Por Francisco María Bompadre
Cultura y Estructura en el “sueño americano”
El sociólogo norteamericano Robert MERTON, uno de los más destacados del siglo XX, contribuyó con sus estudios a consolidar un lugar de relevancia para una disciplina novel aún como la sociología, en el análisis del delito y de las conductas divergentes. Su obra más importante se llama Teoría y Estructura Sociales y es del año 1949. En ella,   MERTON retoma el concepto de “anomia” (de antigua tradición en el sentido de violación a la ley, ya desde la cultura griega) utilizado por DURKHEIM en el famoso estudio sobre el suicidio, y le da una nueva significación al vincularlo con el delito, el crimen y la conducta desviada. Mientras DURKHEIM ponía el acento en la anomia como el estado de carencia o de falta de normas sociales, donde es posible observar una situación de gran desintegración del lazo social (en el contexto social de la revolución francesa, el proceso de urbanización, las transformaciones en el mercado de trabajo, etc.); MERTON por su parte, profundiza el concepto de anomia como producto de la disociación entre la estructura cultural (metas) y la estructura social (medios) (Gallino, 2008: 33-36), es decir, no es la falta de regulación normativa sino en todo caso, la falta de cumplimiento de aquello que las normas prometen lo que genera o es fuente de anomia: si para DURKHEIM la falta de regulación llevan a las aspiraciones infinitas por parte del sujeto; para MERTON es al revés, son las aspiraciones infinitas (del sueño americano) las que conducen a la falta de regulación (Downes y Rock, 2011: 167). El concepto de anomia, a partir de lo postulado por MERTON se volvería central en los análisis criminológicos posteriores (Morrison, 2011: 46).  



Efectivamente, MERTON está buscando una explicación de tipo sociológico a la conducta divergente o desviada, resultándole la etiología individual poco relevante para su estudio. En este sentido, sostiene que una conducta desviada “puede considerarse desde el punto de vista sociológico como un síntoma de disociación entre las aspiraciones culturalmente prescriptas y los caminos socialmente estructurales para llegar a ellas” (2002: 212; subrayado personal). MERTON afirma que la cultura estadounidense promueve una serie de valores, status, consumos y formas de vida (el “american way of life”) como socialmente ideales y que deben ser alcanzados por todos los miembros de la sociedad para sentirse plenamente integrados y exitosos; pero que al mismo tiempo, la estructura social no les permite a todos los sujetos acceder al tipo de vida idealmente promovido por esa cultura. Solo una minoría de ciudadanos podrá acceder a la tierra prometida del capitalismo norteamericano, y en este desacople se produce y genera para MERTON una situación de anomia, que puede desembocar en una serie de conductas que no se ajustan a la “normalidad” programada.

Las respuestas frente al fracaso del “sueño americano”
El contexto en el que escribe el autor es el de los Estados Unidos que siguió inmediatamente a la época de la gran depresión, donde se palpa el contraste entre el “sueño americano” tan publicitado y la persistente realidad de desigualdad económica notoria. No obstante, no es la desigualdad la clave del análisis, sino justamente lo que el sueño promueve: la posibilidad de que todos (no solamente los nobles o la aristocracia, como privilegio que aún persistía en muchísimos países de Europa) puedan acceder a la riqueza (los “nuevos ricos”) trabajando duramente y desplegado los propios talentos individuales (Downes y Rock, 2011: 165-166). No hay que olvidar que el ideal cultural promueve la figura de un hombre que nació en una cabaña de madera y llegó a la Casa Blanca como presidente de la Nación (por Abraham Lincoln). Sin este presupuesto de igualdad (al menos formal) para todos, no podría tener sobre los sujetos tanta fuerza y presión el ideal a alcanzar, dado que sería restringido solo a una parte minoritaria de la población.

Robert MERTON describe a la cultura norteamericana contemporánea de su época, en la que él vive, expresando que ésta:
Parece aproximarse al tipo extremo en que se da gran importancia a ciertos éxitos-metas sin dar importancia equivalente a los medios institucionales (…) En una gran medida, el dinero ha sido consagrado como un valor en sí mismo, por encima de su inversión en artículos de consumo o de su empleo para reforzar el poder (2002: 214, destacado personal).
Sobre este punto, incluso MERTON nos señala que el éxito monetario es indefinido y “en el Sueño Norteamericano no hay punto final de destino” (2002: 214). La potencia con que el “sueño americano” se había vuelto hegemónica en la sociedad norteamericana (y más tarde expandida incluso a otros países) contrasta con esa sociedad que no puede darle las mismas oportunidades a todos los que se esfuerzan en llegar a los estratos más altos de la estructura social. Sobre este diagnóstico MERTON expresa que se produce una integración deficiente porque se le asigna una importancia muy desproporcionada a los objetivos que promueve la estructura cultural, y los medios para llegar a obtenerlos se distribuyen de manera muy desigual. En ese clima entonces, donde los objetivos o metas y los medios para acceder a las mismas no se encuentran armónicamente integradas, MERTON describe que las respuestas o adaptaciones del sujeto frente al ideal del “sueño americano” pueden ser de cinco tipos: 1) conformidad, 2) innovación, 3) ritualismo, 4) retraimiento, 5) rebelión.

