ocurrir en estos casos) la evolución probable de la guerra. La edición del 16 de agosto pasado reza: “Esa reunión fue horrible. A Putin le encantó”. El interior de la nota es dramáticamente explícito: “Repugnante. Vergonzoso. Y, al final, inútil.
Esas fueron las palabras que nos vinieron a la mente cuando vimos cómo se desarrollaba la Cumbre de Alaska.
En nuestras pantallas, un dictador empapado en sangre y criminal de guerra recibió una bienvenida real en la tierra de los libres, mientras sus drones de ataque se dirigían a nuestras ciudades.
En vísperas de la reunión en Alaska , el presidente estadounidense, Donald Trump, declaró que quería un “alto el fuego hoy” y que su homólogo ruso, Vladimir Putin, enfrentaría “severas consecuencias” si no lo hacía.
Sin embargo, tras una reunión a puerta cerrada de dos horas y media, Trump y Putin salieron para compartir… nada. «Progreso». Se llegó a un cierto “entendimiento”, pero no se llegó a un acuerdo sobre “el punto más significativo”, es decir, Ucrania.
Trump no consiguió lo que quería. ¿Pero Putin ? ¡Claro que sí!
Desde el momento en que bajó del avión en suelo estadounidense, el dictador ruso estaba radiante”.
“Ya no era un paria internacional; por fin era aceptado y respetado por el líder del mundo libre. El predecesor de Trump una vez llamó a Putin asesino; Trump le ofreció una bienvenida digna de un rey.
Trump recibió a Putin con una alfombra roja, cálidos apretones de manos, un vuelo de bombarderos estadounidenses y un paseo en limusina en el asiento trasero.
Esta muestra de cordialidad contrasta marcadamente con la recepción hostil que Trump le dio al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en la Oficina Oval hace seis meses.
El presidente de Ucrania sufrió una humillación pública. El de Rusia fue consentido. Ambos episodios fueron vergonzosos” (*).
Lo dicho. Hay un país europeo que se desangra. Nadie parece ocuparse, sin embargo, de esta etapa histórica sacrificial de los ucranianos. Las respuestas de Europa occidental han sido increíblemente erráticas, empezando por su rusofobia militante, luego atando su suerte a los estadounidenses y por último cayendo en una incomprensión grosera de la naturaleza del conflicto. Pero dejando de lado estas constataciones, deberíamos preguntarnos si alguien se ocupará de reconstruir un país devastado y (tal como lo dijimos en nuestra nota anterior) expoliado. Más allá de la guerra atroz y una paz seguramente incompleta, hay un pueblo al que le ha sido escamoteado su futuro. Difícil imaginar un Plan Marshall para Kiev. Por el contrario, los ucranianos temen que Trump le endose a su país la responsabilidad de “poner fin a la guerra”.
(*) Tolstoi, León : “La guerra y la paz”, p. 10, ediciones La cueva, disponible en https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Tolstoi%20Le%C3%B3n%20-%20Guerra%20y%20Paz.pdf
(**) https://www.youtube.com/watch?v=-q2QQbmaE1s
(*) https://kyivindependent.com/editorial-that-was-sickening-was-it-necessary/