Por Francisco M. Bompadre
David Matza |
Gresham SYKES y David MATZA son dos autores que prestan más atención al contenido
específico de lo que se aprende (en nuestro caso el comportamiento criminal
juvenil) que al proceso a través del cual algo
se aprende (2004: 127). Los autores
cuestionan con diversos ejemplos y argumentos la premisa que sostiene que los
integrantes de una subcultura delictiva(sobre
todo en la versión de Albert COHEN) consideran
sus comportamientos ilegales como moralmente correctos. En efecto,
expresan que de ser cierta aquella no nos encontraríamos con delincuentes
juveniles que presentan sentimientos de culpa y de vergüenza ante su detención
o encierro; o bien no encontraríamos a delincuentes juveniles que muestran
admiración y respeto por las personas que cumplen con la ley, reconociendo así
validez moral en numerosas oportunidades al sistema normativo dominante; e
incluso tampoco distinguirían los jóvenes delincuentes entre aquellos que
pueden ser victimizados y los que no (ya sea por causas de parentesco, amistad,
grupo étnico, clase social, edad, género, entre otros) lo que bien podría
llevarnos a concluir que las “ventajas” de la delincuencia nunca son
“indiscutibles”; o finalmente, que los jóvenes no internalicen las demandas de
conformidad, aunque luego las intenten neutralizar por distintas técnicas, que
preceden al acto desviado y lo hacen posible (SYKES y MATZA, 2004: 128-131).
Los autores también cuestionan la idea que sostiene que las reglas o
normas sociales que exigen un comportamiento conforme a valores, casi siempre
se formulan en términos categóricos e imperativos: por el contrario, SYKES y MATZA presentan la idea de los “valores y normas como guías para la
acción contextualizadas y de
aplicabilidad limitada en función de tiempo, del espacio, de otros individuos y
de las circunstancias sociales” (2004: 130, subrayado en el original). Esto es
lo que explica el diferente tratamiento que se le da, por ejemplo, al acto de
matar: no es lo mismo matar en tiempos de paz que en tiempos de guerra; no es
igual matar al enemigo en armas que al enemigo prisionero, e incluso no es lo
mismo matar en legítima defensa que sin esta causal de justificación. Es por
ello que el sistema normativo se caracteriza por cierta flexibilidad y no consiste en un conjunto de reglas de cumplimiento
obligatorio en toda circunstancia y en todo lugar (2004: 131). Bajo estas
premisas y argumentos es que paraSYKES
y MATZAel delincuente no representa una oposición radical para la sociedad que
cumple con la ley (2004: 131).
Para SYKES y MATZA las técnicas de neutralización no
son posteriores al acto desviado (como un modo de protección del sujeto contra
el sentimiento de culpa) sino que, pareciera que en todo caso, son previos al
mismo y lo hacen posible. En algún sentido, las técnicas de neutralización
vienen a cumplir el lugar que E.
SUTHERLAND le daba a las definiciones favorables para el incumplimiento de
la ley (además de la asociación diferencial): “Es a través del aprendizaje de
estas técnicas que un joven se convierte en un delincuente juvenil, y no a
través del aprendizaje de imperativos morales, valores o actitudes en total
contradicción con aquellos de la sociedad dominante” (SYKES y MATZA, 2004:
131).
Los autores describen y agrupan a estas técnicas de neutralización en 5
categorías. La primera de ellas se llama:
1)
“La negación de la
responsabilidad”, y se observa cuando el sujeto aprende en cierta forma a explicar que no
actúa “libremente” sino por la influencia de factores externos (las malas
compañías, la ausencia de afecto por parte de sus padres, vivir en barrios de
mala fama, el entorno de la pobreza, etc.), es decir, fuerzas que son ajenas y
se encuentran fuera de su propio control. De esta manera, el joven va
preparando su desviación del sistema normativo dominante, pero sin necesidad de
un ataque frontal a las normas (SYKES y MATZA, 2004: 132).
2)
“La negación del daño”: El autor del hecho puede
reconocer su responsabilidad, pero el daño que implica la comisión de un delito
puede ser interpretado de muchas maneras. El joven manifiesta que su acción
delictiva es una travesura nomás, o bien que el dueño de los bienes afectados
puede soportar el daño (o lo paga el seguro), e incluso que las peleas
callejeras son duelos acordados voluntariamente por las partes (y por ende la
sociedad no debiera entrometerse). Es decir, a pesar de que el joven sabe que
contradice la ley, piensa que no es para tato o bien que no produce un
verdadero daño como para abstenerse de realizar ese tipo de conductas. Se trata
en todo caso de la extensión de una práctica social más general y extendida
(como “hacerse la rata”, “hacer una jugarreta”, etc.) antes que de un gesto de
oposición al sistema (SYKES y MATZA, 2004: 133).
