A partir de los hechos que se suceden actualmente en distintas
provincias argentinas, reeditamos una entrevista que le hicimos al Profesor
Zaffaroni durante 2002, y que
reprodujéramos en este mismo espacio en el año 2009. Un ejercicio de
anticipación que no tiene desperdicios y conserva una dramática actualidad.
¿Cuál o cuáles son, a su entender, los
instrumentos para acotar la violencia –legitimada e ilegítima- de los aparatos
represivos del Estado en América Latina?.
“Primero, sería necesario jerarquizar a las policías y convertirlas en
verdaderas policías comunitarias. El gran peligro de los aparatos de poder aquí
no son los servicios de inteligencia, sino las policías comunes, que se
autonomizan. De este modo reciben el poder que otrora era de las fuerzas
armadas y comienzan a protagonizar golpes de estado. Si bien no asumen el
poder, derrocan políticos cuando no les gustan (caso Rio de Janeiro, golpe
interno en Plaza de Mayo en diciembre del año 2001). Sería necesario permitir
que se sindicalicen para desarmar el poder de las cúpulas corruptas, terminar
con la recaudación y las cajas y darles salarios y condiciones dignas de
trabajo. En otro orden sería necesario reforzar la selección de los magistrados
por concurso en toda la región y la autonomía de los poderes judiciales. Desde
lo académico impulsar discursos realistas y no meramente tecnocráticos.
Despertar la conciencia jurídica hacia la verdadera función de lo judicial, que
es de contención y de vigilancia de las agencias ejecutivas”.
¿Hacia dónde cree que evolucionarán
finalmente las nuevas formas de violencia estatal frente a las protestas
colectivas y, en su caso, por qué motivos? Cómo aprecia que podría
evolucionarse hacia una idea de resolución de conflictos que rompa y supere la
lógica binaria de responder a la creciente violencia social con mayor violencia
de las agencias estatales?
“Evolucionan hacia el aumento de las
contradicciones entre los sectores excluidos. Criminalizados, victimizados y
policizados provienen del mismo sector social excluido. El fomento de la
violencia entre ellos es funcional al mantenimiento de sus condiciones de
exclusión. En tanto se maten entre ellos no tomarán conciencia de su situación
y no podrás coaligarse y tener protagonismo político. Es la forma de controlar
socialmente y por la violencia a la masa de pobreza generada por los programas
de contracción económica del FMI que buscan reducir las importaciones con la
disminución del consumo, para mantener balances comerciales favorables que
produzcan divisas y permitan el pago de los intereses de la deuda externa. El
pronóstico es negro si continúan las presentes condiciones. Cambiará si se
logran aumentar las exportaciones con valor agregado o si una conmoción
política genera conciencia social en los excluidos. La técnica de control
social de los excluidos no será rodear las villas y favelas con los cosacos,
sino hacer que se maten solos. Es lo que no entienden quienes piensan en el
siglo pasado. Para que esto se produzca se necesitan varias condiciones: 1) de
política general, o sea, conciencia política en la clase dirigente. Creo que el
vacío no se sostiene, algo va a suceder, es la lógica de la política, ningún
espacio queda vacío y las viejas dirigencias están agotadas. 2) condiciones
económicas, no es comprensible que el 5° exportador de alimentos del mundo
tenga gente buscando hamburguesas podridas en la basura, que una población
entrenada a la producción industrial tenga un 30% de desocupación mientras se
exportan productos sin valor agregado, ganado en pie, petróleo crudo, etc.
3) las ONGs, las
iglesias, los movimientos barriales, en algún momento se darán cuenta de que la
lucha por el poder es lucha por el saber y el know how. Es inevitable. Empezará
una competencia por el saber entre excluidos e incluidos. El 70% de la
población no se va a suicidar, de eso estoy seguro. 4) Los medios masivos
tendrán que asumir cierta responsabilidad o se desacreditarán totalmente ante
la población”.
¿Puede esperarse que “esta” agencia
judicial opere efectivamente como límite al poder punitivo estatal, atento a
las rémoras de una ideología conservadora y una extracción de clase (una
cultura, en suma) más compatible con el statu quo que con actitudes
democráticas y progresistas que caracteriza a muchos de sus integrantes? La
misma pregunta le formulo respecto a la agencia policial, en muchos casos
sospechada de represión y corrupción.
Creo que si se sindicalizan las policías, por su extracción social y por su
experiencia directa con la realidad cotidiana, producirían un cambio bien
profundo a mediano plazo. El problema es que hoy hablan por sus cúpulas y éstas
son corruptas porque las estructuras les exigen que lo sean. Una discusión
horizontal de las condiciones de trabajo las cambia. En cuanto al judicial,
creo que la selección por concurso cambiará notoriamente su perfil. Además, hay
una responsabilidad que es nuestra. Debemos generar discursos progresistas en
el campo jurídico. La academia, con su encierro, su tecnocracia, su formación
de abogados tradicionalista, es bien responsable de lo que sucede. Incluso los
sectores progresistas, que hicieron un discurso político pero no técnico, como
si fuesen esquizofrénicos. Creo mucho en el poder del propio discurso jurídico,
al menos para crear mala conciencia en la gente, lo que no es secundario. La
mala conciencia es un motor importante.
Finalmente: ¿qué rol adjudica a los juristas y académicos más o menos
allegados a las disciplinas penales, en orden a la construcción de un nuevo
abordaje con relación a los conflictos y la violencia social del continente?
Vuelvo a lo anterior. Los jueces, fiscales y abogados no salen de una
incubadora, sino de las universidades, que somos las usinas ideológicas del
sistema penal. Si seguimos con discursos de tipo neokantiano, o parecidos,
enseñando que somos técnicos y no políticos, y nos olvidamos que una dogmática
jurídica es un programa político que debe ser aplicado por un poder del estado,
estamos jodidos y no haremos nada. Si respondemos a nuestra realidad y a sus
necesidades y hacemos un discurso técnico orientado a una política progresista,
es lógico que no todos lo asuman, pero por lo menos habrá siempre un discurso
alternativo y eso genera mala conciencia incluso en los que se refugian en lo
aséptico y repiten la experiencia del neokantismo mezgeriano, que pasó desde el
imperio guillermino hasta la república federal diciendo lo mismo, como si nada
cambiase. No podemos seguir esos caminos en Latinoamérica, salvo que pensemos
en darle un discurso a una corporación para que pase por sobre el genocidio sin
mirar.
Un reportaje de Eduardo Luis Aguirre.
* Aclaración: Este reportaje fue efectuado el 16 de julio de 2002, en el marco
del Doctorado en Sociedad de la Información y el Conocimiento de la UOC, y de
la asignatura “Gestión del Caos. Introducción a la Conflictología”.