PARTE
I: SISTEMA CARCELARIO ARGENTINO. TITULO I: HISTORIA DE
LA PRISIÓN
La revolución industrial en el siglo XVI,
en Inglaterra, efectuó un cambio rotundo
en
la
forma de vida
de la
sociedad.
La aspiración
capitalista convirtió al tiempo en un
valor monetario. En función de esto, se realizó una nueva
organización de la producción con miras a obtener mayor cantidad de productos
en menos
tiempo. En
este contexto surge la
prisión,
con la función de retirar del espacio social al conjunto de personas que no
se incorporaran al sistema de producción como trabajadores y establecerlos en
un sitio destinado a
la
producción de mercancías mediante un régimen temporal ultra regulado. Luego, con el surgimiento de la fábrica, la prisión
pierde su papel de
unidad de producción de
mercancías manteniendo sus
otras funciones (aislamiento de
la
sociedad, etc.).
Ya con la sociedad “postmoderna”, la cárcel ha
seguido vigente aunque
sin
adaptarse a
los cambios
que
aquella impone, convirtiéndose,
por
el
contrario, en centros de máxima seguridad
cuyo regimenes de aislamiento se presentan como un
espacio físico limitado y
con la finalidad de un disciplinamiento subsumido al objetivo de “neutralizar” la
peligrosidad de la población de internos,
respetando únicamente la vida
biológica del preso.
TÍTULO II:
PRINCIPIO RECTOR: FIN RESOCIALIZADOR (Art. 1, Ley 24.660)
Reglamentando la parte aquí pertinente del articulo 18
de nuestra constitución nacional, el articulo 1° de la ley 24.660 reza lo siguiente: “la ejecución de la pena privativa de libertad, en
todas sus modalidades, tiene por
finalidad
lograr que el condenado adquiera la capacidad
de comprender y
respetar la ley procurando su adecuada reinserción social,
promoviendo la comprensión y el apoyo de la
sociedad.
El régimen penitenciario deberá utilizar, de acuerdo con
las
circunstancias
de cada caso, todo los medios de
tratamiento interdisciplinario que resulten
apropiados para la
finalidad enunciada.”.
Este artículo sienta el principio rector para el servicio penitenciario y a la luz de la realidad veremos si en la
práctica es respetado.
TITULO III:
SITUACIÓN
ACTUAL
DE LA POBLACIÓN
CARCELARIA ARGENTINA.
Para comenzar con el desarrollo del
presente punto, hemos de analizar la
situación actual por la
que pasan los menores que tienen relación con la lay penal.
En tanto que para ser condenado un adulto debe necesariamente pasar por
un proceso penal (que puede o
no esperar en libertad) que finaliza con una sentencia firme dictada por un tribunal de
sentencia, la Ley 22.278/22803 permite que los jueces “dispongan” arbitrariamente de menores que se encuentran
presuntamente
en
situación de
“peligro o riesgo material
o
moral” incluso sin que se acredite de manera cierta su
participación en un hecho delictivo y sin que se
sustancie aún proceso
penal alguno.
La ilegitimidad de estas privaciones de la libertad salta a la luz de los pactos
y tratados internacionales incorporados a nuestro
ordenamiento jurídico al expresarse en
tratos
groseramente humillantes y degradantes de los menores en cuestión. Más aun todavía, cuando se ve que en esos periodos indefinidos de encierro, los menores se ven discriminados al no gozar con los beneficios
de los que participan
loa adultos en el mismo sistema
penal como
por ejemplo modalidades de
prisión diurna, nocturna, de
fin
de semana, regimenes progresivos, entre otros.
Ya en vistas a la población carcelaria en general (entiéndase sin distinciones etarias), también saltan a la vista otras formas de desprecio a los derechos humanos de los presos. Entre ellas se constata la existencia de personas
privadas de su libertad que son trasladadas
arbitraria y unilateralmente por
las
autoridades del Servicio Penitenciario Nacional a cárceles que distan
cientos de kilómetros de Sus respectivos hogares, lesionando su
derecho a recibir visitas. Por ejemplo, en el ámbito federal, presos que viven en la ciudad autónoma de Bs.
