Por Jorge Alemán (*)




El término en cuestión “sobredeterminó” a distintas generaciones en su existencia más íntima. Su   fuerza interpelante era inusitada, ¿qué era una revolución? ¿Cómo se sabía que se participaba en un proceso revolucionario? ¿Qué era un acto revolucionario, vivir para la Revolución, ser un revolucionario, escribir y pensar como un revolucionario? ¿Cuáles eran las verdaderas revoluciones y su rasgo diferencial frente al cual encolumnarse. Latinoamérica después del peronismo, Cuba y el Che… ¿Eran estos los nuevos lugares que la Revolución había elegido?
Son muchas las transformaciones históricas y especialmente en relación al nuevo modo de acumulación capitalista, las que llevaron a aquella palabra sagrada a su vaciamiento simbólico. De un momento a otro o a través de los años, la revolución ya no tenía el sujeto que la soportara. Muy pronto se fue desvaneciendo de las distintas gramáticas políticas, perdiendo su fuerza simbólica y apareciendo en las páginas centrales del libro negro de la historia. Revolución igual a burocracia asesina. Revolución igual a terror y gulag.


Revolución como retorno sacrificial al mismo lugar. Revolución como abolición de toda ética de la responsabilidad. Revolución como mortificación sobre el deseo y realización del goce sádico de un Amo feroz.
La palabra más importante en el reordenamiento político de la vida moderna quedo condenada en su propia realización, para desplazarse a los lugares más diversos del mercado y la publicidad. ¿Se ha hecho ya el Duelo por aquella palabra que nos hacía “hombres y mujeres de la verdad”? ¿Se puede hacer un duelo que inevitablemente es infinito por las vidas que dicha palabra demandó para su realización?
¿Y si tal vez fuera solo otro signo de los tiempos ahora engullido por la alcantarilla de la historia?

Pero en todo Duelo habita un resto inasimilable, un resto que no se deja dominar por ninguna metáfora y que permanece en reserva, sin que por ello necesariamente resurja una vez más.
O tal vez se trate, como en aquellas gotas antiguas de lluvia que caen uniformes sobre el mar, hasta que una sola cambia su trayecto y golpea sobre las otras abriendo un nuevo surco en el mundo. Ahora que se cumplirán 100 años de la Revolución de Octubre tal vez sea importante volver a indagar qué deseo escondía esa palabra, si es que era algo más que un nuevo capítulo del relato de un “idiota lleno de ruido y Furia”.
(*) Psicoanalista y escritor
Publicado originariamente en http://blogs.publico.es/otrasmiradas/6749/revolucion/