Por María Angélica Palombo y Nancy Cardinaux*

"El universo era un campo vallado, un hormiguero bestial;
estaba rodeado por un horizonte cerrado y duro,
perfectamente visible, pero inaccesible: la ley moral.
Michel Houellebecq"[1]

El último film del realizador Gus van Sant, “Elephant”, nos presenta un panorama muy inquietante acerca de nuestra sociedad occidental, cristiana y globalizada. La acción se sitúa en un colegio secundario al que concurren adolescentes de clase media de los Estados Unidos. Dos de ellos entran un día cualquiera a la escuela portando una serie de armas de última generación y, con toda frialdad y sin rencores personales específicos, matan a todas las personas que se cruzan en su camino, como si la vida real fuera una pantalla de video juegos. El film está inspirado en una historia real, la misma que motivó el film documental de Michael Moore titulado “Bowling for Columbine”.



Mientras que el film de Moore transita un camino equidistante entre la realidad y la ficción y trata de dar cuenta de las razones socio-políticas del hecho investigado, el film de van Sant se instala decididamente en el campo de la ficción y aborda los sucesos desde la perspectiva de los personajes involucrados. La cámara sigue a los personajes y los construye desde ese seguimiento, que siempre se concentra en uno de ellos y nunca abandona esa perspectiva individual para asumir una mirada de conjunto.
Con la finalidad de explorar algunas líneas de interpretación psico-sociológicas de los personajes y los sucesos de Elephant, partiremos de diez preguntas a las que daremos algunas respuestas tentativas:
1. ¿Qué tipo de relaciones se entabla en Elephant entre la generación adulta y los adolescentes?
Ya la primera escena nos enfrenta con ciertas características de la estructura familiar de un país superdesarrollado en los comienzos del siglo XXI. Un padre débil, titubeante y alcoholizado que no puede siquiera controlar el manejo de un automóvil, y un hijo angustiado que trata de contenerlo y siente a la vez pena y humillación por la situación de su padre. De ahí en más, los adultos que aparecen en la película se caracterizarán por ser absurdos, ambiguos, tontamente autoritarios o ridículamente democráticos. La situación de orfandad de los jóvenes será marcada en cada uno de los puntos de la trama: madres que, según comentan sus hijas, revisan las pertenencias de las jóvenes en actitud detectivesca mientras las niñas se entregan rutinaria y casi públicamente a prácticas anoréxicas en los baños del colegio, maestros que coordinan patéticas discusiones acerca de la homosexualidad, autoridades que hacen uso de su poder para sancionar infundadamente a estudiantes.
En el film hay al menos dos fronteras que se diluyen: la generacional y la que separa el ámbito público del privado. La primera frontera es la que habilita alguna construcción de autoridad. Así lo establece Roudinesco refiriéndose a Edipo: “había atentado contra la ley sagrada de la diferencia de las generaciones, necesaria para el orden social y las estructuras fundamentales de la familia. Por consiguiente, Edipo era un destructor del orden familiar… Al violar las leyes de la diferencia de las generaciones, Edipo había transgredido, por lo tanto, el principio mismo de la diferencia, en cuanto paradigma de la ley simbólica humana que impone la separación de lo uno y lo múltiple, a fin de que no se borren las diferencias necesarias para el género humano. Pues Edipo, en efecto, a causa de su doble crimen –el parricidio y el incesto-, se apoyaba a la vez y al mismo tiempo sobre cuatro, dos y tres pies. Por eso confundía el orden social, biológico, político y familiar.”.[2]
Los mayores se comportan como adolescentes y los adolescentes miran estupefactos las conductas de sus mayores. La mirada que unos y otros se dirigen es de una profunda incomprensión detrás de la cual no habita vestigio alguno de esperanza o intención de llegar a comprender. No hay respuestas, porque nadie previamente formuló pregunta alguna.
En el film no hay padres, al menos no los hay en el sentido clásico del término. No hay ningún adulto ahí que prevenga, contenga o dirija la evacuación en el momento de la masacre. Hay un solo personaje, un adolescente llamado John, quien padece visiblemente la decadencia familiar y que es el único que parece tener algo que añorar aunque tal vez se trate de algo que nunca tuvo. John es puesto sobre aviso por sus compañeros verdugos y, a su vez, trata de salvar a otros compañeros y a su propio padre. El resto, como diría Shakespeare, es silencio.
