Por Hubert Matías Parajón*
El deterioro del tejido social y del aparato productivo local provocado por la indiscriminada ola de despidos, apertura de importaciones, devaluación, especulación financiera y los aumentos tarifarios desenfrenados que hieren de muerte a las pequeñas empresas y a la mayor parte de la población, es dispuesto por aquellos mismos que actúan de los dos lados del mostrador representando los intereses de las empresas favorecidas por sus propias medidas. De ahí su desprecio por cualquier iniciativa que redunde en inversión social, fomento del mercado interno y de la industria nacional. Uno de sus objetivos centrales es el de crear las condiciones para que nos convirtamos en una guarida fiscal que le haga el caldo gordo a la especulación financiera y a la fuga de capitales para pasar a quedar reducidos, a lo sumo, a un país de servicios con eje en el modelo hindú, tal como con su dislexia cool lo han venido sosteniendo sus gerentes.
Lamentablemente, todo proceso transformador atraviesa por momentos de avances y retrocesos. Que este bicentenario nos lleve a reflexionar acerca de que el colonizador dejó de ser la tropa militar. Hoy está representado por los sectores económicos más reaccionarios y concentrados a cargo del manejo del Estado que con su matriz intrínsecamente perversa, excluyen, hambrean y reprimen al pueblo con la complicidad de los medios de comunicación afines y la anuencia de la corporación judicial dispuestos a perpetuarse en el poder. La conservación de sus privilegios atenta contra la justicia social y nuestra soberanía. Será el terreno cultural el ámbito apropiado en el que a estos sectores se le dispute el poder para someterlo definitivamente al control político del Estado, garantizando así nuestra independencia.
* Abogado.