Por Eduardo Luis Aguirre

 

 



La visita de Laura Richardson (Jefa del Comando Sur) y Wendy Sherman (segunda del Departamento de Estado norteamericano) a la Argentina no puede explicarse apelando a las generalizaciones o eufemismos que habitualmente se emplean en el mundo disciplinar de las relaciones internacionales.

Las funcionarias estadounidenses, sobre las que ya nos hemos ocupado, llegan a nuestro país para saldar una disputa geopolítica que inquieta a Washington, pero también a Londres y la OTAN. Desde luego, la ronda también debería ocuparse de la central nuclear de Atucha, el radar fabricado por el INVAP, el G5, los recursos naturales y las relaciones de Buenos Aires con China y Rusia.

Pero también se abre un debate sobre la compra de armamento bélico necesario para la Argentina. Nuestro país había decidido recomponer en parte sus aviones de combate que, como sabemos, sufrieron un debilitamiento entre la guerra de Malvinas y la obsolescencia de los aparatos todavía en funcionamiento. En un primer momento, se había decidido adquirir alrededor de 16 aviones JF- 17 Thunder, de procedencia china, cuya etapa de estudio y conclusiones por parte de Argentina terminó hace tiempo, sin que se conocieran observaciones negativas sobre esos modelos. El avance de esta operación de compraventa puso en alerta a las potencias occidentales. Por una parte, Inglaterra mantiene la prohibición de que Argentina pueda hacerse de cualquier tipo de pertrecho militar fabricado en todo o en parte en el Reino Unido. Por la otra, los demócratas tampoco están dispuestos a ceder más territorio a la injerencia de Beijing en la región. Como al parecer el gobierno argentino habría decidido en un principio seguir adelante con la adquisición de esos aviones, desechando una oferta alternativa de Estados Unidos tendiente a imponer la compra de unidades de segunda mano, Washington mandó a dos de sus principales funcionarias a marcar la cancha y frenar lo que se observa como un nuevo avance de los chinos en la región. La decisión argentina no era un capricho. Los aviones estadounidenses F-16 que se nos pretende vender, actualmente usados por la fuerza aérea danesa, aunque se encuentran en buen estado de conservación, son tecnológicamente más atrasados que los que actualmente dispone, por ejemplo, la aviación chilena,. Un aspecto que, por su particular configuración de las hipótesis de conflicto, las FFAA argentinas consideran relevante.

La revista especializada Full Aviación, en un artículo escrito por Marcelo Cimino consigna que ante la advertencia norteamericana el gobierno argentino desecharía la oferta china y se inclinaría por la que debería autorizar Estados Unidos (https://www.fullaviacion.com.ar/2023/04/06/caza-para-argentina-el-f-16-mlu-pica-en-punta/). Las dubitaciones en materia internacional no deberían sorprendernos. Máxime cuando, en este caso, además de los temas críticos que configuran la agenda de las funcionarias entra a jugar el polígono estratégico que integran las Islas Malvinas y el resto del territorio argentino en el atlántico Sur. En medio de la convulsión de un mundo donde nada parece deparar certidumbres, el viaje de las celadoras de Washington no podría nunca asombrarnos.