2. ¿Cuál es la relación entre los ámbitos privado y público en la vida de estos adolescentes?
La acentuación de la frontera que separa al ámbito público y al privado ha sido acaso el rasgo más señalado por quienes han tratado de describir el tránsito que atraviesa la modernidad. Pero vale la pena señalar aquí que los adolescentes de Elephant están más expuestos a la mirada de los otros en aquellos ámbitos que tradicionalmente se reconocen como privados que en los que consideramos públicos. Las habitaciones de las adolescentes son revisadas minuciosamente por sus madres en busca de aquello que seguramente pueden ocultar sin gran trabajo en los ámbitos que comparten con otros adolescentes. Baños, comedor, patio delantero, siempre son lugares de tránsito y ellos transeúntes.
Las aulas son intercambiables, a nadie pertenecen, y los pasillos son los lugares –o no-lugares- en los que transcurre la mayor parte de la vida de los chicos. El espacio público es en el film una sucesión de pasillos enormes por donde desfilan displicentemente los alumnos del colegio. Laberinto particular en el que ni siquiera se insinúa la urgencia de una salida. No hay ahí ningún monstruo mitológico al acecho; no hay por qué apurarse ni tener miedo. El relato parece conducirnos a otro mundo, imaginado por H. G. Wells en La máquina del tiempo. Allí, una clase de seres, los Eloi, definidos como “lindas inutilidades”, [3] entretenían su tiempo en la superficie de la tierra mientras los Morlocks, monstruos que vivían en las profundidades, aparecían en la oscuridad para servirse de ellos como ganado. La diferencia es que los Eloi sentían miedo, en tanto que los personajes de Elephant están completamente entregados a sus pequeñas cuestiones cotidianas y no tienen la menor idea ni capacidad de anticipación con respecto a la catástrofe que está a punto de desencadenarse sobre ellos.
En los comienzos de la cultura occidental eran las obligaciones públicas las que constituían a un hombre en un ser humano civilizado y lo diferenciaban de los bárbaros Entre los griegos, el ciudadano honorable lo era fundamentalmente porque se hacía cargo de la administración de la polis.. Dice Aristóteles en la Política: “...el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino como una bestia, o un dios” (Libro I) y más adelante; “El ciudadano sin más por ningún otro rasgo se define mejor que por su participación en la justicia y en el gobierno.” (Libro III)[4]
Mucho más tarde comenzó nuestra cultura a valorar el espacio privado y a plantearse a los otros, a la comunidad, al estado, como posibles obstáculos para la realización de la libertad personal. A partir de ese momento, los dos planos quedaron diferenciados y se levantaron murallas para defender lo que se fue constituyendo en la “intimidad”. En el film esas murallas se diluyen; no hay nada que proteja ni tampoco nada que proteger, los derechos subjetivos son pulverizados junto con la subjetividad misma de estos sujetos a los que la cámara no mira de frente sino que sigue sus pasos que no conducen a ninguna parte.
3. ¿Cuál es el grado de dificultad que tienen estos jóvenes para obtener lo que desean? ¿Cuán espesa es la barrera que hay entre su mundo imaginario y la realidad exterior?
