Por Eduardo Luis Aguirre
Hace pocos días publiqué en este mismo sitio un artículo al que titulé “Epiménides, el filósofo cretense y la relación del mito con la mentira y la verdad” (1) hice una referencia histórica y filosófica tangencial sobre la correlación existente entre los mitos, la mentira y la influencia de los pensadores de la Grecia antigua. Allí expresaba en una cita: “Los pensadores helénicos siguen cantando con el sayo del embuste y esa sospecha yace en algunas expresiones de la mitología e incluso de la religión”. Lo mítico, lo religioso y los saberes no delimitaban fronteras disciplinares hace 3000 años. Al contrario, se retroalimentaban y complementaban. Epiménides, el célebre poeta, filósofo y legislador cretense, a quien se le atribuye haber liberado a Atenas de la peste, mediante una serie de expiaciones, dice "todos los cretenses son mentirosos"». ¿Miente Epiménides o dice la verdad? La respuesta es que miente y a la vez dice verdad, lo cual hace de la frase un pseudoenunciado, o un enunciado mal construido. Esta paradoja preocupó mucho a los antiguos y se dice que Crisipo, filósofo estoico del s. III a.C., escribió sobre ella seis tratados y que Filetas de Cos murió por no haber sabido darle solución, según reza su epitafio:“Soy Filetas de Cos.El Mentiroso me hizo moriry las noches de insomnio que tuve por su causa…”. Ahora bien, quien habría atribuido la condición mendaz fue nada menos que San Pablo. La hipótesis brota de lo sagrado, del autor de las célebres cartas, de uno de los ideológos canónicos del catolicismo y apunta a lo fantástico, señala al mito, justamente la herramienta fundacional de la filosofía. Es bastante más difícil en términos de fabulación o falsificación, aceptar desde lo contemporáneo que el objeto de la mistificación sean los grandes textos religiosos y que la mentira la construyan los personajes públicos que pretender validar sus doctrinas políticas reportando al orden indiscutido de los grandes textos, al menos los de las religiones monoteístas tal como a la fecha las conocemos.No es la primera vez que el presidente argentino espeta una serie de enunciaciones sobre el bien, el mal, el Maligno y el presunto basamento religioso de su particular ideología de ultraderecha. En virtud de esa recurrencia, se pretende instalar desde la palabra presidencial un recurso a los textos religioso a partir de los cuales afianzar el individualismo y ajustar cuentas con la justicia social, uno de los nudos conceptuales contra los que embate con frecuencia el singular mandatario. En su particular mirada, la justicia social colisiona con los dogmas religiosos. Si bien a esta altura no queda claro si Milei profesa el judaísmo, se encuentra en tránsito para su conversión al mismo o es un católico insurrecto y desafiante de la literalidad de lo sacro. Eso deriva en denodados esfuerzos por hacerle decir a los libros sagrados lo que manifiestamente no dicen. O sea, de ensayar una mentira aprovechando la escasa atención que esos tramos de sus discursos despiertan en el gran público. Pero, en lo que aquí importa, Milei repite sin réplica alguna que la justicia social es algo nefasto, diabólico, que violenta los diez mandamientos porque está basada en el robo de la propiedad del otro y estimula la codicia yendo contra el derecho de propiedad. En muchas oportunidades, el Papa Francisco puso las cosas en su lugar y dejó sin elementos estas adulteraciones. La justicia social apunta al respeto de la condición humana, de lo común, de lo justo, de lo piadoso, de una forma humanitaria del concebir al Otro y sobre todo de la necesidad de atender a los más débiles. No hay ningún robo en el intento de los estados y las sociedades, cada vez más injustas. Mucho menos puede hablarse de codicia en tanto afán excesivo de riquezas La Doctrina Social de la Iglesia se ha expedido inequívocamente contra la abstrusa interpretación presidencial. Es esencial rescatar un texto que hasta utiliza Enrique Dussel: Zacarías 7: 9-10 “Así dice el Señor de los ejércitos: Juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual, con su hermano, no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano” (2).El judaísmo, por su parte, ratifica también esta perspectiva en materia de reconocimiento de derechos: “Por otra parte, la antigua sabiduría contenida en la Torá no solo es un testimonio de las tradiciones religiosas, sino que también ofrece una perspectiva profunda sobre cómo abordar cuestiones contemporáneas, como la propiedad privada y la equidad en la sociedad. A través de sus regulaciones y enseñanzas, la Torá establece un marco de principios que buscan promover una coexistencia armoniosa y justa entre los individuos y sus posesiones” (3).Finalmente, si revisamos las reglas de la Comunidad de los antiguos esenios, aquellas sectas judías que habitaron las cuevas de Qumran a orillas del Mar Muerto 2500 antes de nuestra era, también pueden rescatarse sólidos principios morales que contemplan normas estrictas sobre la convivencia común. De hecho, hay quienes señalan que Jesús pudo haber sido un esenio y otros destacan que los esenios emigran de Jerusalén disconformes con las clases sociales más poderosas que gobernaban la ciudad. La pregunta, entonces, es por qué nadie desautoriza los disparates que incluso se pronuncian desde un púlpito evangélico, quienes tampoco acuerdan con esa torpe y falsa interpretación religiosa.
(1) https://derechoareplica.org/secciones/filosofia/1918-epimenides-el-filosofo-cretense-y-la-relacion-del-mito-con-la-mentira-y-la-verdad(2) https://www.palabrasbiblicas.net/que-dice-la-biblia-sobre-la-justicia-social/(3) https://diariojudio.com/opinion/justicia-social-y-etica-judia/447870/
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