La disolución del Pacto de
Varsovia en el marco de las nuevas relaciones de fuerzas globales, pusieron,
como ya hemos dicho, fuertemente en crisis la razón de existencia original de
la OTAN. La hipótesis de conflicto originaria, el “enemigo rojo”, había dejado
de existir, y por lo tanto, a pesar del poder militar incomparable de la gran
alianza atlántica, no fueron pocos los analistas que en aquellos años se
permitieron reflexionar sobre su utilidad y viabilidad.
A principio de los años 90. la poderosa OTAN veía
peligrar, con el descalabro de las burocracias socialistas, su continuidad al
quedarse sin enemigo. Disponía de medios, de un impresionante aparato militar y
mantenía intacta la estrategia de disuasión nuclear. Como bien lo hizo notar
Willy Meyer, un militar español habría descripto esa situación de desconcierto
en los siguientes términos: "la OTAN se ha convertido en una organización
con medios pero sin misiones, se están buscando nuevos objetivos para
garantizar su futuro."
Esos
nuevos objetivos comenzaron a delinearse en una reunión realizada en Roma,
durante el año 1991, que congregó a los referentes políticos de las grandes
potencias de la alianza, en la que Estados Unidos habría formulado dos
propuestas fundamentales.
“a) Dotar a la OTAN de capacidad para
realizar acciones fuera de la zona asignada en el protocolo inicial, lo que más
tarde se denominaría "misiones fuera del artículo 5".
b) Vincular la defensa europea a la de
los EE UU, lo que años más tarde, en ~996, al definir la Identidad de Defensa
Europea, se denominó "Fuerzas Separables pero no separadas",
eufemismo que explicita que cualquier fuerza europea estará indisolublemente
unida a las fuerzas y mandos militares de los EE UU.
En la mencionada reunión de Berlín, en
la búsqueda afanosa de los "nuevos peligros" que justificaran su
continuidad, se mencionan por primera vez "los peligros del Sur",
referidos a los países árabes. Es en ese contexto cuando el entonces Secretario
General de la OTAN, Willy Claes, afirma que "el integrismo musulmán
representa el mayor desafio para Europa desde la caída del enemigo
soviético." En argot militar, pasamos de un enemigo Rojo a uno Gris, y ese
color gris acaba por estar asociado a peligros poco o nada definidos:
-La posible degeneración de las
exrepúblícas soviéticas en nacionalismos expansionistas
-La dispersión del armamento nuclear en Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajastán
-Los conflictos del Cáucaso
-Los conflictos del Mediterráneo y los Balcanes
-La dispersión del armamento nuclear en Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajastán
-Los conflictos del Cáucaso
-Los conflictos del Mediterráneo y los Balcanes
Por primera vez, la OTAN necesita identificar
los posibles riesgos de forma muy genérica, e invadiendo clara-mente en algunos
de ellos el terreno del campo político o diplomático, pero esto se convierte en
necesario para "vender" al público la necesidad de su propia
continuidad.
Se preparaba el terreno de la mano de
la administración norteamericana, para poder intervenir más allá del artículo
5, es decir, no como respuesta defensiva y siempre y cuando fuese requerida
para ello por las Naciones Unidas. En este sentido, la Guerra de
Bosnia-Herzegovina fue el mejor escenario posible para esta nueva teorización
del papel a seguir por la "Nueva OTAN". En los primeros seis años que
sucedieron a la Guerra Fría la ONU puso en marcha más operaciones militares en
zonas conflictivas que en los 40 años precedentes. Las llamadas "Fuerzas
de Paz" no siempre pudieron cumplir su objetivo, especialmente por
debilidad, falta de resolución y, a veces, por no cumplir su mandato
estrictamente humanitario. Especialmente, su papel en la Guerra de
Bosnia-Herzegovina mereció una crítica rotunda por su pasividad e ineficacia a
la hora de contribuir a reducir el conflicto.
Cuando la ONU, de la mano de Butros
Ghali, decide en 1992 ampliar el papel de la misma en el mantenimiento de la Paz, es decir, no limitar la
actuación de la fuerza tras un acuerdo entre las partes en conflicto, sino
forzar a las partes a sentarse a la mesa de negociaciones, abre una portezuela
por la que la OTAN se apresura a entrar, siempre a las órdenes de la ONU. Así,
la OTAN estrena su nuevo papel, de la mano de Naciones Unidas, en una misión
"Forcing Peace" en Bosnia-Herzegovina para imponer los acuerdos de
Dayton.
La propia debilidad consentida de la
ONU permite que, en la década de los 90, más de 60 Estados hayan utilizado,
para el mantenimiento de la Paz, fuerzas ajenas de la ONU, con resultados
variados y no siempre bajo la autorización del Consejo de Seguridad.