As. o en el conurbano bonaerense son trasladados a cárceles ubicadas en Neuquén,
Río Gallegos (Santa Cruz),
Resistencia (Chaco) y Rawson ( Chubut).
Otras violaciones a los derechos humanos se encuentran en el hecho de que en
las plazas para participar de tratamientos para personas con adicciones
son escasas a tal punto que quienes las solicitan deben esperar años; en el modulo de jóvenes
adultos de Marcos Paz son
corrientes las humillaciones, golpes, abuso y amenazas; a su vez que se trata, mediante esto, a los
familiares de los detenidos en
forma degradante a
tal punto que
deben padecer volverse
de la cárcel sin haber podido entrar, “porque le
faltaba un documento que e otra unidad no se
les
exigía o porque llevaban
ropa de un color no admitido”, o habiendo
entrado pero debiendo sufrir requisas tan humillantes como pasar por rayos x o en caso de no querer someterse a ellos, bajarse
la bombacha y hacer flexiones. Además deben sufrir estas personas “la peor de las torturas: saber que sus seres queridos tienen frío,
son golpeados, corren riesgos”, llaman llorando
diciendo “me voy a suicidar”.
TITULO IV: EL
IMPACTO DE LA CÁRCEL
SOBRE LOS SERES HUMANOS.
Para demostrar el deterioro que ocasiona la prisión, a continuación
detallaremos 3
investigaciones
realizadas en
distintas partes
del
mundo sobre
esta cuestión.
El primer estudio sobre el que abordaremos fue realizado por el doctor
Eduardo Luis Aguirre y
se titula “Investigaciones
y
evaluaciones cualitativas sobre el impacto de
la prisión en las personas privadas de libertad”. En
el mismo el autor narra su experiencia personal vivida con reclusos de la unidad 26 de olmos que fueran estudiantes de la carrera
de abogacía. Él se encontraba con ellos los días miércoles, de
15 a
17hs, siendo
el número de asistentes variable (oscilando entre 4 y
20 asistentes) y heterogéneo (algunos internos tienen muy
pocas materias aprobadas
y otros están en un grado muy avanzado
de la carrera). En los encuentros se
desarrollaban temas relacionados a la cuestión criminal y sobre todo desde
la
perspectiva
procesal, como medios alternativos de
resolución de conflicto, plazo razonable, discursos
punitivos hegemónicos, prisión
preventiva, sistema penal juvenil, lógica
de los operadores del sistema, entre
otros.
Entre las impresiones que el Profesor
recolectó de sus estudiantes, le llamó particularmente la atención la de un estudiante de Derecho avanzado
(4° año) de más de 30 años de edad, quien le dijo: “ Doctor, pero allá afuera nos quieren prender fuego a todos…”, consiguiendo
el
asentimiento de
los demás compañeros. Por otra parte, el
investigador alude
a la sensación que
los
presos tienen de
ser
discriminados por los profesores de la Facultad y también de
parte de otros alumnos: “algunos profesores nos exigen más que
a los “estudiantes” porque somos presos,
y otros menos porque piensan que
nunca vamos a poder ejercer como abogados”.
Al finalizar uno de los encuentros – el primero- los presos le manifestaron al profesor “que este tipo de intercambios les hacia muy bien”, “que habían quedado muy contentos con esa primera experiencia”. Otras de
las
alusiones a que refiere, es la de un interno que
le
confeso que “hace 5 años que no
recibo visitas. Mi esposa me dejo en el 2000 y desde al 98 que no veo a mis hijas”. “la soledad te hace duro, pero te enseña cosas”. Dice, a su
vez, que otro se quejaba porque
n el
penal en el que había estado alojado hasta hace poco
tiempo, “debía trabajar al lado de las bombas, en un lugar cerrado
y con un ruido tremendo”;
que así no podía concentrarse.
