Por Eduardo Luis Aguirre
La deuda pública externa de Ucrania asciende a alrededor de 115 mil millones de dólares. Desde el inicio de la guerra, en febrero de 2022, la deuda pública externa ucraniana ha aumentado de 56 mil a 115 mil millones de dólares. Toda comparación corre el riesgo de la falibilidad, pero con estos datos deberíamos concluir que en tres años de despiadada confrontación bélica la deuda de Kiev equivale a menos de la cuarta parte de la argentina. En el caso del país europeo, la deuda se considera impagable en la futura posguerra y ya se imagina un país distinto al que conocimos ni bien se produzca una pausa en el avance sostenido de los rusos. Se intuye a Ucrania como un país ruinoso, “inviable”, un mero tapón geográfico entre Europa occidental y Rusia devastado, fragmentado o dividido en su conformación geográfica, demográfica, militar e institucional. Hay analistas que creen firmemente que el diálogo actual entre Putin y Trump en Alaska es una mera gentileza del Kremlin. Ucrania está exhausta y a merced de sus enemigos y acreedores. La guerra, militarmente, habría terminado y Ucrania habría sido derrotada. De hecho, mientras esto se escribe Zelensky busca desesperadamente pertrechos y recursos financieros que no llegan y, al estilo de Berlín en 1945, sueña con ciudades fortalezas que deberían resistir hasta una impensable victoria. Rusia dialoga mediante una diplomacia cortés pero gélida con el patrocinador del desastre sabiendo ambos que la suerte del conflicto está echada. El gigante euroasiático porque ha sido protagonista de la guerra. Los estadounidenses porque la impulsaron y se cuentan entre los mayores acreedores del vencido. Hace tiempo que Trump se ha encargado de aclarar que va a cobrarle a Ucrania hasta el último centavo de la paradojal ayuda brindada. Ya sea a través de metales preciosos, tierras raras y créditos leoninos y otros mecanismos extorsivos, Washington pretende recuperar los gastos de guerra. Un destino amargo le espera al país que cuya capitales la ciudad a partir de la cual se creó Rusia, que algún día fue una potencia nuclear, uno de los mayores productores agrícolas del mundo, poseedor de los suelos más feraces del planeta y que ahora se ha convertido en uno de los botines de guerra más cruentos
Esta verdadera exacción da cuenta que Ucrania nunca tendrá garantías, ni un alto el fuego ni mucho menos su amalgama con los países de Europa. Tampoco habrá de recuperar los territorios perdidos durante la ardua disputa ni su otrora envidiable capital social. Occidente sólo le ha ocasionado a los ucranianos deuda y privación. Embretada en una deuda impagable, Ucrania languidece como un extenso país en la periferia europea. Probablemente, después del cónclave de Alaska, ya no haya gobiernos europeos dispuestos a inmolarse por Ucrania y su aislamiento podría llegar a ser todavía más dramático.
Hay algunos datos que revelan la magnitud del quebranto económico y financiero de los derrotados y las nuevas formas de actuación compulsiva del imperio.
En agosto de 2024, el costo del reembolso de la deuda pública (50 mil millones de Hryvna, la moneda ucraniana) fue casi equivalente al gasto social y sanitario (ver la información en esta web financiada por USAID y, por lo tanto, muy claramente neoliberal y pro-occidental (*)
Los propios “aliados de un país” embretado en su deseo europeizante ha agigantado en estos años de conflicto las deudas de sus supuestos aliados. Me refiero al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea que han brindado ayudas condicionales, por no decir extorsivas.
Eran muchos los que desde occidente pensaban sus países acudirían en apoyo de Ucrania. La rusofobia llegó a límites irracionales. Trump exigió a los europeos contribuir en la guerra con el 5% de su PBI. Algunos países, como España, lograron que ese aporte fuera solamente del 2,5% y su gobierno lo celebró como una victoria de cara a lo originariamente demandado.
Pero tal vez todo acabe de una manera diferente. En la reunión de Alaska solamente dialogan Putin y Trump. Se espera que en algún momento el presidente ucraniano sea naturalmente convidado al encuentro. Se intuye que solamente se le ofrecerá un acuerdo de adhesión.
Si las grandes potencias son capaces de proceder de esa manera con los países aliados queda claro lo que de aquí en más podemos esperar los demás países periféricos, dotados de grandes riquezas, indefensos y gobernados por comediantes neoliberales irresponsables.
Sigue diciendo el Comité para la abolición de las deudas ilegítimas: “El gobierno ucraniano ha aceptado a cambio de los créditos concedidos por la Unión Europea, el FMI y el Banco Mundial, 325 condicionalidades y recomendaciones.
Como indica el Ministerio de Finanzas de Ucrania en su sitio web, las 325 condicionalidades y recomendaciones se recopilan en una lista de reformas y medidas que Ucrania se ha comprometido a tomar para recibir apoyo financiero de los socios internacionales”.
