Por Juan Antonio Sanz





Taiwán es en estos momentos el escenario de la pugna de chinos y estadounidenses por la hegemonía global, con las altas tecnologías como uno de sus campos de batalla y sin descartar una confrontación más radical.



El Gran Juego por la hegemonía mundial se desarrolla en el Pacífico y no es descartable que lleve a una confrontación armada de algún tipo entre sus dos principales contendientes, Estados Unidos y China. De momento, la economía es el principal campo de batalla, empezando por el ámbito de las altas tecnologías, y la disputa pivota sobre la isla de Taiwán. Una pugna cargada de tensiones que se han disparado en las últimas semanas, con maniobras militares y desafíos diplomáticos poco comprensibles. Esta partida geoestratégica y geoeconómica se adivina larga y muy peligrosa, pero sus piezas ya se están moviendo de forma inexorable.



Pekín ha publicado esta semana una estratégica hoja de ruta, la primera en lo que va de siglo, que advierte contra las injerencias extranjeras y amenaza con responder de forma contundente contra cualquier intento de consolidar la independencia de la isla del resto de China. Sea en la esfera política y militar, o ahogando la creciente industria de semiconductores chinos a favor de los taiwaneses.

La alusión es directa a Estados Unidos. Se adoptarán "todas las medidas necesarias" para impedir las actividades separatistas y su apoyo desde el extranjero. La publicación del Libro Blanco sobre la cuestión taiwanesa ha coincidido con el fin de unas maniobras militares que trataron de dejar claro que Pekín posee todos los medios para aplastar cualquier manifestación secesionista apoyada desde el exterior y que trate de desmantelar el actual statu quo de la isla, inalterado desde el fin de la guerra civil china, en 1949. En el texto, la denuncia china es clara: "En los últimos años las autoridades de Taiwán, encabezadas por el Partido Democrático Progresista (DPP), han redoblado sus esfuerzos para dividir el país, y algunas fuerzas externas han tratado de utilizar a Taiwán para contener a China, evitar que la nación china logre la reunificación completa y detener el proceso de rejuvenecimiento nacional".



China advierte de que hará uso de la fuerza para "tomar la isla" de Taiwán si es necesario

¿Se está preparando China para un conflicto híbrido con Occidente?

China lleva años preparándose para este eventual choque, que sería en buena parte híbrido y que parece ya estar en marcha en el ámbito económico. El confinamiento y la economía de guerra impuesta por el Gobierno chino a su población con el argumento de garantizar una política de 'Zero Covid' en el país donde se originó la pandemia del coronavirus han fortalecido una resistencia al colapso financiero y el desabastecimiento global en ciernes basada en el proteccionismo y la limitación de movimientos de la población china, que no tiene parangón en Estados Unidos y menos aún en Europa.

La invasión de Ucrania ha planteado el desgaste de Rusia en una larga campaña militar, pero de momento quienes han sufrido un gran descalabro económico han sido los países europeos, especialmente por los cortes del gas y petróleo rusos. Esta debilidad podría llevar a la recesión a muchos de estos países antes de fin de año. La amenaza añadida de una catástrofe de desabastecimiento tecnológico, si se dispara la crisis con China, completa un panorama muy oscuro para el viejo continente y el resto del planeta.

Con el marco de unas inusitadas maniobras militares en protesta por la desafiante visita a Taipéi de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, China ha demostrado su capacidad para bloquear por mar y aire a Taiwán. No parece tanta su fuerza como para llegar a una invasión militar, pero nadie duda de que tal asedio sí podría llevar al colapso de Taiwán, asestando un golpe irreparable a un mundo dependiente en gran medida de los componentes electrónicos taiwaneses.



Las claves del viaje de Nancy Pelosi a Taiwán

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China, el adversario a abatir con el pretexto de Taiwán

En ese Libro Blanco, publicado por la Oficina de Asuntos de Taiwán y titulado "La cuestión de Taiwán y la reunificación con China en la nueva era", Pekín apunta a Estados Unidos como el principal interesado en esa desestabilización del precario equilibrio en Extremo Oriente: "Todavía perdidas en delirios de hegemonía y atrapadas en la mentalidad de la Guerra Fría, algunas fuerzas estadounidenses insisten en percibir y retratar a China como un importante adversario estratégico y una seria amenaza a largo plazo. Hacen todo lo posible para socavar y presionar a China, explotando a Taiwán como una herramienta conveniente". La referencia es directa al Concepto Estratégico de la OTAN aprobado en junio pasado en la cumbre que la Organización Atlántica celebró en Madrid. En él se considera a China como un desafío a la estabilidad mundial. Esa hoja de ruta de la OTAN para la próxima década sigue a pie juntillas los intereses estadounidenses en la región de Asia-Pacífico.