Por último, el Doctor Aguirre nos hace notar que los presos son personas que
tienen esperanza de salir de allí y de trabajar por un mundo mejor,
cuando el refiere el haberles contado sobre su experiencia como profesional
del derecho, sobre su
cansancio tras 28 años de tarea intensa y continua, y
sobre su falta de energía para continuar ejerciendo su labor en el fuero,
y que ellos
le decían:
“Doctor, no se preocupe, cuando nosotros nos
recibamos, nos ponemos a “laburar”
con Ud. y le ayudamos…”. La segunda investigación
que
abordaremos
fue
realizada por Piotr Kropotkin y se
titula “Las cárceles y su influencia moral sobre los presos”. Ésta fue expuesta por este autor en el discurso que el pronunció en París el 20 de diciembre de 1877.
El autor parte de la premisa de que “la distribución de justicia fue siempre el
principal instrumento para crear derechos
y privilegios, pues se basaba en sólidos fundamentos de derechos constituidos; el problema de lo que ha
de hacerse con los que cometen actos antisociales contiene en consecuencia en sí
el gran problema del gobierno y del Estado”; en base a lo cual se pregunta
si
la condena a muerte o a la cárcel son justas, en función de lo cual plantea el interrogante sobre si logran o no el fin doble que se pone como objetivo,
entendiéndose por tal el
de impedir la repetición del acto antisocial y ( en lo
que atina a las cárceles) el de reformar al infractor. El estima que
“de la
solución que
se les de depende
no sólo la felicidad de
miles de
presos, no sólo el destino de mujeres y niños asolados por
la
miseria, cuyos padres y maridos no pueden ayudarles desde detrás de sus rejas, sino también la felicidad de la especie humana”.
Seguidamente, Kropotkin explica que ha tenido la oportunidad de conocer varias cárceles en Rusia, dos en Francia, y que diversas motivos de su vida lo han llevado
a estudiar las cuestiones penales, en base a lo cual pretende
relatar sus observaciones e ideas que fueron
resultado de todo
ello. A continuación expone
sus
conclusiones. La primera, basada en estadísticas,
es que, para el, la cárcel es una escuela de delito: “cuando un hombre a
estado en la cárcel
una vez, vuelve”. Y
más
aún, el profundiza en la cuestión al decir que
el hombre que ingresa a
la
cárcel por un delito leve vuelve a
ingresar a ella por
un delito más grave que el que cometió la primera vez.
Por otra parte, Kropotkin cree que las cárceles son
inútiles pues,
sean
cuales fueren los cambios introducidos en
el régimen carcelario, el problema de la
reincidencia no disminuye. En una visión quizás fatalista expresa: “Esto es inevitable; así ha de ser; la
prisión mata todas las cualidades que hacen
al hombre adaptarse mejor a la vida
comunitaria. Crea el
tipo de individuo que inevitablemente volverá a la cárcel para acabar sus días en una de esas
tumbas de piedra que tienen grabado: «Casa de detención y corrección»”.
Afirma que la privación de libertad a
un hombre no conseguirá que
mejore;
más
todavía, se cultivarán delincuentes habituales.
La tercera conclusión a la que arriba es que
en la cárcel se encuentran los
delincuentes menores, y que los mayores gozan de libertad e impunidad en
el seno de la sociedad. «Aquí están los de
las
pequeñas estafas, los de
las grandes andan libres y gozan del público
respeto». ¿Qué responder,
sabiendo que existen grandes empresas financieras expresamente dedicadas
a arrebatar los últimos
céntimos de los ahorros de los pobres, y cuyos
fundadores se retiran a tiempo con botines legales hechos a costa de esos pequeños ahorros? Todos conocemos esas grandes
empresas que
emiten acciones, sus circulares falsas,
sus inmensas estafas.
Refiriéndose al trabajo en
la
cárcel, concluye que los presos lo consideran
como un castigo, pues se hacen a la
fuerza, no ejercita las facultades mentales del trabajador y esta muy mal pagado.
Es por demás interesante apreciar las palabras de Kropotkin en referencia a
las
consecuencias que el cese de los contactos sociales provocan en las personas reclusas, en virtud de lo cual, y en razón de su elocuencia, trascribiremos la parte del discurso
a que
referimos: “¿Y qué inspiración puede
lograr un preso para trabajar
por el bien común, privado como está de toda conexión con la vida exterior?”(…) “En la vida
sombría del preso, sin
pasión ni emoción,
se atrofian
en seguida los buenos
sentimientos. Los trabajadores especializados que
amaban su oficio pierden el gusto por el trabajo. La energía corporal
se esfuma lentamente.