La primera de las adaptaciones, la conformidad, no es estrictamente una conducta desviada como claramente se comprende y es la respuesta que la mayor parte de los ciudadanos realizan, siendo la más extendida y aceptada (de otro modo no habría sociedad posible, no se podría dar continuidad y reproducción al orden social). Las otras cuatro respuestas se engloban dentro de lo que MERTON llama conductas divergentes, lo que incluye situaciones que no son necesariamente conductas delictivas, como el caso del “retraimiento” ante la imposibilidad de acceder al status y los bienes que la cultura hegemónica publicitan como necesarios para ser un ciudadano exitoso (2002: 218). Dentro de las conductas divergentes encontramos la “innovación”, quizás la forma más importante de conducta divergente para MERTON. Se trata de una adaptación mediante el uso de medios institucionalmente proscriptos, pero eficaces para alcanzar las metas culturales: si bien el individuo internalizó la importancia de los objetivos culturales, no sucede lo mismo con la internalización de los modos y los medios para alcanzarlos. Nuestro autor lo expresa claramente: “La presión dominante empuja hacia la atenuación gradual de los esfuerzos legítimos, pero en general ineficaces, y el uso creciente de expedientes ilegítimos pero más o menos eficaces” (Merton, 2002: 224). En definitiva, la propia cultura presiona fuertemente para conseguir metas pero no le brinda materialmente los medios a todos por igual (aunque sí en lo formal), generando así una frustración que aumenta los niveles de conducta divergente, muchas de las cuales son delictivas.
Otra de las adaptaciones posibles es el “ritualismo”, entendiendo por tal la situación del “abandono o la reducción de los altos objetivo culturales del gran éxito pecuniario y de la rápida movilidad social a la medida en que pueda uno satisfacer sus aspiraciones. Pero aunque uno rechace la obligación cultural de procurar ´salir adelante en el mundo´, aunque reconozca sus horizontes, sigue respetando de manera casi compulsiva las normas institucionales” (Merton, 2002: 229). Este tipo de respuesta no representa en general un problema social, pero sí está claro que se aleja del modelo cultural publicitado: “no me afano por nada”, “juego sobre seguro”, “estoy contento con lo que tengo”, “no aspires a demasiado y no tendrás desengaños”, etc. Este tipo de frases es una adaptación que el sujeto realiza ante una estructura cultural demasiado competitiva y que genera un alto nivel de ansiedad (Merton, 2002: 229). MERTON describe sobre esta situación que: “Es, en resumen, el modo de adaptación para buscar en forma individual un escape privado de los peligros y las frustraciones que les parecen inherentes a la competencia para alcanzar metas culturales importantes, abandonando esas metas y aferrándose lo más estrechamente posible a las seguras rutinas de las normas institucionales” (2002: 230; subrayado en el original).
Otra de las posibles respuestas, el “retraimiento”, es la menos frecuente de las adaptaciones estudiadas por MERTON; pudiendo sostenerse que el retraído está en la sociedad pero sin formar parte de ella al no compartir el consenso en torno a los valores sociales. Según MERTON los retraídos son los extraños de la sociedad: “a esta categoría pertenecen algunas actividades adaptativas de los psicóticos, los egotistas, los parias, los proscriptos, los errabundos, los vagabundos, los vagos, los borrachos crónicos y los drogadictos” (2002: 232). Se trata de sujetos que renunciaron a las metas de la cultura y su conducta no se ajusta tampoco a las normas institucionales; son los sujetos que ponen en duda la sociedad como tal a través del rechazo de los valores que la sustentan, e incluso, implican un riesgo improductivo para la propia sociedad (Merton, 2002: 233). Se trata de una adaptación que rechaza las metas que la cultura establece y al mismo tiempo tampoco acepta los medios legítimos que la estructura social ofrece: “”El conflicto se resuelve abandonado ambos elementos precipitantes: metas y medios. El escape es completo, se elimina el conflicto y el individuo queda asocializado” (Merton, 2002: 233). 
Finalmente, la última de las respuestas adaptativas posibles es la “rebelión”. Esta situación se presenta cuando el sujeto trata de organizar una estructura social nueva y muy modificada. Desde este punto de vista se trata de una respuesta de tipo colectiva: “supone el extrañamiento de las metas y las normas existentes, que son consideradas como puramente arbitrarias. Y lo arbitrario es precisamente lo que no puede exigir fidelidad ni posee legitimidad, porque lo mismo podría ser de otra manera” (Merton, 2002: 235). El sujeto de esta adaptación considera que debe articularse de otra manera la relación entre mérito, esfuerzo y recompensa.

