Por Eduardo Luis Aguirre

En un mundo caracterizado por la vertiginosidad de las transformaciones tecnológicas y una cotidiana explosión informativa, las generalizaciones y las consignas formuladas como textos se convierten en armas letales cuando de lo que se trata, justamente, es de encontrar trabajosos puntos de amarre o aproximaciones a las complejidades del siglo de la pandemia.

Esta realidad inéditamente compleja del neoliberalismo no admite simplificaciones. Abjura del maniqueísmo de las gramáticas que optan por no trascender el marco agitativo. Opinar siempre, emitir juicios, echar mano a certidumbres sin constatación alguna complican a los lectores y los sumergen en un mar incógnito sin retorno, en un abismo confusional y frustrante. Quienes se animan a afrontar el desafío de la lectura lo hacen buscando ansiosamente que la palabra y las ideas escritas les permitan organizarse frente a los sargazos de un océano que ya no reconoce hojas de rutas. Escribir se vuelve en estos tiempos un ejercicio sincrético y sintético que con frecuencia supone poner en diálogo autores y pensadores y avanzar luego pacientemente desde esas plataformas de lanzamiento epistémicas.

He experimentado aquella sensación muchas veces. El consignismo convertido en estilo periodístico o literario se ha convertido el laberinto más oscuro y extenuante para el lector y establece el límite de lo razonable para quienes escribimos. Me ocurrió hace unos días con un artículo de una periodista de un diario favorito del progresismo urbano de este país, que recopilaba párrafos intentando articular la relación entre neoliberalismo y lenguaje. Me volvió a ocurrir cuando leí un breve escrito que planteaba la  necesidad de asegurar la separación de la iglesia respecto de los estados como forma de evitar el cercenamiento de ciertos derechos fundamentales, en especial los que atañen a loscolectivos LGBTIQ+ y a las mujeres. El texto tomaba como ejemplo puntual de hipótesis regresiva el caso de Rusia y una eventual reforma constitucional en ese país que significaría un menoscabo de esos derechos toda vez que por medio de esa enmienda Vladimir Putin (se supone que en alianza con la jerarquía ortodoxa) “quería perpetuarse en el poder apelando al machismo soviético". Esa afirmación me llevó inmediatamente a pensar en dos cuestiones complejas. Una es el crecimiento sostenido de las creencias trascendentes. Más del 80 por ciento de la humanidad se afilia a alguna de ellas y una buena razón para entenderlo es precisamente la incertidumbre y la inexistencia de relatos totalizantes capaces de explicar u organizar la realidad de una manera alternativa o, quizás, lo inexorable e inagotable de lo religioso. La segunda cuestión, mucho más urgente por su mera enunciación, es la afirmación de la existencia de un "machismo soviético". Recuerdo sin ironía alguna que el país de los soviets colapsó hace décadas. Pero además me pregunto sobre la ligereza de asociar el mayor experimento de justicia social del que tengamos memoria (con todas sus debilidades históricas y errores a cuestas) con el machismo. Y la verdad que me pareció muy extraño. 

Porque en los setenta y cinco años que duró la Revolución soviética se llevaron a cabo grandes avances en cuestiones de igualdad de género, sin que esto implicara resolverlas todas, desde luego. De hecho, esta nota se ilustra con uno de los enormes carteles que reivindicaban la emancipación de las mujeres en la URSS.

"Según las estadísticas de la URSS, uno de los logros más importantes fue sacar a la mujer del campo. En 1939 había un 32% de mujeres en núcleos urbanos. En 1959, un 48%, y en 1970, un 56%. En el medio rural, la progresión fue la contraria: en 1939, 68%; 1959, 52% y 1970, 44%. El broche de esta evolución fue Valentina Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio.

En 1970 un 51% de los asalariados eran mujeres. Se partía de que, a finales del siglo XIX, un 55% de las mujeres eran sirvientas, un 25% granjeras y un 13% asalariadas. En 1989, un 48% del total de asalariados soviéticos eran mujeres. Un 60% de los ingenieros eran mujeres, un 87% de los economistas, un 70% de los médicos y profesores y un 90% de los bibliotecarios. No obstante, en el mundo académico solo un 13% eran doctoras. Había un embudo o techo de cristal en los altos niveles profesionales".