La mente no tiene ya energía para fijar la atención; el pensamiento es menos ágil, y, en cualquier caso, menos persistente.
Pierde profundidad. Yo creo que la disminución de la energía nerviosa en las cárceles se
debe, sobre todo, a la falta de impresiones variadas.
En la
vida ordinaria hay
miles de
sonidos y colores que asaltan diariamente
los
sentidos, un millar de pequeños hechos llegan a nuestra conciencia y estimulan la actividad del cerebro. Esto no sucede con los sentidos de los
presos. Sus impresiones son
escasas y siempre las mismas”.
A su vez, en otro lugar, trata del efecto de las ropas de la cárcel y de la disciplina, expresando en el mismo su
inquietud en el que el preso
no recibe el simple respeto debido a todo
ser
humano pues los hombres empiezan por
entregar una vestimenta de lunático a quien afirman querer reformar, a la par de que se lo considera como una cosa, un número, y como a cosa
numerada se le trata. Se
le
culpa de falta de disciplina si se
comunica con un camarada, si no le gusta la comida, si verse registrado le resulta humillante,
si
gusta disgusto porque el guardián trafica con tabaco, si divide su pan con
el vecino, si se
enfada por un insulto: la mas leve infracción de disciplina significará el más grave
castigo. “Por la persecución
le empujarán a la locura”, se
lamenta Kropotkin.
Ya finalizando el análisis al
presente discurso, no podemos dejar de lado los
resultados del estudio que este señor realiza sobre
las
personas de los carceleros. El autor es de la convicción de que estos hombres deben ser buenos, pero que sin
embargo, obligado
a vivir en terreno
enemigo, el
guardián no puede convertirse en un modelo de
bondad. A la alianza de los
presos se opone la de los carceleros.
En consecuencia, si
consideramos las distintas influencias de la
cárcel sobre el preso nos convenceremos de
que hacen al hombre cada vez menos apto para vivir
en sociedad. Por
otra parte, ninguna
de estas influencias eleva las facultades intelectuales y morales del preso, ni le lleva a una concepción mas elevada de la vida.
La
cárcel no mejora al preso. Y además, ya hemos visto que no le impide cometer otros delitos. No logra, pues, ninguno de
los
fines que se
propone. La tercera investigación que analizaremos consiste en un estudio real que
fue volcado en
la película “El experimento”,
dirigida por
Oliver
Hirschbiegel en el
año 2000. A tales efectos, tendremos como columna
vertebral del desarrollo el trabajo
sobre ésta efectuado por
Francisco Maria
Bompadre en su articulo “Pasión por
encerrar”.
En dicha
ficción, se buscan voluntarios para
participar durante 14 días en un
experimento acerca de una
prisión simulada; la oferta se
publicita en un diario de
circulación masiva, y se
ofrece a cambio de la participación una considerable suma de
dinero. El experimento se
centra sobre la conducta en
la
cárcel, destacándose el análisis en la
obediencia/desobediencia a
la autoridad.
El profesor Thon -director del experimento- les indica a los participantes
que algunos de ellos deberán renunciar a sus
derechos civiles durante dos semanas, lo que no deben subestimar. Seguidamente, les pregunta si alguno
desea abandonar el experimento, obteniendo por resultado que
nadie lo hará. Explica a los participantes que
la
regla principal del proyecto será
la seguridad de los voluntarios y la prescindencia de violencia, bajo sanción de ser expulsado del
mismo. A continuación, selecciona a
quienes harán el rol de guardiacárceles, les entrega los uniformes
y
los elemnecesitarán para desempeñar sus tareas
(esposas, silbatos, bastones); luego
de lo cual les indica que a partir de
ese momento su trabajo consiste en
mantener la paz y el orden y que se acaten las reglas. También les dice que
su
primera asignatura es explicarles la situación a los prisioneros. Pasan a
los bañarlos en
las duchas con mangueras y les
dan un camisón
para
ponerse, que lleva
un número que los identifica,
un par de ojotas para
calzarse y no tienen ropa interior para usar. Luego, van todos hacia las
celdas para asignarlos. Son
llevados por los guardiacárceles y
durante el recorrido, en un clima de entusiasmo y relajación, un guardia llama la
atención de un preso por el número que
lleva en su bata. Esto provoca que todos los internos miren qué número le tocó a cada uno de ellos. Hacen fila
y entran por un
pasillo hacia las celdas. Los guardias les piden a los
prisioneros
que se formen detrás de la línea blanca trazada en el suelo del pasillo de
las
celdas. Uno de
los
guardias les lee las reglas a los prisioneros: la primera regla establece que se los identificará y
se identificarán entre sí
sólo por el número que llevan.
