Por Eduardo Luis Aguirre
Las dificultades objetivas y comprensibles para comprender y reconocer los drásticos cambios sociales que se han producido en el mundo constituyen una de las grandes debilidades de esos microrrelatos nunca reunificados de lo que seguimos llamando las izquierdas, el campo nacional y popular o, directamente, los pueblos.
Los intelectuales orgánicos de esos sectores han desertado de una tarea imprescindible y las consecuencias de ese espacio mostrenco, de ese vacío conceptual ha ido fortaleciendo a lo que denominamos convencionalmente las derechas, que han logrado actualizar un nuevo paradigma totalizante de la realidad y afianzar en consecuencia su base política. En la batalla cultural, desatadas en condiciones desfavorables post Consenso de Washington, los sectores populares siguen recurriendo a las mismas narrativas, casi siempre insuficientes, reconocibles en sus gramáticas inconmovibles que datan de un siglo atrás y se repiten como clichés. Lo preocupante es que además desconocen olímpicamente cómo piensan las derechas, cómo imaginan el mundo y cuáles son sus autores o mentores preferidos. Se han desentendido de cómo el pensamiento reaccionario ha permeado una forma de ver la realidad, que es la que expresan las sociedades cada vez con mayor nitidez. Se han despreocupado de una prolija manera de enhebrar la realidad y conjugar expectativas, conjeturando prejuiciosamente en muchos casos que la derecha está compuesta por lúmpenes, perversos y negados. Eso hace que tampoco podamos imaginar cómo las derechas piensan la idea de futuro, las sociedades y los sujetos, la vida y la muerte, la política y el poder, de qué manera han detectado cómo la gente construye sus preferencias y elige sus candidatos en una votación, cuáles son sus principales relaciones y cálculos al tomar una decisión, qué rol juegan los discursos políticos clásicos, qué importancia le atribuyen al lenguaje corporal, cómo se han apropiado de imaginarios y de un sentido común conservador. ¿Sabemos algo de eso? ¿Nos interesa verdaderamente saberlo a quienes militamos en el campo popular? ¿Creemos importante analizar cuál es la valoración contemporánea de la duración argumentativa, del pensamiento rápido y el pensamiento lento, del ahorro, del presente y de las familias, de cómo construyen un candidato y de lo que los jóvenes que piensan de las antiguas lealtades permanentes? Los think tanks de las nuevas derechas abrevan en autores medulares que se ocupan de analizar econométricamente la forma de adoptar las decisiones de los sujetos, la importancia de los datos y el estudio de las frustraciones. Leen o escuchan a pensadores como Alex Pentland, Alain de Benoist, Olavo de Carvalho, Alex Kaiser o Daniel Kahneman, un psicólogo Premio Nobel de Economía sobre los temas más variados, algunos de ellos decisivos, como veremos. En el plano local, las nutrientes son varias. Desde la importancia de algunas universidades hasta la evidencia sorprendente de que un predicador chato como Agustín Laje haya escrito el libro más vendido en la última feria porteña. Es increíble que ese afán por encontrar respuestas no nos haya motivado para estar también nosotros a la altura de estos desafíos culturales urgentes. Mientras proliferan nuevas creencias trascendentes, crece el cognitivismo y las neurociencias, avanza la meritocracia y el lenguaje se limita a la brevedad de las redes, en la Argentina, en pocos meses, una elección habrá de definir mucho más que un gobierno.
Imagen: Página 12.