Por Eduardo Luis Aguirre
En la vorágine de reconfiguración de las disputas entre las grandes potencias por afirmar sus respectivas influencias en distintas zonas del mundo es menester apuntar, como una tesis derivada de investigaciones y lecturas, la nueva línea norte-sur que divide al Océano Atlántico, conocido en la antigüedad como Mar Tenebroso.
Groenlandia, la mayor isla del mundo, recubierta de eternos hielos pertenece al reino de Dinamarca, vale decir, a un país que compone la Unión Europea. El presidente Trump anunció en más de una oportunidad su intención de anexar ese territorio habitado por poco más de 50 mil habitantes. El propósito fue ratificado por el activo vicepresidente J.D Vance, en lo que sería el inicio de un trazado estratégico capaz de modificar el equilibrio planetario, al menos como lo hemos conocido hace décadas.
Más al Sur se encuentra la Isla Ascensión, un territorio británico de ultramar donde se reaprovisionaban los barcos ingleses durante la guerra de Malvinas. La isla, por ende, pertenece también al dominio de la gran alianza atlántica. Los británicos poseen allí la base aérea RAF Ascension Island (IATA: ASI, OACI: FHAW), también conocida como Wideawake Airfield o Ascension Island Base.
Un poco más al sur, descendiendo en esta línea imaginaria que respeta la lógica de la cartografía anglosajona, se encuentra el archipiélago de Canarias. En sus costas Marruecos ha realizado recientes maniobras con su marina de guerra. Hay que recordar que el reino de Mohamed VI mantiene un conflicto con España y que el mismo país del norte africano tiene el apoyo de potencias tales como Estados Unidos, Israel y Francia. Por si esto fuera poco, la importancia geoestratégica de las islas hace que el interés estadounidense en las mismas sea también ostensible, histórico y explícito. Tanto las empresas como la Administración estadounidense observan cada vez con mayor interés a Canarias en la convicción inicial de que el territorio insular es idóneo para iniciar o reforzar sus inversiones en el África Occidental.
Por otra parte, en las costas del África occidental están ubicadas algunas decenas de puertos o embarcaderos chinos y se presume sin demasiada discusión que Xi Jinping está interesado en Canarias, no sólo por los tres viajes que el líder chino ha realizado a la Gran Canaria en poco tiempo, sino también por los cien pesqueros chinos que navegarían al sur de las islas.
Finalmente, en el extremo del Atlántico Austral están situadas las Islas Malvinas y los demás territorios insulares ocupados ilegalmente por el Reino Unido. Malvinas es un territorio clave para la proyección antártica que se encuentra armada hasta los dientes. Además de la cercanía al casquete polar, Malvinas se encuentra muy cerca del Estrecho de Magallanes, el histórico paso interoceánico que, en caso de agudizarse la tensión comercial y la disputa con los chinos por el Canal de Panamá podría recuperar su centralidad geopolítica. El dominio del estrecho descubierto por el noble Fernando de Magallanes hace casi seis siglos, en la primera circunnavegación que registran los libros de historia. La importancia excluyente del estrecho posibilitaría a la OTAN, la mayor alianza militar de la historia, controlar ambos océanos. Hay que anotar respecto de Malvinas un fuerte dato militar. Cuando Argentina debió actualizar su casi inexistente dotación de aviones militares, Estados Unidos la obligó a que dejara una negociación no concluida con China y adquiriera una veintena de vetustos F-16 que estaban al servicio de Dinamarca, eran de origen estadounidenses y tienen una casi nula posibilidad de ejercer la defensa potencial de su soberanía contra las aeronaves inglesas de última generación asentadas en Malvinas.
La hipótesis se completa con la reciente existencia de una nueva alianza militar en el sur del mundo. Estados Unidos, Reino Unido y Australia anunciaron hace poco tiempo un ambicioso acuerdo de seguridad, supuestamente para compartir tecnología avanzada de defensa, en lo que se ha interpretado como un intento de contrarrestar los avances de China.
El pacto estratégico fue bautizado como Aukus (del acrónimo en inglés de Australia, Reino Unido y Estados Unidos) y tiene en la mira "defender los intereses compartidos en el Indopacífico" de estas potencias. El primer paso de ese intercambio de tecnología fue armar a Australia hasta los dientes.
La pregunta es si el “estilo Trump”, la “teoría del loco” continuará asumiendo riesgos indiscriminados o si, por el contrario, su objetivo es garantizar con la fuerza disuasoria de su complejo militar industrial su status de comprometida potencia, mientras fortalece un nuevo Pacto de Yalta que termine de definir la labilidad de los nuevos bloques de un mundo que, quizás demasiado anticipadamente, se asumió caprichosamente como multipolar..
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