Entre esos intereses figura la apuesta firme por la capacidad de producción tecnológica de Taiwán, que sirva a su vez de barrera de contención ante el crecimiento chino en ese ámbito, como dejó claro Nancy Pelosi en su visita a la isla. La política estadounidense, la de más alto nivel que visitaba Taiwán desde hacía un cuarto de siglo, se reunió el 3 de agosto con Mark Liu, presidente de TSMC, la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company. Si China invadiera Taiwán, como insiste en vaticinar Estados Unidos, esta empresa, la mayor mundial en ese ramo de la alta tecnología, colapsaría y habría un apagón tecnológico sin precedentes en todo el planeta por desabastecimiento de esos componentes indispensables hoy día.

Tal situación, en palabras del propio Liu, "destruiría el orden mundial".



Taiwán, estado de facto que no reconoce la ONU pero del que depende la tecnología mundial

La guerra por los chips taiwaneses sería una hecatombe, también para China

Las plantas de producción de TSMC fabrican en Hsinchu, en las inmediaciones de Taipéi, el 50 por ciento de los semiconductores mundiales, especialmente los destinados a empresas estadounidenses, europeas y, por cierto, también chinas, como el gigante Huawei. Con motivo de la visita de Pelosi a Taiwán y tras las directas amenazas de Pekín con sus maniobras militares, Liu explicó que la cadena de suministro global de semiconductores se rompería en caso de una invasión de la isla por el ejército chino y TSMC forma parte de esa red. "A su vez, se crearía una gigantesca turbulencia en China, pues los suministros de sus componentes electrónicos más sofisticados se verían cortados", afirmó. TSMC tiene dos enormes complejos de producción de semiconductores en la China continental.

Las importaciones chinas de circuitos integrados superan en valor a sus compras de petróleo en estos momentos. Con esos semiconductores, China alimenta su tecnología y sus exportaciones. Sus sanciones a Taiwán procuran evitar este ramo económico, pues actuarían como un bumerán. Por eso, los esfuerzos de China para acelerar la producción propia de semiconductores van contrarreloj y preocupan mucho en Estados Unidos, donde también se está impulsando esta industria indispensable para el resto de la economía. Y tanto Washington como Pekín saben que la clave de la producción de material electrónico y chips de última generación está en Taiwán.

Subvenciones para quienes inviertan en chips estadounidenses y castigo a quienes prefieran los chinos

La guerra de los semiconductores ya está en marcha y el viaje de Pelosi ya ha tenido efectos muy negativos. Según Bloomberg, la empresa china Contemporary Amperex Technology Co. Ltd. (CATL), la mayor fabricante de baterías para automóviles eléctricos, ha suspendido su anuncio de construcción de una gran fábrica en Estados Unidos que debería suministrar componentes a compañías como Ford o Tesla Inc. Aunque CATL podría revocar esta decisión, la amenaza ha profundizado si cabe más la brecha entre Estados Unidos y China.

No es ésta, sin embargo, la mayor deflagración en la guerra de los chips. Con la inminente Ley de Chips y Ciencia aprobada por el Congreso, Estados Unidos prohibirá a muchas empresas estadounidenses operar en China y producir semiconductores allí durante al menos una década. Tal medida afecta también compañías como TSMC o las surcoreanas Samsung y Hynix. Estas compañías no quieren transgredir la Ley de Chips, que prevé, por otra parte, subvenciones por 52.000 millones de dólares para apoyar la fabricación de circuitos electrónicos y chips en Estados Unidos.

Si a estas cortapisas se añaden las dificultades derivadas de la política de Zero Covid lanzada por la Administración del presidente chino, Xi Jinping, con restricciones, confinamientos y presiones sobre las empresas extranjeras y sus empleados que operan en China, no es de extrañar que muchas firmas de Corea del Sur estén planteándose mover sus fábricas a Estados Unidos.

Estados Unidos podría estar ganando una primera fase de la guerra de los chips, asegurándose las cadenas de suministro y coartando la obtención por las empresas chinas de tecnología básica de semiconductores (ojo, también por el Ejército chino). Con estas circunstancias, un golpe de mano militar podría ser la única salida que le están dejando al Partido Comunista Chino. El PCCh celebrará en octubre un Congreso clave para la continuación de Xi Jinping al frente del país. Pero no solo. Este foro también podría ser muy importante para revisar la hasta ahora eficaz política de contención militar que China ha mantenido durante décadas. El Gran Juego amenaza con empezar una nueva fase este otoño.



(*) Publicado originariamente en https://www.publico.es/internacional/taiwan-convierte-enclave-tecnologico-militar-lograr-hegemonia-mundial-china-estados-unidos.html#md=modulo-portada-bloque:4col-t5;mm=mobile-big