La segunda establece que a los guardias se
los
llamará “Sr. Guardia de
Prisión”. La tercera regla expresa que cuando se apaguen las luces
los prisioneros
no
deben
hablar entre
sí
(hasta ese
momento aún persiste un clima de camaradería, ejemplificado en el caso
que uno de los prisioneros al escuchar esta regla contesta “entonces
cantaremos”). La cuarta, establece que los alimentos se deberán
consumir por completo (uno de los prisioneros
retruca entonces “léanos
el menú”, y todos los demás aplauden). La quinta regla obliga
a
obedecer inmediatamente cada orden de los guardiacárceles. La
sexta, sanciona la desobediencia de una orden con un castigo que
no se especifica; y ante la
consulta de un interno sobre el tipo de sanción un guardia expresa
que son
flexibles. Finalizado esto, los internos son
ubicados de a tres por celda. El
lugar cuneta con cámaras filmadoras para que
se pueda ver lo que
está
sucediendo. El líder
que asume el
rol de tal desde el principio es un ejecutivo, que
según sus propias palabras en la
entrevistas personal con los responsables del experimento expresa que “varias personas trabajan para
mí”. Ninguno de
los voluntarios tuvo algún tipo de experiencia en prisión alguna, por lo que no
se
puede atribuir sus conductas a esas experiencias previas que en este caso están ausentes.
En el primer día del experimento ya comenzaron los problemas cuando uno de los guardias se mezcla entre los presos para jugar al básquet, lo que
deriva en una burla que un preso (el 77) le hace a uno de los guardias: “uno
a cero a favor nuestro”, acto en el cual se ubica en el rol de
líder de los internos. Durante
la
noche un guardia cárcel (Eckert) hace salir al 77 de
su celda y lo hace hacer lagartijas ordenándole que mientras lo hace le bese los
pies, lo
que le consigue la felicitación de los demás guardiacárceles.
En el segundo día, a raíz
de lo ocurrido la
noche anterior continuaron
los problemas. Entonces los guardiacárceles pretenden restablecer el
orden humillando a los internos: al interno 77 lo hacen desvestir, lo esposan y lo sacan fuera de la celda dejándolo esposado junto a las rejas que están frente de la celdas como forma de advertencia a los demás internos; medida que
fue reprobada por el director del proyecto con la
recomendación de poner
en práctica otro
tipo de medidas de ahí en
adelante.
En el tercer día algunos guardias le solicitan a los presos que no se repita lo de la noche
anterior y toman a 77 lo
atan, lo rapan y le orinan
encima.
Durante el trascurso del cuarto día no se desarrollan hechos de violencia física, pero sí hay internos que se quiebran emocionalmente y debates entre
los
participantes del proyecto y los directores sobre la expulsión del mismo
de ciertas personas.
El quinto día fue terrible, se cometieron hechos Aberrantes, en otro intento
de atropello de los guardiacárceles sobre los internos y también respecto de la asistente del profesor Thon (a quien intentaron violar), lo que arrojo como
consecuencia la muerte de un interno y un guardia cárcel, y otras personas heridas.
A consecuencia de esto el experimento fue interrumpido.
Pareciera ser entonces que personas normales que
no demuestran patología alguna, insertos
en un determinado dispositivo de poder
(la cárcel) terminan
realizando ciertas acciones que
en términos abstractos negarían ser capaces
de realizar.
* Alumnos de la Carrera de Abogacía de la UNLPam.