La situación estaba servida para la
siguiente vuelta de tuerca de la OTAN, toda vez que se tenían ya prefijados los
nuevos riesgos grises que permitían una amplísima gama de posibilidades de
intervención en un sinfín de conflictos en distintos territorios: la
posibilidad de intervenir no como respuesta a una agresión a la Alianza, objetivo
fundacional de la misma. Solo faltaba quitarse el engorroso trámite preceptivo
para poder intervenir sin tener que contar con la autorización expresa del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La administración norteamericana,
tremendamente reacia al posible papel de NN.UU. como gobierno de un mundo
plural, soñaba con la posibilidad de poder intervenir desde la OTAN al margen
del papel que el derecho internacional otorga en exclusividad a las NN.UU. en
la autorización del uso de fuerza. Sin embargo, necesitaban una disculpa para
esa vuelta de tuerca.
La Intervención Militar en
Yugoslavia: Un golpe de estado a la comunidad internacional, un mensaje a un
mundo en conflicto
El Presidente de la Asamblea de NNUU, el
canciller uruguayo Opertti, no dudó en calificar la agresión de la OTAN a
Yugoslavia como un "Golpe de Estado Mundial... No querría pasar a la
historia como el Presidente de la Asamblea de NN UU precisamente el año en el
que ese organismo firma su acta de defunción".
Efectivamente, la agresión de la OTAN a
Yugoslavia hay que entenderla en estos términos. Como vimos anteriormente, la
Alianza carece de toda legitimidad jurídica para emprender esa agresión. La
garantía de la seguridad internacional corresponde al Consejo de Seguridad. Es
una organización "defensiva" (art. 3 y 5 del Tratado), con un área
muy limitada de acción (art.6), y el ataque contra Yugoslavia es claramente una
agresión en los términos fijados por la Resolución 3314 de NN UU y una
manifiesta intromisión contra un Estado Soberano conforme a los artículos 2.4 y
2.7 de la Carta de Naciones Unidas.
Pero se necesitaba una disculpa para
mostrar al Mundo quién es el que verdaderamente manda, para diseñar el modelo
de seguridad para el siglo XXI, y la disculpa se encontró en el conflicto/guerra
civil de Kosovo, conflicto en cuyos orígenes no está ausente la responsabilidad
de los gobiernos europeos.
Se justificó la agresión apelando al
derecho de injerencia para garantizar los derechos humanos. En este caso, los
del pueblo kosovar.
En un mundo con cuarenta millones de
refugiados, con casos - desgraciadamente- tanto o mucho más dramáticos que el
del pueblo kosovar, sorprende, por cínica, la justificación de esa agresión que
no esconde la preocupación por la suerte de los kosovares sino la imposición
por la fuerza de un Nuevo Modelo de Seguridad basado en la capacidad de
agresión de unos Estados contra otros pisoteando la Carta de Naciones Unidas.
El cinismo de la administración
norteamerica al posicionarse en los conflictos internacionales que ocasionan
desmanes a los pueblos es conocido por todos. La permisividad y, a veces, la
complicidad con Gobiernos antidemoctáticos que han cometido toda clase de
tropelías, persecuciones y muerte es consustancial con la administración
norteamericana.
En este caso, sin ir muy lejos,
Turquía, miembro de la OTAN, ha reconocido (Ministro Hacologlu, 1995) que en
cuatro años el ejército ha destruido 3.250 pueblos y aldeas y desterrado a tres
millones de kurdos. Se podrían poner infinidad de ejemplos de pueblos que en la
actualidad están sufriendo persecución o a los que no se les reconoce su
derecho a una vida digna y autodeterminada: palestinos, saharauis, indígenas de
Chiapas, colombianos, afganos,ruandeses, sudaneses, birmanos, peruanos
somalís...
¿Qué mensaje es el que envía la OTAN al
mundo?
Que nadie tenga la menor duda de que el
próximo bombardeo no será ni sobre Ankara, ni sobre Tel Aviv, ni sobre México
DF...
No. Para la OTAN no es un problema de
derechos humanos, es simplemenre la necesidad de resolver su derecho a la
injerencia en aquellos conflictos que geoestratégicamente interesen para preservar
su zona de influencia[1].
Luego de ese momento de supuesta
crisis de identidad, la más grande alianza
militar de la historia no solamente ha dejado atrás su rol inicialmente
“defensivo”, para protagonizar activamente ataques contra los pueblos que
ensayen experiencias autonómicas de cualquier tipo, sino que, como bien lo
acaba de señalar en instancias particularmente críticas el presidente Putin, no
ha parado de expandirse desde la caída del muro de Berlín, a pesar de declarar
lo contrario[2].
Para poder llevar adelante esa
escalada sistemática de disciplinamiento global, la OTAN contó con la ayuda
inestimable de organismos financieros, de las grandes cadenas informativas y
sus periodistas afines, de ONG`s
“progresistas” dispuestas a participar de las mayores manipulaciones y
tergiversaciones históricas conocidas, y de la propia Organización de las
Naciones Unidas, cuyo rol en el conflicto balcánico no puede dejar de
mencionarse.
[1]
Meyer, Willy:
“El viejo topo”, 1999, disponible en http://www.eurosur.org/somosmundo/informacion/varios/otan.html.