Para los acreedores se trata de profundizar en la aplicación de las políticas neoliberales aplicadas desde hace más de 30 años.
Para seguir la aplicación de estas condicionalidades y recomendaciones, se han adoptado 531 indicadores. Si Ucrania no respeta el calendario y la lista de reformas, los socios, y en primer lugar el Banco Mundial, el FMI y la Unión Europea, pueden suspender o posponer la concesión de los préstamos que el país necesita. Estas tres instituciones verifican constantemente la aplicación y la profundización de las políticas neoliberales que exigen y que apoya el gobierno neoliberal de Zelenski”.
Para Ucrania tal vez no haya Plan Marshall, sino cientos de condicionalidades y “recomendaciones” que convierten a la soberanía en “un principio que se derrumba”, como lo anticipaban Roberto Bergalli y Eligio Resta en 1996) (**)
El ejercicio de contralor al cumplimiento de un país “aliado” da la pauta de que vivimos en una suerte de mundo post- jurídico, como expresa Lidia Ferrari. Un sistema de control que se presenta a sí mismo como un conjunto de “intervenciones humanitarias”.
Pues bien, esto es lo tal vez deba sufrir Ucrania, En el caso argentino, la deuda externa alcanza los 500.000 millones de dólares. Un monto sencillamente impagable. Contraído a favor de la codicia de los de afuera y la entrega desembozada de los propios. Si recordamos la actitud mendicante reciente del gobierno para obtener dos mil millones de dólares de los que carece un banco central vacío en sus reservas podremos establecer un parámetro de lo dramático de la situación que atraviesa un país indemne. Quizás las conversaciones de Anchorage les permitan a las grandes potencias acordar una fórmula transaccional para la guerra en Ucrania. Tal vez se intente debatir la cuestión nuclear, sobre todo a partir de la situación del Medio Oriente y el sudeste asiático. Es obvio que América Latina no estará en el radar de los dos grandes líderes en esta sesión. Mucho menos la Argentina. Pero en nuestro caso, un ejemplo extremo precipitado en un mundo liderado por un capitalismo de máxima crueldad, tal vez le permita intentar un ejercicio tentativo de anticipación. De eso se trata la política, en definitiva.
(*) https://ces.org.ua/en/tracker-economy-during-the-war/ ).
(**) Ed. Paidós, Barcelona, 1996.
Por Eduardo Luis Aguirre
La deuda pública externa de Ucrania asciende a alrededor de 115 mil millones de dólares. Desde el inicio de la guerra, en febrero de 2022, la deuda pública externa ucraniana ha aumentado de 56 mil a 115 mil millones de dólares. Toda comparación corre el riesgo de la falibilidad, pero con estos datos deberíamos concluir que en tres años de despiadada confrontación bélica la deuda de Kiev equivale a menos de la cuarta parte de la argentina. En el caso del país europeo, la deuda se considera impagable en la futura posguerra y ya se imagina un país distinto al que conocimos ni bien se produzca una pausa en el avance sostenido de los rusos. Se intuye a Ucrania como un país ruinoso, “inviable”, un mero tapón geográfico entre Europa occidental y Rusia devastado, fragmentado o dividido en su conformación geográfica, demográfica, militar e institucional. Hay analistas que creen firmemente que el diálogo actual entre Putin y Trump en Alaska es una mera gentileza del Kremlin. Ucrania está exhausta y a merced de sus enemigos y acreedores. La guerra, militarmente, habría terminado y Ucrania habría sido derrotada. De hecho, mientras esto se escribe Zelensky busca desesperadamente pertrechos y recursos financieros que no llegan y, al estilo de Berlín en 1945, sueña con ciudades fortalezas que deberían resistir hasta una impensable victoria. Rusia dialoga mediante una diplomacia cortés pero gélida con el patrocinador del desastre sabiendo ambos que la suerte del conflicto está echada. El gigante euroasiático porque ha sido protagonista de la guerra. Los estadounidenses porque la impulsaron y se cuentan entre los mayores acreedores del vencido. Hace tiempo que Trump se ha encargado de aclarar que va a cobrarle a Ucrania hasta el último centavo de la paradojal ayuda brindada. Ya sea a través de metales preciosos, tierras raras y créditos leoninos y otros mecanismos extorsivos, Washington pretende recuperar los gastos de guerra. Un destino amargo le espera al país que cuya capitales la ciudad a partir de la cual se creó Rusia, que algún día fue una potencia nuclear, uno de los mayores productores agrícolas del mundo, poseedor de los suelos más feraces del planeta y que ahora se ha convertido en uno de los botines de guerra más cruentos
Esta verdadera exacción da cuenta que Ucrania nunca tendrá garantías, ni un alto el fuego ni mucho menos su amalgama con los países de Europa. Tampoco habrá de recuperar los territorios perdidos durante la ardua disputa ni su otrora envidiable capital social. Occidente sólo le ha ocasionado a los ucranianos deuda y privación. Embretada en una deuda impagable, Ucrania languidece como un extenso país en la periferia europea. Probablemente, después del cónclave de Alaska, ya no haya gobiernos europeos dispuestos a inmolarse por Ucrania y su aislamiento podría llegar a ser todavía más dramático.