Son preguntas a las que el film no ofrece una respuesta clara. Si estos adolescentes desean probar algo, pueden pasar de la pantalla de un televisor o de una computadora al mundo real sin ningún conflicto. El mundo interior se prolonga en el exterior. Lo privado se confunde con lo público conformando ambos espacios un solo ámbito indiscriminado. José Bleger, en su libro Simbiosis y ambigüedad, habla de “...la primitiva organización sincrética, con falta de discriminación entre yo y no yo.” La persistencia de esta estructura origina un tipo de personalidad específico: la personalidad ambigua, caracterizada por “...ausencia de contradicción, gran permeabilidad o mimetismo, cambios fáciles en la asunción de roles o en la expresión de comportamientos...”, así como una identidad “...fundamentalmente grupal y no individual, (...)y fuerte dependencia de objetos y sucesos...”[5]
Horkheimer describe el proceso mediante el cual el individuo abandona todo norte de razón objetiva, produciéndose una subjetivización de la razón que a la postre liquida cualquier rastro de subjetividad: “La utopía negativa de Aldous Huxley ilustra este aspecto de la formalización de la razón, vale decir, su transformación en estupidez. En ella se presentan las técnicas del ‘nuevo mundo feliz’ y los procesos intelectuales que van unidos a ellas, como extremadamente refinados. Pero los objetivos a los que sirven… son reflejo de un proceso que tiene lugar en el pensar mismo, y conduce a un sistema de prohibición del pensamiento que finalmente ha de terminar en la estupidez subjetiva cuyo modelo es la imbecilidad objetiva de todo contenido vital. El pensar en sí tiende a ser reemplazado por ciertas ideas estereotipadas. Éstas, por un lado, son tratadas como instrumentos puramente utilitarios que se toman o se dejan en su oportunidad y, por otro, se las trata como objetos de devoción fanática”.[6] Los adolescentes de Elephant bien podrían ser en este marco los hijos de aquella generación de seres acondicionados que describía Huxley; ya no hay registro de un poder exterior que esté operando. Ellos están más solos que sus padres, sin salvajes acechando ni un poder totalitario que los vigile, y con una generación adulta plenamente acondicionada por las terapias al uso.
En el film no alcanzan a distinguirse con claridad las fantasías de las realizaciones. ¿Hay mucha diferencia entre las personas que van siendo atacadas por los dos adolescentes y la representación de personas que aparece en sus juegos electrónicos? ¿No es casi lo mismo para ellos matar dibujos animados que matar personas reales? ¿O imaginar asesinatos que ejecutarlos en la vida real?
4. ¿Qué es el mundo para los adolescentes de Elephant?
El mundo es un lugar borroso desde el cual provienen armas, videojuegos, documentales de TV. Y también un paisaje sólo ocasionalmente considerado, porque la mayoría de los integrantes de ese grupo prefiere conectarse con las posibilidades que les ofrecen la tecnología y los hábitos de consumo de su medio. Un video que miran los jóvenes luego transformados en asesinos presenta imágenes del régimen nazi. Lo que resalta de él no es su particularidad política sino un momento de comunión del líder con la masa, centrado en un símbolo: la svástica. Se puede intercambiar a Hitler con el jefe del clan Manson, un ídolo del rock pesado, Bin Laden o Bush. El eje es un liderazgo fuerte y un símbolo que lo represente.
Ese lugar borroso aparece retratado en la geografía –porque de eso se trata: de una geografía que ha desplazado al mundo- en American Psycho: “Era la geografía en torno a la que daba vueltas mi realidad: no se me había ocurrido, nunca, que las personas fueran buenas o que un hombre fuese capaz de cambiar o que el mundo podría ser un lugar mejor si uno se complaciera en un sentimiento o una mirada o un gesto, si recibiera amor o cariño de otra persona. Nada era afirmativo, el término ‘generosidad de espíritu’ no se aplicaba a nada, era un tópico, era una especie de chiste malo. El sexo es matemáticas. La individualidad ya no es una opción. ¿Qué significa la inteligencia? No tiene sentido tratar de definir lo que es la razón, el deseo. El intelecto no es la cura. La justicia ha muerto. Miedo, recriminación, inocencia, simpatía, culpabilidad, fracaso, dolor, eran cosas, emociones, que ya nadie sentía de verdad. La reflexión es inútil, el mundo no tiene sentido. Lo único que permanece es el mal. Dios ya no está vivo. No se puede confiar en el amor. Superficie, superficie, superficie era lo único en lo que se encontraba un significado…, en esta civilización tal y como yo la veía, colosal y mellada…”[7]
Esa civilización “colosal y mellada” se presenta a los adolescentes como un medio tan ajeno y terrible que nada llama a cambiarla ni tan siquiera a descifrarla. En su ajenidad nadie puede reconocerse ni fundar identidad alguna. No sólo se pierde el significado sino que el significante mismo pierde interés.
5. ¿Existe en estos jóvenes alguna conciencia de peligro?
