Por Eduardo Luis Aguirre


Escribió hace unos días el analista Artemio López: "Con el triunfo de Néstor Kirchner y luego con los gobiernos de CFK, por primera vez desde la recuperación democrática, el gobierno se comportó COMO CONTRAPODER en el país, convocando por eso en su apoyo a buena parte de los sectores juveniles que vieron en él un canal para expresar su rebeldía y oposición al modelo neoliberal. "Humildemente, creo que no podemos perder de vista que las condiciones objetivas y las relaciones de fuerzas mundiales han cambiado dramáticamente en la región en los últimos tiempos.

El neoliberalismo en estos años desmontó salvajemente muchas de las conquistas de la dinámica primera década del tercer milenio. Empezamos de nuevo un recorrido arduo desde una posición mucho más desfavorable y encontrar un lugar para protegernos de la agudización mundial de las estrategias de control y disciplinamiento va a significar una estrategia para nada distendida. Dejo ex profeso al margen las consideraciones de la economía mundial que quedan a vuestro cargo, porque me asumo como un rotundo desconocedor de la disciplina. Ser “contrapoder”, con este mapa, no va a resultar sencillo. Se advierte, no obstante, una estrategia de reconstrucción de pueblo que tampoco va a ser fácil, como forma de articular una nueva hegemonía. Por eso creo que garantizar la vigencia de las instituciones políticas, los derechos civiles, políticos y sociales adquiere una connotación emancipatoria. El respeto y la radicalización de las formas democráticas no sería un objetivo menor, porque las ultraderechas ni siquiera pueden soportar los postulados del liberalismo decimonónico. Tampoco lo sería la disputa urgente por el sentido de significantes tales como democracia, libertad, justicia, igualdad y república. El camino al que algunos rotulan -sin permitirse la necesaria duda metódica- como “socialdemócrata” en estas latitudes no creo que se elija. Tal vez, no lo sé, sea una vía para desarrollar y custodiar una convivencia armónica contra la guerra civil que plantea la derecha. Si se quiere, un repliegue táctico mientras se surfea el desastre civilizatorio.

Este es un momento, quizás, para poner a prueba la vigencia de la potencialidad argenta de apropiarnos de cualquier tradición intelectual y traducirla en clave propia. Como decía Tony Judt hace más de diez años: ""Crecí en una época de prosperidad, seguridad y confort y, por tanto, al cumplir 20 años, en 1968 me rebelé"

"Qué suerte que el antinazismo exigiera -hasta el punto de definirse en función de ellos- orgasmos en serie"

"Para vivir una revolución de verdad, uno iba a París. Fui allí en la primavera del 68 para respirar la historia"

"Desde nuestro punto de vista, fuimos una generación revolucionaria. Qué lástima que nos perdimos la revolución".

La revolución, que parecía estar a la vuelta de la esquina hace cincuenta años (en este sentido sugiero la lectura de “Todo o nada”, un clásico de María Seoane), hoy se encuentra con una realidad mundial espectral. Solamente dos multinacionales, Apple y Google, acumulan 350.000 millones de dólares de libre disponibilidad. La muñeca y la sintonía fina del Ministerio de Economía han logrado incrementar plausiblemente las reservas del país en 7000 millones de la moneda norteamericana en un año. Para eso tuvo que hacerse un gran esfuerzo para frenar la fuga, llevar adelante un fuerte control estatal, aprovechar los precios internacionales y la caída de la actividad económica y la disminución de las importaciones, además del freno al flujo de la sangría de dólares por la suspensión del turismo al exterior (1). Estas últimas dos variantes están asociadas a las consecuencias económicas del acontecimiento pandémico. La asimetría en las cifras da la pauta del comportamiento global de lo que Alfredo Zaiat llama “tecnofeudalismo” (2). Las corporaciones son mucho más fuertes que los estados y eso alarma tanto a las grandes potencias como al propio FMI: las grandes multinacionales, por primera vez, se están independizando del circuito político y de poder económico internacional que hasta ahora incluía a los estados nación, mientras los índices de las principales bolsas del mundo alcanza niveles record en plena epidemia. Esto coloca a los países dependientes frente a una encrucijada crucial de cara al avance de un capitalismo impiadoso que no podrá sujetarse a los límites y controles de un estado social de derecho. Esa lógica se ha puesto de relieve con toda su ferocidad en casi todos los países del continente. En esta coyuntura abrupta, pareciera que la preservación de las formas jurídicas y políticas de las democracias a las que antes anatemizábamos como “burguesas” encarna el primer atisbo de una tarea común y protectiva de cualquier proyección emancipatoria. Un segundo cometido tal vez implique la profundización y la radicalización de estos formatos institucionales. La relación de fuerzas sociales y política será, en última instancia, la que decida el futuro de centenares de millones de habitantes de Nuestra América.

(1) https://www.pagina12.com.ar/358606-dolar-blue-la-campana-para-forzar-una-fuerte-devaluacion

(2) https://www.pagina12.com.ar/357029-el-capitalismo-camina-hacia-el-tecnofeudalismo