El derecho al aborto, el divorcio, el derecho al voto, la emancipación laboral y el acceso al trabajo cualificado, a la educación, a una concepción diferente de la familia, alejado del paradigma patriarcal, la licencia por maternidad, la creación de un órgano estatal – el Zhenotdel – que tenía a su cargo la tarea de educar a las mujeres de todas la regiones de la enorme Unión Soviética acerca de sus nuevos derechos políticos, económicos y laborales fueron algunos adelantos revolucionarios para la época.



“La Revolución Soviética fue un parteaguas en la historia universal de la opresión de las mujeres. Desde sus comienzos, la Unión Soviética postuló como uno de sus ejes rectores la igualdad de condiciones para mujeres y hombres y esto a su vez presionó a otros países a seguir los pasos de la emancipación femenina. Fue Engels quien puso en evidencia la principal causa material de la opresión de éste género: la institución social de la familia, que, según el pensador, perpetúa el poder del patriarcado y de los hombres mediante la posesión de los medios de producción y reproducción familiar. En la Unión Soviética era crucial la liberación femenina, pues como propuso Innesa Armand, una de las figuras más emblemáticas del feminismo en la revolución rusa: “Si la liberación de la mujer es impensable sin el comunismo, el comunismo es también impensable sin la liberación de la mujer”.

Hoy la Federación Rusa recorre un camino que asume mucho más largo. Se prepara para transitar un mundo multipolar post- pandémico y entonces piensa que debe fortalecer sus tradiciones nacionales. Entre ellas, la religión juega un rol preponderante como articulador de su identidad colectiva. Los paradigmas posmodernos y globalizadores han sido puestos en tensión por una religiosidad creciente que coloca en un rol de resistencia minoritaria y defensiva a las izquierdas clásicas. Razones y motivos no le faltan: en muchos casos, las religiones encarnan la columna vertebral de los movimientos emancipatorios actuales. En su último discurso en Davos, Putin dejó en claro que su país asumió efectivamente un liderazgo en la tarea de pensar el mundo que sucederá a la epidemia: "Me gustaría señalar aquí que la crisis social y de valores ya se está convirtiendo en consecuencias demográficas negativas, por lo que la humanidad corre el riesgo de perder continentes enteros de civilizaciones y culturas”. Civilizaciones, valores, culturas, tradiciones. Quienes hayan leído “La Cuarta Teoría Política” de Alexander Dugin notarán un marcado aire de familia entre el recorrido de esta obra filosófica y el desguace de los postulados posmodernos emergentes del Consenso de Washington que Putin insta a superar recurriendo a un trayecto original. Esa trayectoria deberá ser “positiva, creativa y armoniosa”, para permitir afrontar los desafíos urgentes que planteará la realidad que sucede a la peste, sobre todo atendiendo al rol que en ese momento asumirán los estados nación, tal vez inesperadamente revalorizados. Ese resurgimiento de las naciones no puede concebirse sin una revitalización de los acervos religiosos. Menos en Rusia, dado el enorme prestigio social que siempre ha tenido la iglesia ortodoxa y que se ha amplificado en la era post-soviética (3). Hay que reflexionar seriamente sobre esta consecuencia probable del acontecimiento pandémico. Para los progresismos de anclaje posmoderno, lo más prudente sería en este caso respetar el ciclo dialéctico de Lacan: observar, comprender y, recién entonces, concluir.



 
(1)   “La mujer en la URSS”, publicado por Álvaro Corazón Rural, disponible en https://www.jotdown.es/2018/04/la-mujer-en-la-urss/

(2)   Cruz, Pablo: “Así vivían las mujeres en la Unión Soviética”, disponible en https://noticieros.televisa.com/especiales/asi-veia-union-sovietica-las-mujeres/

(3)   Pastor Gómez, María Luisa: “La resurrección de la ortodoxia en la nueva Rusia”, disponible en https://eprints.ucm.es/id/eprint/57573/1/Eprints_TFM_Mar%C3%ADa_Luisa_Pastor.pdf