Por Eduardo Luis Aguirre

 

"Al día siguiente de fundar Colombia, Bolívar puso en práctica su propósito de iniciar la Confederación de los nuevos Estados hispanoamericanos. La idea de reunirlos en un Congreso en el istmo de Panamá cobró forma. Designó a don Joaquín Mosquera ministro plenipotenciario y encargado de negocios ante los gobiernos del Sur para gestionar el envío de representantes al istmo”.

“Mosquera fue acogido por Rivadavia con una indiferencia glacial. "Lo americano" no era buena música para los oídos del que en esos momentos abandonaba a San Martín en el Perú sin prestarle el menor auxilio”.

“Nada bueno podía esperar en Buenos Aires el enviado del fabuloso y absorbente Bolívar cuando La Gaceta, órgano oficial del gobierno, aplaudía la muerte del caudillo salteño Güemes, baluarte del frente patriota ante el ejército del rey, aunque simultáneamente adversario de la oligarquía agodada de Salta” (1).



La deuda externa es uno de los núcleos duros que acechan el futuro de los argentinos. Eso no merece demasiada explicación. Es, también, un debate histórico, bicentenario, que admite la disyuntiva entre una macabra e intencionada decisión antinacional y una conducta típica urgida por el dolo eventual del macrismo. Esa cuestión central se refleja geopolíticamente en la excelente nota de Alfredo Zaiat aparecida hoy en Página 12 (“Estados Unidos es el gran responsable, se lava las manos y exige más ajuste”). Su espacio dominical es un clásico que enseña el camino de la sana administración de los habitualmente desperdiciados espacios de reflexión propios, en medio de la pereza intelectual del resto y el fuego a discreción de los mayoritarios medios opositores. No es sencillo hacer docencia en economía, la disciplina secuestrada por el lenguaje abstruso de los representantes del establishment para describirla de manera inaccesible para quienes no somos economistas, para instalar lógicas de resignación colonial y para hacer aparecer como lógico lo disparatado. Zaiat lo consigue. Esta vez, describiendo de manera prolija la estatura e importancia del FMI, el funcionamiento de su áspera cocina y detallando la relación entre acreedor, deudor y un tercero que hace las veces de una autoridad de facto. Esta forma de elevar la exigencia del pensamiento, de socializarlo y contextualizarlo implica un esfuerzo explicativo donde el analista “Alemaniza” (permítaseme el neologismo) el diagnóstico y abarca los límites menos transitado del tema.

La cuestión geopolítica es una de ellas. Y ésta nos remite de inmediato a la historia. Esta deuda es un mecanismo de dominación que, en el mejor de los casos, inauguró Rivadavia, un personaje de triste memoria que encarnó los intereses más reaccionarios y pro británicos de buena parte de la porteñidad más retrógrada de la gran aldea.

¿Cómo olvidar la contracción de una deuda odiosa hace casi dos siglos? ¿Cómo dejar de pensar que ese proceso de postración decisivo era el tramo concluyente de las reservas y desconfianzas rivadavianas con el triunfo de las fuerzas independentistas en Ayacucho? ¿Cómo no caer en la cuenta que si la deuda es también una cuestión geopolítica y la Argentina tiene la conducción actual de la CELAC tal vez deberíamos pensar en emular el frustrado Congreso de Panamá, aquel proyecto inicial de unidad continental al que Rivadavia se negaba a enviar un delegado de su gobierno? ¿Cómo no asociar aquel abominable empréstito de la Banca Baring (“El nudo inicial de la estrangulación argentina”, según Jorge Abelardo Ramos) con este endeudamiento infamante? ¿Cómo no reflexionar que en un planisferio donde no existen autoridades simbólicas establecidas con capacidad de disciplinar las inequidades del mundo, América Latina tiene otros socios posibles que, cada uno por su lado y a su cuenta y riesgo, pueden aportar mucho en esta oscura encrucijada? Uno de ellos es la unidad de los pueblos y gobiernos que una y otra vez se levantan con sus voces propias, con sus propias voces, contra el imperio? Las inversiones chinas en nuestra América son un interrogante para todos, incluidos los acreedores y los propios deudores. Pero la evidencia de su decisión y magnitud es un dato a considerar. Guste o no, hasta hace algunos años nuestro país tenía más de 200.000 inmigrantes de China continental asentados en su territorio, la mayoría de ellos jóvenes, con actividades comerciales y/o económicas fraguadas en el peso de la autoridad simbólica, incluso pagando impuestos en la Argentina. Es interesante comprender el crecimiento de esa interrelación a través de los estudios académicos existentes, capaces de esclarecer y proporcionar una dimensión de ese vínculo (2). Otro tanto podríamos señalar respecto de las relaciones de la región con Rusia, y preguntarnos al menos si alguna solución no podría venir de ese acopio inexplorado de fuerzas. Quizás haya que considerar nuestro hiato desde otros saberes y perspectivas. Porque tal vez ya no hay zonas de influencia en esta mundialización circular del capital.









(1)   Ramos, Jorge Abelardo: “Historia de la Nación Latinoamericana”, p. 241 y 242, disponible en http://upcndigital.org/~ciper/biblioteca/Nacionalismo%20popular%20Latinoamericano/Jorge%20Abelardo%20Ramos%20-%20Historia%20de%20la%20Nacion%20Latinoamericana.pdf

(2)   http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-75992016000100025