En el mundo que describe la película no hay conciencia de la necesidad de defender la libertad personal puesto que ésta, por lo menos en apariencia, está asegurada. Tampoco hay que preocuparse por el mundo externo puesto que éste parece funcionar a la perfección. Una serie de mecanismos automáticos asegura su movimiento: se aprieta un botón y aparece una lata de Coca Cola, se aprieta otro y se produce el contacto con un desconocido en la otra punta del mundo, otro más y se recibe por correo una caja con armas. La técnica hace que el mundo funcione, sin que sean necesarias ya complejas operaciones de parte de los individuos para poner en marcha las maquinarias.
Los chicos van cayendo bajo las balas en un estado de estupor e incredulidad. La misma indiferencia que experimentan estos adolescentes hacia todo lo que no sean sus propios y minúsculos intereses es la que los entrega en forma pasiva a la acción de sus asesinos. Ni siquiera hay demasiados gritos. Algunos- pocos- sí gritan, como si todavía conservaran cierto grado de sensibilidad y de sentido de la autoconservación. Pero la actitud general es de falta de reacción. Uno de los jóvenes, fotógrafo, enfoca su cámara sobre los asesinos, no como un intento heroico de documentar la tragedia sino como una prolongación de su actividad habitual de registro de acontecimientos. Obviamente muere en el acto. Así como muere también otro adolescente que, mientras algunos compañeros huyen, se dirige con toda calma hacia el lugar de los disparos, en una mezcla de curiosidad y falta de comprensión magistralmente planteada por el director.No hay terror,no hay angustia,no hay estrategias de defensa.Hay ,sí,un poco de alboroto y algo de susto,como si el concepto de muerte hubiera perdido su carga emocional.
Dicen Berger y Luckmann “Todas las legitimaciones de la muerte deben cumplir la misma tarea esencial: capacitar al individuo para seguir viviendo en sociedad después de la muerte de otros significantes y anticipar su propia muerte con un terror que, al menos, se halla suficientemente mitigado como para no paralizar la realización continua de las rutinas de la vida cotidiana”.[8]
Los adolescentes de Elephant parecen tan acondicionados para la muerte como los personajes de Un Mundo Feliz.No hay un tránsito trágico.Sólo una desapasionada secuencia.
Si pensamos como posible salida a cualquier situación de desarticulación la idea de pacto, debemos recordar que para Hobbes, lo que llevaba a los hombres a pactar era el miedo a la muerte, lo cual supone la capacidad de anticiparla. Aquí no hay tal anticipación, por lo que la muerte llega y derriba a estos adolescentes sin que ellos sean capaces siquiera de preservarse cuando la ven venir. El chico que camina como un sonámbulo hacia su propia muerte atestigua ese momento de insensibilización que ningún lazo guarda con el miedo o la autopreservación que supuestamente está genéticamente inculcada en cualquier especie.
Eso es lo que acentúa el efecto dramático del film: la mayoría de los personajes no tiene noción del peligro y cuando lo tienen frente a sus ojos, ni siquiera pueden reaccionar con eficacia. No parecen estar preocupados por un afuera amenazante. En todo caso, lo que inquieta a estos adolescentes es la obesidad o la falta de integración al grupo de pares, entendida ésta meramente como mimetización con ciertas normas básicas de conducta, lenguaje e imagen. Mientras una de las jóvenes se angustia por ser considerada una “nerd” y trata desesperadamente de conseguir inserción en alguna actividad útil del colegio, otros se esfuerzan por mejorar la calidad de las imágenes fotográficas y otros charlan despreocupadamente acerca de mil temas personales. Ninguno de ellos ha percibido la anidación del huevo de la serpiente.
Cada uno de los personajes que va introduciendo la historia aparece entregado por completo a sus intereses privados, con la excepción de John, afligido por su padre y Elías, el fotógrafo que intenta retratar el mundo externo aunque sólo como prolongación de su propia fantasía.
6. ¿De qué tienen que hacerse responsables los adolescentes de Elephant?
