Por Eduardo Luis Aguirre
Un conjunto de gobernadores varias provincias argentinas sacudieron el esquema brutal de motosierra o inanición que promueve el poder central como dilema de convivencia para con el “interior” del país. Esos mandatarios provinciales fueron hasta ahora, paradójicamente, dadores voluntarios de gobernabilidad, permitiendo con su aquiescencia que el gobierno nacional impusiera un plan de entrega deliberada y neocolonial. Al parecer, el autodenominado “grito federal” confluiría ahora en una nueva fuerza política opositora con expresas intenciones de competir en las futuras elecciones. El comunicado de ese puñado de provincias es impecable. "Representamos la Argentina del campo, la industria, la minería y la energía, el comercio y los servicios que son los motores del Desarrollo Argentino. Somos el espacio político que garantiza conocimiento y decisión para llevar adelante el plan productivo que genere trabajo en todo el país". Los argumentos son más que suficientes para poner en jaque una metodología que le ha permitido al mileísmo sostenerse en el poder durante una veintena de meses interminables. Las provincias han venido siendo el motor del desarrollo argentino desde nuestra constitución como nación. Luchó, y perdió, contra un centralismo que logró adueñarse del gran puerto y la aduana, momento a partir del cual la ciudad de especuladores, contrabandistas, banqueros, y prohombres del liberalismo anglófilo acogiera en su seno a los grandes apellidos del poder oligárquico dueño de las tierras más feraces del mundo. Bienvenido entonces esta decisión de pararse de manos en una de las contradicciones principales del país. La alianza interprovincial en ciernes puede llegar a poner en aprietos al gobierno, sobre todo en su insoportable levedad de ver y conocer el país real. Habrá que observar su posible evolución territorial, su armado y sus referencias futuras en cada provincia. Pero si tenemos en cuenta que además de esta entente está en pleno proceso de formación otro espacio variopinto al que algunos denominan “Tercera vía” (integrada por la UCR, la CC, el GEN, socialismo, Emilio Monzó y otras expresiones menores).es probable que esas dos coaliciones, o al menos una de ellas, terminen conformando una réplica del centrao brasileño y deban enfrentarse en futuros comicios a un gobierno que se desgaja y un peronismo en plena e incierta disputa por la unidad. Eso obliga a estar atentos a un movimiento que profundice la fragmentación política. Si esto que asoma es un partido “biológico”, como el centrao , no hay más que recordar cómo se ha comportado históricamente este último en el país hermano. En ese caso habría que analizar las consecuencias de una expresión del más descarnado pragmatismo político, un grupo de presión cuyo sesgo político más saliente sea la obtención de ventajas para los sectores que representen. Por último, es necesario tener en cuenta que ese escenario, con cuatro expresiones cuya verdadera fortaleza política está todavía por verse, puede acercar al país a una riesgosa experiencia centrífuga que debilite aún más la cohesión nacional. Esta incertidumbre, respecto de la cual nadie posee el dominio de los hechos futuros, conmina al movimiento nacional a cerrar filas, a riesgo de que, aún en la victoria, la Argentina se vuelva un país cuestionable en su legitimidad de origen. Un gobierno hipotético de cuatro cuartos en un país presidencialista es un riesgo inédito y para nada tranquilizador. El desgarramiento de la Argentina no es sólo algo que no tendría prejuicios en negociar un sujeto menor y circunstancial. Son los grandes intereses financieros, económicos, militares y geopolíticos los que siempre han estado atentos y han contribuido a la participación de la gran nación iberoamericana inconclusa. Hay dos siglos de historia política que avalan esta prevención y un sistema confederal que nunca fue. Este escenario conjetural, por otra parte, nos habilita a pensar que el movimiento nacional, en su expresión más amplia, debió haberse plasmado, más que en una alianza electoral, en un frente nacional. Quizás estemos todavía a tiempo. Dependerá de factores tan sensibles como la conciencia nacional, el espíritu patriótico, la profundización democrática, la justicia social, la soberanía política, la independencia económica, la ética política y la revalorización de lo común. Todo lo demás es instrumental.