Por Eduardo Luis Aguirre
Hace algunos años, el pensador francés Christian Salmon compartió una atrapante conferencia con Darío Sztajnszrajber en el encuentro denominado “Santa Fé debate ideas”. La presencia de un intelectual contemporáneo de la estatura de Salmon no tuvo -cosa que habitualmente acontece- la difusión necesaria en todo el país.
El encuentro ocurrió en la década pasada, y buena parte de la presentación del discurso del visitante recorrieron dos de sus libros contemporáneos más reconocidos: “Storytelling” y “La era del enfrentamiento”. Felizmente, es posible acceder a esa disertación mediante youtube o intentar la trabajosa adquisición de los volúmenes, mayoritariamente agotados (*).
Salmon hizo una atractiva introducción sobre la idea del relato. Lo más original es que en su intervención comenzó recurriendo a una anécdota por demás ilustrativa.
A principios del año 2000, durante el gobierno George Bush hijo, un periodista estadounidense había pretendido llevar adelante una investigación sobre la la marcha del gobierno y la política internacional estadounidense. En lo que terminó siendo una suerte de primicia intelectual sobre qué es la realidad y qué es la ficción para la primera potencia mundial de un mundo entonces unipolar, el trabajador de prensa fue recibido por el asesor estrella del presidente, el recordado e influyente Karl Rove (imagen). Cuando el periodista intentó explicarle al funcionario el objetivo de su investigación, enmarcándola en el contexto de la libertad de expresión, del derecho a la obtención de información veraz y en la publicidad de los actos de gobierno (entre otros argumentos de neto corte político liberal) Rove lo interrumpió y lo increpó ásperamente, más o menos en estos términos: “Nosotros somos quienes construimos la realidad. Y mientras ustedes la comentan, nosotros ya vamos construyendo otra. Porque nosotros somos un imperio y tenemos derecho a construir nuestra realidad y los periodistas la comentan y la deconstruyen mientras nosotros seguimos construyendo una nueva realidad”. Una concepción análoga había expresado el ex vicepresidente de Bush, Dick Cheney el 15 de septiembre de 2001 a propósito de las violaciones a los derechos humanos en los que incurrió Estados Unidos en la guerra de Irak: "Tenemos que adentrarnos un poco en el lado oscuro, por decirlo así (...), tendremos que hacerlo en silencio, sin discusión, usando fuentes y métodos al alcance de nuestros organismos de Inteligencia, si queremos tener éxito. Éste es el mundo en el que esa gente actúa, así que va a ser vital emplear cualquier medio a nuestra disposición para, básicamente, conseguir los objetivos”.
El “lado oscuro” de Cheney es la ideología basada en la realidad que los storytellers construyen según Salmon. El sistema de control muestra su dinamismo y versatilidad.
El relato de Rove y Cheney va de la mano de una sobrefacturación de la ehistoria que no era frecuente ni siquiera en los Estados Unidos.
Las grandes transformaciones del mundo ocurridas entre la década de los 80´y las primeras décadas del siglo XXI exhiben una frondosa réplica en materia de construcción unilateral del relato y de la historia
El neoliberalismo necesita ficcionalizar la realidad, y lo hace junto con la irrupción de la denominada Sociedad de la Información del conocimiento.
De la primera revolución digital se avanza hacia una estrategia de conjugación de la realidad con el relato.
En poco tiempo la SIC evolucionaría hacia un fenómeno donde ocupa una centralidad la evidencia de una ficción organizada, a una sociedad de la narración.
El mundo del capitalismo financiero, sus CEOS, managers y gurúes van a alcanzar su mérito por las historias que son capaces de crear.
A eso se refería Baumann cuando hablaba del hombre líquido, el hombre estratega capaz de fluir adaptándose a los nuevos relatos sin juicio crítico alguno.
Aparecen los empresarios morales, pero también los actores políticos, los performers políticos. Desacreditados en sus pobres argumentaciones, pasan a ser referentes mediante festivales de narración groseramente prescindentes de lo verídico.
Desde Irak a la posverdad o la posdemocacia. Con campañas electorales que son grandes espectáculos narrativos y categóricos. Los sujetos deciden así en la misma forma en que podemos conectarnos emocionalmente con un candidato, igual que como nos comunicamos con una serie.
Las tesis de Salmon retienen su vigencia y ponen al descubierto un gigantesco operativo de mistificaciones.
Esto explica en buena medida por qué el imperio crea las condiciones de posibilidad para que las lógicas simplistas y regresivas del anarcocapitalismo hagan pie en buena parte de la sociedad. Ese anclaje no es casual. Mucho menos gratuito. La ejecución de estas “revoluciones” de nuevo cuño queda a cargo de intelectuales menores capaces de intentar (y hasta lograr) imponer una historia y una caracterización del mundo basada en mentiras ampulosas capaces de imponer, en esos festivales de narración, una realidad violenta, destructiva, capaz de destruir no solamente los estados sino las comunidades, de poner en jaque lo común que es la singularidad que caracteriza a los sujetos.
En este contexto, sin embargo, los anarcocapitalistas siguen siendo una secta de narrativas intensas. El mundo parece dirigirse a horizontes diferentes, donde los bloques y las naciones vuelven a adquirir una importancia trascendental. En los últimos cinco años, las amenazas al libre flujo de capitales y bienes se han intensificado a medida que han aumentado los riesgos geopolíticos. Algunas medidas apuntan al comercio y la inversión (aranceles, restricciones a las exportaciones, etc.) y otras afectan indirectamente los flujos comerciales, como las iniciativas para impulsar la fabricación nacional de semiconductores y los requisitos de contenido local. En 2023 se impusieron alrededor de 3.000 medidas de restricción del comercio, casi el triple de las impuestas en 2019, según el Dossier Internacional “Misión Productiva”. Fácil es imaginar que esas medidas tal vez se reproduzcan, como ya ha ocurrido, en un futuro y probable gobierno de Trump. Menuda desmentida a las desarticuladas tesis del anarcocapitalismo.