Algunas críticas a la teoría mertoniana
En MERTON, parece ser que hay demasiado peso en las clases bajas como protagonistas de la conducta desviada de innovación (2002: 223), lo que puede entenderse como un ocultamiento de las dimensiones, cantidades y proporciones de conducta desviada en los sectores más altos. Es decir, la diferencia radicaría en el lugar que se le asigna a las clases altas como protagonista de conductas delictivas (SUTHERLAND) y de conductas desviadas (MERTON). MERTON tampoco se explaya respecto de la conducta “conformistas”, sobre todo teniendo en cuenta que según él mismo afirma se trata de la respuesta más corriente y se da en un sistema socioeconómico notoriamente desigual, lo que merecería algún tipo de explicación. Nuestro autor critica la desigualdad de oportunidades en los medios, pero no nos dice en ningún momento por qué exista esta asimetría. También se le ha critica un cierto mecanicismo en la explicación de la conducta divergente por parte de MERTON y una excesiva homogeneidad en la caracterización de las pautas culturales (las sociedades tienden a ser más plurales de lo que MERTON reconoce). Sin embargo, la crítica más importante es quizás la noción de “privación relativa”.


Excurso I: Disponibilidad diferencial de los medios ilegítimos
Richard CLOWARD propone la fusión de dos grandes tradiciones sociológicas en torno al problema de la desviación: la primera es la que abreva en la “teoría de la anomia” iniciada por Emile DURKHEIM y continuada por Robert MERTON; y la segunda, denominada “transmisión cultural” o “asociación diferencial”, ilustrada fundamentalmente por los aportes de Clifford SHAW, Henry McKAY y Edwin SUTHERLAND (2008: 139). El concepto clave que aporta CLOWARD es la variable que el autor denomina “disponibilidad diferencial en el acceso a los medios ilegítimos”, entendiendo por tales a aquellos proscriptos por las buenas costumbres y que exceden a los comportamientos ilegales (2008: 140, subrayado en el original). En efecto, expresa con mucha claridad CLOWARD que si los medios legítimos no están disponibles para todos los individuos en igualdad de condiciones y se hallan diferencialmente distribuidos en la estructura social, algo similar sucede con el acceso a los “medios ilegítimos”:
[…] Como si el individuo, al observar que “no puede hacerlo legítimamente”, simplemente se volcará hacia los medios ilegítimos que se encuentran al alcance de la mano, sea cual fuere su posición en la estructura social. Sin embargo, estos medios pueden no estar disponibles (2008: 143, encomillado en el original).

En este sentido, nuestro autor agrega que la disponibilidad del acceso a los medios ilegítimos está controlada por varios criterios, tratándose de un sistema de oportunidad limitado antes que infinitamente disponible (igual que en el supuesto del acceso a los medios legítimos) y disponible de manera diferenciada según la posición que el sujeto ocupe en la estructura social. Y por “medios” (legítimos o ilegítimos) debemos entender según el autor, tanto los ámbitos apropiados de aprendizaje para que el sujeto adquiera los valores y habilidades asociados a la ejecución de determinado rol, como así también la oportunidad para desempeñar dicho rol una vez entrenado para ello: abarca entonces tanto la estructuras de aprendizaje como las estructuras de oportunidad (2008: 144).