En el film aparecen referencias a la importancia de llegar puntualmente a la escuela. Cuando John llega tarde porque está demorado cuidando a su padre y luego buscando a su hermano para que se haga cargo del padre que está ebrio, un profesor que reviste autoridad en el colegio lo sanciona por su impuntualidad. Aquí, la noción formal de responsabilidad atropella lo que en realidad es en el joven una actitud verdaderamente responsable: cuidar al otro que está mal. John es el único en el film que pareciera estar despierto, conectado con sus semejantes: se preocupa por el estado de su padre, no permite que siga conduciendo el automóvil, trata de impedir que los compañeros entren a la escuela una vez que ha sido advertido del peligro.El director subraya ese estado de vigilia de John cuando muestra el acercamiento hacia él de una de sus compañeras que lo besa al percibir su tristeza.En esta escena,van Sant parece decirnos que la joven reconoce en John al único personaje que está despierto y su beso,a la inversa del del príncipe a la bella durmiente,tal vez pretenda desplazarlo hacia la modorra compartida.
Aparte de las reglas técnicas, las normas que aparecen son reglamentarias, y los reglamentos se parecen a aquellas normas técnicas, en el sentido de que no hay que dar cuenta de ellas: no son justas o injustas, legítimas o ilegítimas. Simplemente son y hay que aceptarlas sin argumentación posible. Las decisiones tampoco surgen de un proceso de reflexión sino que se hace aquello que se puede o se juzga necesario. Los estudiosos de la cultura afirman que la técnica explora los límites de aquello que se puede hacer, mientras la ética marca qué es lo que se debe o no se debe hacer. Son ámbitos en conflicto, como lo señalaba Apel, pero en este caso podemos avizorar que el conflicto se diluye porque no hay ley moral que tensione, que reprima.
En una de las escenas aparece un grupo de discusión que habla acerca de cómo se puede reconocer a un homosexual. Las opiniones de los adolescentes no parecieran tener que ver con principios de respeto hacia otros seres humanos sino más bien con convenciones sociales regidas por lo políticamente correcto. Los argumentos son débiles, la conversación entre el coordinador del grupo y los integrantes del mismo está teñida de banalidad e infantilismo. Y el único adulto presente en la discusión no ayuda en absoluto a fundamentar los planteos y a distinguir lo esencial de lo accesorio.
La ausencia de contradicción, rasgo señalado por Bleger, parecería dominar la escena.Mientras se sostiene la tolerancia, las chicas en el vestuario se ríen y hacen comentarios descarados acerca de una compañera a la que consideran “rara”.Respecto de esta misma joven conflictuada es de subrayar que la profesora de gimnasia, ante lo inadecuado –según las pautas que al parecer rigen en el grupo- de la vestimenta deportiva que su alumna usa, la conmina a llevar pantalones cortos al día siguiente. Es decir: lo fundamental no es el problema que esta chica tiene sino que hay que normalizarla a toda velocidad, uniformarla con el resto, en un gesto de clara intolerancia hacia su conducta diferente, que sólo admite ser catalogada como extraña.
Mientras uno de los jóvenes asesinos toca en el piano una sonata de Beethoven, recibe las cajas de armas y hace planes para salir a matar. Beethoven y el armamento, todos son productos de la cultura, de todo hay que servirse según convenga.
Los derechos humanos acerca de los cuales se discute en el grupo se digieren en una versión liviana y rápida. Esta ligereza es perfectamente compatible con el surgimiento imprevisto de dos asesinos que ni siquiera saben profundamente que están violando el derecho a la vida de los otros. Lo que sí saben es que se están divirtiendo mucho. La diversión es la motivación, mientras que las humillaciones y burlas sufridas al menos por uno de ellos de parte de sus compañeros no son procesadas como motivo sino más bien como otra forma de diversión. Los que matan parecen estar diciendo: antes se divirtieron ustedes, ahora nos toca a nosotros.
En todo caso, la responsabilidad, junto con la culpa y la vergüenza, están fuera de cuadro.