Hay algunos datos que revelan la magnitud del quebranto económico y financiero de los derrotados y las nuevas formas de actuación compulsiva del imperio.
En agosto de 2024, el costo del reembolso de la deuda pública (50 mil millones de Hryvna, la moneda ucraniana) fue casi equivalente al gasto social y sanitario (ver la información en esta web financiada por USAID y, por lo tanto, muy claramente neoliberal y pro-occidental (*)
Los propios “aliados de un país” embretado en su deseo europeizante ha agigantado en estos años de conflicto las deudas de sus supuestos aliados. Me refiero al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea que han brindado ayudas condicionales, por no decir extorsivas.
Eran muchos los que desde occidente pensaban sus países acudirían en apoyo de Ucrania. La rusofobia llegó a límites irracionales. Trump exigió a los europeos contribuir en la guerra con el 5% de su PBI. Algunos países, como España, lograron que ese aporte fuera solamente del 2,5% y su gobierno lo celebró como una victoria de cara a lo originariamente demandado.
Pero tal vez todo acabe de una manera diferente. En la reunión de Alaska solamente dialogan Putin y Trump. Se espera que en algún momento el presidente ucraniano sea naturalmente convidado al encuentro. Se intuye que solamente se le ofrecerá un acuerdo de adhesión.
Si las grandes potencias son capaces de proceder de esa manera con los países aliados queda claro lo que de aquí en más podemos esperar los demás países periféricos, dotados de grandes riquezas, indefensos y gobernados por comediantes neoliberales irresponsables.
Sigue diciendo el Comité para la abolición de las deudas ilegítimas: “El gobierno ucraniano ha aceptado a cambio de los créditos concedidos por la Unión Europea, el FMI y el Banco Mundial, 325 condicionalidades y recomendaciones.
Como indica el Ministerio de Finanzas de Ucrania en su sitio web, las 325 condicionalidades y recomendaciones se recopilan en una lista de reformas y medidas que Ucrania se ha comprometido a tomar para recibir apoyo financiero de los socios internacionales”.
Para los acreedores se trata de profundizar en la aplicación de las políticas neoliberales aplicadas desde hace más de 30 años.
Para seguir la aplicación de estas condicionalidades y recomendaciones, se han adoptado 531 indicadores. Si Ucrania no respeta el calendario y la lista de reformas, los socios, y en primer lugar el Banco Mundial, el FMI y la Unión Europea, pueden suspender o posponer la concesión de los préstamos que el país necesita. Estas tres instituciones verifican constantemente la aplicación y la profundización de las políticas neoliberales que exigen y que apoya el gobierno neoliberal de Zelenski”.
Para Ucrania tal vez no haya Plan Marshall, sino cientos de condicionalidades y “recomendaciones” que convierten a la soberanía en “un principio que se derrumba”, como lo anticipaban Roberto Bergalli y Eligio Resta en 1996) (**)
El ejercicio de contralor al cumplimiento de un país “aliado” da la pauta de que vivimos en una suerte de mundo post- jurídico, como expresa Lidia Ferrari. Un sistema de control que se presenta a sí mismo como un conjunto de “intervenciones humanitarias”.
Pues bien, esto es lo tal vez deba sufrir Ucrania, En el caso argentino, la deuda externa alcanza los 500.000 millones de dólares. Un monto sencillamente impagable. Contraído a favor de la codicia de los de afuera y la entrega desembozada de los propios. Si recordamos la actitud mendicante reciente del gobierno para obtener dos mil millones de dólares de los que carece un banco central vacío en sus reservas podremos establecer un parámetro de lo dramático de la situación que atraviesa un país indemne. Quizás las conversaciones de Anchorage les permitan a las grandes potencias acordar una fórmula transaccional para la guerra en Ucrania. Tal vez se intente debatir la cuestión nuclear, sobre todo a partir de la situación del Medio Oriente y el sudeste asiático. Es obvio que América Latina no estará en el radar de los dos grandes líderes en esta sesión. Mucho menos la Argentina. Pero en nuestro caso, un ejemplo extremo precipitado en un mundo liderado por un capitalismo de máxima crueldad, tal vez le permita intentar un ejercicio tentativo de anticipación. De eso se trata la política, en definitiva.
(*) https://ces.org.ua/en/tracker-economy-during-the-war/ ).
(**) Ed. Paidós, Barcelona, 1996.