"La ciudad sin luz": premoniciones árticas
Por Ignacio Castro Rey
A pesar de generarle sentimientos encontrados, Iñigo Errejón llegó a hablar recientemente de una desolada orfandad al terminar La ciudad sin luz, primera parte de Mil ojos esconde la noche. No es de extrañar. La intensidad carnal de los personajes y situaciones que Juan Manuel de Prada recrea es tal, el ritmo que nos acoge en ese universo ficticio es tan vivo que muy bien se puede producir, al término de convivir con esos perfiles en hervor, la aflicción de un vacío. Quizá la sensación de orfandad se alimente finalmente de algo parecido al temblor de una emoción que en La ciudad sin luz late por todos los poros y, sin embargo, en la vida corriente hemos dejado languidecer.

Por Jorge Alemán

«En la posición que he tratado de proponer, en cambio, la construcción del antagonismo es inevitablemente política y evidentemente no hay, a priori, un rechazo ni del Estado, ni de la democracia ni de las instituciones. Otra cosa es que la democracia liberal ha rechazado de tal manera el antagonismo, que las sociedades del consenso han repudiado – para utilizar una expresión fuerte de Lacan- de tal modo el antagonismo, que han generado cada vez más, progresivamente, lo que Lacan llamaba "el odio por el goce del Otro".

Se denomina “genocidio reorganizador” a aquella práctica social que recurre al exterminio sistemático de un “otro” previamente construido (y desvalorado) al que se decide aniquilar para reorganizar una determinada sociedad en base a la cosmovisión de los perpetradores.

Por Ignacio Castro Rey

Una emoción es "un estado afectivo intenso que aparece de forma súbita y que va acompañado de cambios conductuales, fisiológicos y hormonales pasajeros".

Entre tanta prédica fascistizante, que no casualmente recrudece en esta época  en las redes sociales, circula una consigna que, aunque no reciente, igualmente despierta la atención de los lectores interesados.

 

Por Ariel Fabián Ríos Garcés

Reflexión desde la historia de la filosofía: sobre el dualismo mente/cuerpo y la dominación de las mujeres.

Por Jorge Alemán (*)

Hasta ahora nunca he coqueteado con la izquierda que veía con buenos ojos a Trump: unos porque por fin iba a desnudar y poner en evidencia a la hipocresía Demócrata; otros porque lo veían un roosveltiano proteccionista antiglobalización; y finalmente estaban aquellos que percibían  en Trump  un nuevo rumbo geopolítico que incluso iba a evitar algunas guerras.

La noción de castigo se ha vuelto indudablemente polisémica en el tercer milenio. Si bien es posible establecer analogías conceptuales en las lógicas legitimantes que respecto del mismo se acuñan desde la más remota antigüedad, nunca como ahora el castigo ha derivado en un fetiche disciplinar aceptado en claves diversas,  que en todos los casos cancela cualquier tipo de cuestionamiento a una práctica violenta a la que se le adjudica “ontología" propia.