7. Qué proyecto de vida podemos inferir que tienen los jóvenes descriptos por esta película?
¿Es adecuada la noción de proyecto para entenderlos? Proyecto supone dos tiempos, aquél en el que se gesta una idea y aquél en el que se ejecuta. Pero dijimos antes que en la mayoría de los jóvenes del film no hay dos tiempos, sino uno solo: el presente. Todo lo que no es inmediato es descartado por la mayoría de los personajes. Los chicos que discuten en el grupo, por ejemplo, no recurren a lo que piensan filósofos o sociólogos acerca de la cuestión homosexual. Simplemente opinan. No investigan ni estudian el tema. No reflexionan; se expresan.
Es cierto que aparece el tema del esfuerzo y el proceso en Elías, el fotógrafo, que estudia los negativos de las fotos, la suyas y las de una compañera y que, incluso, aconseja acerca de cómo deberían volver a revelarse para destacar mejor las características deseadas. Es decir, hay una noción de atravesamiento de la dificultad y de elaboración en el tiempo para la cuestión técnica. El quiere perfeccionar su oficio de fotógrafo.
Los jóvenes presentados por el film sienten, tratan de ser amables y tolerantes,y ,por lo menos algunos de ellos, expresan un cierto interés por sus compañeros. Pero si se trata de pensar en un proyecto que vaya más allá de su mundo de intereses más próximo, el campo se limita enormemente. Sólo John y la compañera que se acerca a él cuando lo ve afligido parecieran pensar que el mundo va más allá de sus narices.
En el caso de Eric,detectamos que es más fácil aprender a usar un arma que dar todos los pasos necesarios que lo lleven a tocar correctamente una pieza musical. Así, interrumpe su intento de ejecutar “Para Elisa” cuando empieza a tener dificultades técnicas. La ideología del atajo, del rechazo hacia lo que presenta una demora importante entre deseo y satisfacción es brillantemente presentada por Gus van Sant.
Si pensamos que estos jóvenes están en una edad próxima al voto, podríamos preguntarnos: ¿Qué proyecto político podría entusiasmarlos o, por lo menos, despertarles un ligero interés? ¿Quiénes podrían ser sus representantes? En el mundo planteado en el film nadie representa a nadie. Porque la representación, como toda maniobra simbólica, proviene de la ausencia. Un símbolo representa a un objeto cuando éste no está. Y en el mundo de Elephant no hay noción de ausencia. Todo lo que no está presente, simplemente no es.
8. ¿Por qué salen estos dos adolescentes a matar?
El film parece decirnos: Porque sí ¿Por qué no habrían de hacerlo si tienen acceso a esa tecnología? ¿Qué podría impedirlo si no existen barreras éticas suficientemente sólidas? Si es posible, técnicamente, hacer algo ¿con qué motivos habría de impedirse su realización? ¿Por qué no trasladar a la vida real la satisfacción de la puntería que ya han confirmado en sus prácticas de tiro y en sus juegos electrónicos? O, acentuando el aspecto siniestro de la acción,Eric y Alex podrían argumentar: Ya confirmamos que en un lapso determinado, con las armas adecuadas y un buen plan, podemos bajar a una cantidad de gente de la escuela.
Estos adolescentes, extranjeros de cualquier noción de espacio compartido y de tiempo a transcurrir bien podrían acordar con la siguiente reflexión de Camus: “todo el mundo sabe que la vida no vale la pena de ser vivida. En el fondo, no ignoraba que morir a los treinta años o a los setenta importa poco, pues, naturalmente, en ambos casos, otros hombres y otras mujeres vivían y así durante miles de años. En suma, nada podía ser más claro. Era siempre yo quien moría, ahora o dentro de veinte años”.[9]
No hay en estos jóvenes intención de dejar marca, de hacer algo que quede como recordatorio de su paso por el mundo; simplemente hay un gesto de decisión del día exacto y la forma de su muerte. Acaso lo único que efectivamente pueden decidir, aunque ninguna diferencia haga tal decisión para ellos ni para el mundo.