3)
“La negación de la
víctima”: Incluso
si el joven llegase a admitir que es responsable del acto y que éste produjo un
daño, puede no obstante, alegar que a la luz de determinadas circunstancias
“ese” daño no es algo malo. En efecto, se trataría de una forma de castigo o
retribución justa: el delincuente asume
el rol de vengador y la víctima es puesta en el lugar del delincuente
(ataques a homosexuales, a minorías discriminadas, robos a dueños de comercios
que se consideran deshonestos, venganzas contra maestros catalogados como
injustos, etc.). De esta forma, al negar la existencia de la víctima
(convirtiéndola en un sujeto que merece el castigo), el acto queda moralmente
habilitado. También se da en los casos en que la víctima no está presente en la
comisión del delito, o bien es lo suficientemente abstracta como para no
producir una interferencia sólida en el joven.
4)
“La condena a quien
condena”: en
este caso el delincuente traslada el foco de sus acciones desviadas a los
motivos que tienen aquellos que desaprueban sus actos: el joven delincuente
alega que quienes lo van a condenar son hipócritas o desviados encubiertos (los
policías son corruptos, los maestros tienen alumnos preferidos, los padres se
desquitan con sus hijos, etc.). Al atacar a quienes lo sancionan o condenan, el
delincuente logra que su acción se pierda de vista con mayor facilidad.
5)
“La apelación a lealtades
superiores”: El control social se puede neutralizar mediante el sacrificio de las
demandas de la mayoría de la sociedad en pos de aquellas de los grupos sociales
más pequeños a los que pertenece el joven delincuente (sus hermanos, la
pandilla, el círculo de amigos, etc.). En este punto el joven delincuenteno necesariamente rechaza el orden legal dominante,
pero se niega a respetarlo en pos de un mandato más fuerte; pero se cree en
los dos tipos de normas (son las típicas frases: “siempre hay que ayudar a un
compañero”, “nunca se delata a un amigo”, etc.).
Para SYKES y MATZA, las técnicas de neutralización decisivas
para disminuir la eficacia del control social y explican en buena medida el
comportamiento delictivo de los jóvenes. Sin embargo expresan que debemos
estudiar más este tipo de técnicas: “es necesario obtener más conocimiento
sobre la distribución diferencial de técnicas de neutralización como patrones de
pensamiento operativo, por edad, género, clase social, grupo étnico, etc.(…)
Segundo, es necesario que se llegue a una mejor comprensión de la estructura
interna de las técnicas de neutralización, en tanto sistema de creencias y
actitudes, y su relación con varias clases de comportamiento delictivo. Algunas
técnicas de neutralización parecen adaptarse mejor a determinados actos
desviados que a otros” (SYKES y MATZA, 2004: 135).
El concepto
de “Deriva”
acuñado porDavid MATZA para
comprender el delito juvenil.
Como buen
lector de Jean-Paul SARTRE, nuestro
autor no puede aceptar la versión del determinismo estricto que ofrece la
teoría de la subcultura en torno a las causas del joven que delinque. En
efecto, aceptar un determinismo moderado le permite a MATZA recuperar la capacidad de elección y acción al sujeto:
“Algunos hombres son más libres que otros. La mayoría de los hombros, incluidos
los delincuentes, no son del todo libres ni están enteramente condicionados;
más bien, ocupan algún lugar en el medio” (2014: 72). Por eso es tan pertinente
la imagen que nos propone MATZA en
torno a la deriva, a esa situación que el autor describe como “la imagen
de un actor que no está obligado ni comprometido a cometer sus actos, pero que
tampoco es libre de elegirlos” (ídem.).
El proceso de deriva se encuentra en medio del camino entre el control y la
libertad:
A decir verdad, el
delincuente es accesible para muchas líneas de acción legal y convencional
incluso durante el periodo óptimo involucramiento. No sólo es accesible sino
que, si reflexionamos unos segundos, veremos que concomitantemente con su
involucramiento ilegal participa en forma activa en una amplia variedad de
actividades convencionales. Si el compromiso implica, como sabemos, declararse
no accesible para otras líneas de acción en el presente y el futuro, entonces el delincuente no es un individuo
comprometido. No está comprometido con la actividad delictiva ni con la
actividad convencional (MATZA, 2014: 73; subrayado personal).
La derivaentonces,
es la postergación de la elección para más adelante, es la falta de decisión
del “compromiso” con alguna de las
dos formas de vida: de esta manera el joven puede ir y venir permanentemente
sin la necesidad de definirse por una acción u otra (la delictiva o la
convencional). De allí que MATZA describa
que: “El delincuente existe de manera
transitoria en un limbo situado entre la convención y el crimen,
respondiendo por turnos a las demandas de ambos, coqueteando ora con una, ora
con el otro, pero siempre posponiendo el compromiso y evadiendo la decisión”
(2004: 75; subrayado en el autor).El concepto de deriva explica, en parte,
esa extraña situación que da cuenta de un innumerable (pero mayoritario)
porcentaje de delincuentes juveniles que llegados a la edad adulta deciden
“hacer las paces” con la sociedad y abandonan las actividades delictivas.
Bibliografía
MATZA, David
(1969).El proceso de desviación. Madrid,
Taurus, 1981.
- Delincuencia y deriva. Cómo y por qué
algunos jóvenes llegan a quebrantar la ley. Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.
SYKES, Gresham
y MATZA, David. “Técnicas de neutralización: una teoría de la delincuencia”
(1957), en Delito y sociedad. Revista de
Ciencias Sociales, Nº 20, Santa Fe, 2004, pp. 127-136.