Excurso II: la privación relativa.
El argumento de la privación relativa es uno de los conceptos más interesantes y fructíferos que elaboraron los realistas de izquierda releyendo a ROBERT MERTON (no sólo la teoría de la anomia sino también la teoría del grupo  de pares y de referencia mertonianas). Para el realismo de izquierda la privación relativa es la causa del delito, tomando distancia de la privación absoluta y la pobreza que habían fungido como causas del delito para la social democracia clásica del Estado de Bienestar (LEA y YOUNG, 2001: 2, 25 y 122). LEA y YOUNG sostienen que una tasa de criminalidad elevada “se da en condiciones precisas: cuando un grupo aprende, basándose en su pasado, que se lo está tratando de manera injusta […] y no existe una vía política de expresión de este descontento. Es necesario que exista descontento político y económico y que falten oportunidades económicas y políticas” (2001: 122). Y buena parte del descontento surge cuando las personas se dan cuenta que los valores de una sociedad equitativa o que se basa en el mérito personal (que el capitalismo mismo inculca como sistema) se chocan con las injusticias materiales (reales) que transcurren en el mundo (LEA y YOUNG, 2001: 122-123). Por esto mismo, uno de los padres del realismo de izquierda nos recuera que no debemos olvidar que la privación relativa “es una criatura de la comparación" (YOUNG, 2001: 97). A los diez años de haber escrito el libro clásico del Realismo de Izquierda: ¿Qué es lo que debe hacerse con la ley y el orden?, los autores reconocen que le dieron mucho énfasis al papel de la privación absoluta como causal de la comisión de delitos y que el delito:

[…] no es la consecuencia de los niveles de pobreza absoluta ni del desempleo sino de la percepción de desigualdades injustificadas por parte de la sociedad, del quedar excluidos de las recompensas de la sociedad capitalista (tanto de riquezas materiales como de prestigio o estatus individual) y de quedar marginado de los canales legítimos para corregir el desequilibrio (LEA y YOUNG, 2001: 25, subrayado de los autores).

Y el argumento de la privación relativa les permite a estos autores dar una buena explicación al hecho de que haya aumentado el delito en los países europeos en el periodo de los 30 años gloriosos (1945-75) donde la economía creció a niveles muy altos después de la segunda guerra mundial. Efectivamente, si la causa del delito fuese la privación absoluta, sería difícil para el criminólogo explicar el alza de la tasa de delitos cuando la economía y el empleo crecen. Por el contrario, la privación relativa lo puede explicar y salir airosa: “la sensación de frustración y fracaso por parte de los pocos que quedaban atrás debía lógicamente aumentar” (2001: 25). De esta manera, la privación relativa nos permite explicar el aumento del delito en períodos de boom económico, y aún más en aquellas épocas de crisis y recesión: “El descontento y la frustración que alimenta la criminalidad, aunque también están presentes en la primera, tiene más peso durante la última, de lo que da testimonio el volumen aún mayor de criminalidad que se suma a los índices anuales entre 1980 y la actualidad, cuando se compara, por ejemplo, con el período 1960-1970” (LEA y YOUNG, 2001: 27; YOUNG, 2001: 97).  

A su vez, el argumento de la privación relativa nos sirve para explicar toda forma de delito y no sólo el llamado “delito común”.  En efecto, los propios LEA y YOUNG expresan que “la sensación de privación relativa puede sentirse en todos los niveles de la estructura social y constituye un gran impulso al delito de cuello blanco”, afirmación que los autores ejemplifican con casos de delitos bancarios a gran escala (2001: 26, subrayado de los autores). La privación relativa atraviesa a todos los niveles de la escala social y se relaciona a la propia cultura capitalista y los valores en que la misma se sostiene:


Bibliografía

CLOWARD, Richard. “Medios ilegítimos, anomia y comportamiento desviado” (1959), en Delito y sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nº 26, Santa Fe, 2008, pp. 139-156.
DOWNES, David y ROCK, Paul. Sociología de la desviación. Barcelona, Gedisa, 2011.
GALLINO, Luciano. Diccionario de Sociología. México, Siglo XXI, 2008.
LEA, John y YOUNG, Jock. ¿Qué es lo que debe hacerse con la ley y el orden? Buenos Aires, Editores del Puerto, 2001.
MERTON, Robert. “Anomie, anomia e interacción social. Contextos de conducta desviada” (1954), en CLINARD, Marshall (ed.). Anomia y Conducta Desviada, pp. 201-226, Buenos Aires, Paidós, 1967.
  - Teoría y estructura sociales (1949). México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
MORRISON, Wayne. “Anomia”, en Mc LAUGHLIN, E. y MUNCIE, J. (comps). Diccionario de Criminología, pp. 44-47. Barcelona, Gedisa, 2011.
TAYLOR, Ian, WALTON, Paul y YOUNG, Jock. La nueva criminología. Contribuciones a una teoría social de la conducta desviada. Buenos Aires, Amorrortu, 2001.
YOUNG, Jock. “Escribiendo en la cúspide del cambio. Una nueva criminología para una modernidad tardía”, en SOZZO, Máximo. Reconstruyendo las criminologías críticas, pp. 75-114. Buenos Aires, Ad-Hoc, 2001.