Si pensamos en otro grupo de adolescentes que se encuentra en un nuevo mundo y se enfrenta a la posibilidad de fundar un orden, podemos remitirnos a El Señor de las Moscas. Allí, sin embargo, los nuevos robinsones no tienen más alternativa que recrear aquel mundo al que pertenecían antes de naufragar en la isla. Hay una ley internalizada que los contiene –o al menos a algunos de ellos-: “Roger reunió un puñado de piedras y empezó a arrojarlas. Pero respetó un espacio, alrededor de Henry, de unos cinco metros de diámetro. Dentro de aquel círculo de manera invisible pero con firme fuerza, regía el tabú de su antigua existencia. Alrededor del niño en cuclillas aleteaba la protección de los padres y el colegio, de la policía y la ley. El brazo de Roger estaba condicionado por una civilización que nada sabía de él y estaba en ruinas”.[10] La civilización de los chicos de Elephant también está en ruinas, pero no tuvo tiempo de imprimirles esa ley moral que está marcada a fuego en los de El Señor de las Moscas.
9. ¿Existen causas especiales contra cada una de esas personas a las que les quitan la vida?
No, de ninguna manera. Es más, hacia el final de la película, uno de los asesinos elimina al otro. ¿Por qué? Podría contestarnos: ¿Por qué no? La tarea ya estaba terminada o había dejado de tener sentido. El goce de sentirse con poder ya se experimentó y se extinguió. ¿Qué lazo le queda con el otro? Ninguno, ni siquiera permanece la complicidad. La relación sexual que experimentaron antes de la matanza no los une ni los compromete. Son cuerpos que se tocan sin sentir. Nada dura. Todo es efímero.
El planteo de Elephant nos conduce a la visión de un mundo en el que nada realmente vale demasiado la pena. No se mata por odio ni por ideología. Se mata porque sí. Se mata porque la vida es una experiencia de realidad virtual que nos ofrece la posibilidad de experimentar con todo aquello de que lo que estamos provistos por la tecnología. Así describía su civilización un personaje de Un Mundo Feliz: “la civilización no tiene en absoluto necesidad de nobleza ni de heroísmo. Ambas cosas son síntomas de ineficacia política. En una sociedad bien organizada como la nuestra, nadie tendrá ocasión de ser noble ni heroico. Es preciso que las circunstancias se hagan fundamentalmente inestables para que tal ocasión pueda surgir. Donde hay guerras, donde hay juramentos de fidelidad, donde hay tentaciones que resistir, donde hay objetos de amor porque luchar o que defender, allí, naturalmente, nobleza y heroísmo tiene una explicación. Pero hoy ya no hay guerras. Se tiene el mayor cuidado de preservarse de amar a alguien demasiado. No hay juramentos de fidelidad; está uno acondicionado de tal suerte que no puede dejar de hacer lo que tiene que hacer. Y lo que tiene que hacer es, en conjunto, tan agradable, tantos impulsos naturales se dejan manifestar libremente, que no hay en realidad tentaciones que resistir”.[11]
10. ¿Qué lugar tienen las explicaciones en el análisis de la conducta de los jóvenes de Elephant?
El crítico cinematográfico Eduardo Russo plantea en la revista El amante, a propósito de este film: “...en cuanto a la mirada sobre los asesinos, su presentación desbarata una por una cualquier hipótesis causal. No hay familia disfuncional, ni patología psíquica, ni contaminación ideológica...”[12]
Lo que sí hay es “retorno de lo reprimido”, ese viejo concepto freudiano que nos sirve para entender cuál es la violencia que ejerce la cultura sobre todo aquello que constituye lo más primitivo de nuestras inclinaciones y cómo éstas vuelven desde la oscuridad para reclamar enérgicamente su lugar.
La cultura actual trata de avanzar hacia agrupaciones cada vez más inclusivas. Mientras por un lado se cuestionan severamente las actitudes discriminatorias y se elogian los intentos de igualar los derechos de las personas, se van produciendo en distintos niveles de la sociedad, explosiones culturales de enorme violencia. Así como la globalización marcha en forma paralela con la insurrección de pequeños grupos étnicos o geográficos, así también la prédica de la tolerancia se da en forma paralela con la reacción agresiva de sectores de la comunidad que parecieran emerger de las profundidades de la cultura para imponer su cuota de violencia y muerte.
Elephant nos enfrenta con un mundo teñido de un amable nihilismo y de una disimulada indiferencia. Y de este mundo pueden surgir tanto los inofensivos adolescentes que discuten sobre cuestiones del momento como los jóvenes que habrán de matarlos. El director parece sugerirnos que es sólo cuestión de azar que hayan sido Eric y Alex los criminales. Podrían haber sido otros. La cuestión es que en una cultura con estas características cualquiera puede estallar.
