Por Eduardo Luis Aguirre
Inicialmente pensé que este texto podría convertirse en el tercer artículo de una saga dedicada al mito urbano y colonial de los denominados “países serios” (1). Finalmente, reflexioné sobre la intrínseca gravedad de un episodio emblemático que fulmina lo que queda en pie de las democracias indirectas que generó la modernidad europea y decidí abordarlo sin eludir los precedentes domésticos que como coletazos de un nuevo orden no respetan límites o fronteras nacionales.
Eduardo Luis Aguirre dialogó en la edición sabatina de Multitud con Diego Mauro, historiador y Doctor en Humanidades y Arte (UNR).
Por Jorge Alemán (*)
Parece que cada discurso lleva en su matriz una fatalidad insuperable .
Al comienzo mantiene su novedad disruptiva, su condición de ruptura, su apertura a otro modo de pensar y habitar la lengua.
Por Eduardo Luis Aguirre
El "miedo al futuro" (*) se hace cada vez menos difuso. Una pesadumbre generalizada recorre el planeta. Al acelerado colapso ambiental se suma la barbarie del capital en su más injusta y flagrante modalidad de acumulación, una pandemia de pronóstico todavía incierto y una veintena de guerras diseminadas en diferentes latitudes.
Por Eduardo Luis Aguirre
La guerra es el horror. Un horror indecible. El que resume las pasiones más tristes de los seres humanos. El que masacra, humilla, aniquila y degrada a los pueblos. La guerra en Ucrania, cualquiera sea la lectura política que de ella se haga, no constituye una excepción a ese hiato oscuro de la condición humana.
Por Víctor Ternovsky (*)
Las lágrimas de cocodrilo. Son las que se les salen a los llamados 'líderes' occidentales, quienes, además de ejercer como portavoces del régimen de Kiev, se muestran 'extremadamente preocupados' por un conflicto bélico que, no sólo lo generaron ellos mismos –al imponer en Ucrania un Gobierno de corte nazi a través de un golpe de Estado–, sino que también lo están alimentando.