Si las generaciones que preceden a las de los protagonistas del film pueden firmar una orden con la que condenan a la desaparición, sin ningún escrúpulo, a pueblos enteros, si los representantes de la cultura oficial pueden desarrollar su tecnología a expensas de millones de personas que son excluídas e ignoradas,si la necesidad de expansión y dominio justifica que se aniquile a los habitantes de un país, si la defensa de una religión o de la libertad derivan necesariamente en actos de aniquilación, entonces, ¿con qué derecho moral podemos tomarnos la atribución de examinar a los adolescentes de Elephant como casos patológicos? ¿Son la consecuencia indeseada de nuestra cultura? ¿O son un producto lógico, dóciles alumnos de las generaciones que los precedieron?
Cuando surgen situaciones como las descriptas por este film,las explicaciones de los especialistas-psicólogos,sociólogos,religiosos,-tienen un objetivo declarado: comprender, analizar, curar, prevenir. Y un objetivo enmascarado : negar la violencia asesina de la cultura,tranquilizar las conciencias ,encontrar racionalidad allí donde hay sólo dolor en estado puro,estallido,grito,fragmentación;eso a lo que aluden conceptos como la roca viva freudiana,lo inaccesible del psiquismo,el misterio de la vida,lo imprevisible de las relaciones entre los seres humanos,los inesperados giros tanáticos de la cultura.
Lo cierto es que las explicaciones siempre son a posteriori y siempre intentan trazar una relación necesaria entre la biografía de los protagonistas de un suceso como éste y la reacción de los mismos;cuando en realidad,la única relación necesaria es la que hay entre la violencia de la cultura y la emergencia del estallido.Quiénes habrán de protagonizar el hecho dramático es una cuestión de pura contingencia ,puesto que hay miles de adolescentes en las mismas condiciones que aquellos que entraron un día a su escuela con el objetivo de matar.Los antecedentes personales y sociales sugieren,preparan,alistan, pero la explicación del desencadenamiento del acto criminal requiere de una inteligencia capaz de renunciar a la estrechez de las especialidades y a la soberbia de las predicciones.
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[1] Las Partículas Elementales, Anagrama, Barcelona, 1999, p. 206.
[2] ROUDINESCO, Elisabeth, La Familia en Desorden, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004, p. 57
[3]WELLS, Herbert George, La máquina del Tiempo, Hyspamérica, Buenos Aires,1985, p.80
[4] ARISTOTELES, Política, Alianza Editorial, Buenos Aires, 1998 :Libro I –Cap. 2 p.44 – Libro III. Cap.1.p.108
[5] BLEGER,José, Simbiosis y Ambigüedad,Paidós,Buenos Aires,l967.p.179
[6] HORKHEIMER, Max, Crítica de la Razón Instrumental, Sur, Buenos Aires, 1973, p. 66.
[7] ELLIS, Bret Easton, American Psycho, Ediciones B, Barcelona, 1994, p. 527.
[8] BERGER, Peter y Thomas LUCKMANN, La Construcción Social de la Realidad, Amorrortu, Buenos Aires, 1991, p. 131.
[9] CAMUS, Albert, El Extranjero, Emecé, Buenos Aires, 1982, p. 163.
[10] GOLDING, William, El Señor de las Moscas, Alianza, Buenos Aires, 1992, p. 74.
[11] Huxley, Aldous, Un Mundo Feliz, Editorial Diana, México, 1974, p. 232.
[12] Russo,Eduardo- Revista El Amante cine-N 145 –Ediciones Tatanka S.A. –Bs.As. 2004

* Nancy Cardinaux es Doctora en Derecho por la Universidad de Buenos Aires.
Docente e investigadora, UBA, UNLP)

María Angélica Palombo es Licenciada en Psicología, Directora de Encuentro Clínico y la Revista Dialogantes.

Ponencia presentada en el V Congreso de Sociología Jurídica, llevado a cabo en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNLPam, en el año 2004.