Por Eduardo Luis Aguirre
En política, especialmente en lo que acontece alrededor del Príncipe, el hombre común es tributario de sus múltiples circunstancias, en especial de la carencia de información fiable. El hombre y el poder son finitos. Las circunstancias, no.
Los acontecimientos vertiginosos de la Argentina -en los que acaso más del 90% de su población ignore las vicisitudes de lo que ocurre en el palacio o no refleje demasiado interés en conocerlo porque lo acucia el día a día- son un caso testigo de la anchura insondable de las referidas circunstancias. Lo urgente, fiel compañero de ruta de la historia argenta, marca a fuego las prioridades que un estado crítico impone en el umbral más extremo de la existencia común. Nadie sabe si esta "última oportunidad" del FDT alcanzará para revertir la debacle. El diseño elegido -y muy probablemente impuesto- por el portador hipotético de la única bala de plata configura otra incógnita de proporciones. Se trata, ahora, de un superministro. Una figura de contornos desacostumbrados que hace que el gobierno parlamentario con el que algunos pensadores de nota especularan hace apenas 5 años (un tiempo estelar en la Argentina convulsa) quede sepultado en el arcón de los recuerdos. También corren la misma suerte, intuyo, los argenleaks que revelaban un entramado de vínculos de la Embajada con sectores antikirhneristas del peronismo, y en particular del propio Sergio Massa, a pocas horas de conducir los estratégicos ministerios de Economía, Producción y Agricultura. En la multipolaridad que se disputa en nuestro Sur, tal vez el más austral de esos países haya elegido collar y dueño. Los apoyos del norte grande (en especial del Departamento de Estado) no tardaron en llegar. Al parecer, la misma anuencia explicitan o implican los demás componentes del consabido "círculo rojo". El dólar ha detenido su tendencia alcista y los bonos argentinos se aprecian, circunstancias que se ubican a años luz de los padecimientos de nuestras vida desnudas.
Las circunstancias, en cambio, son distintas para el Presidente de la República. O no supo, o no pudo, pero nada ni nadie parece haber quedado a su alrededor y mucho menos su suerte es materia de análisis porque la pobreza y el hambre golpean dramáticamente la puerta de millones de compatriotas. La sensación es que esta alquimia es otra circunstancia, una que elige proteger la urgencia de llegar a 2023. Lo propio deben esperar los gobernadores e intendentes, azorados ante la sola posibilidad de un desenlace de quiebre adelantado. Más allá de correr del escenario al propio presidente en ejercicio, la demostración de fuerza del hiperministro pone en vilo a la vicepresidente y su heterogénea construcción, de la que se bajan anticipadamente y por miles indignados progresistas en estado de permanente confusión. Las voces de sus epidérmicos comunicadores insisten con la fórmula del optimismo de la voluntad y la obcecación de confundir la política con los deseos propios, que a la postre es otra circunstancia, aunque desde luego más inmadura. Ese progresismo que no logró (nunca) trascender el marco agitativo, también debería algún día aspirar a un nivel de comprensión más exhaustivo de las circunstancias complejas y hacer un mea culpa de sus errores ostensibles. El último de ellos es, justamente, proferir frases terminales de desencanto cuando aún se ignora lo que ocurrirán en las horas incandescentes de los días venideros.
Foto TN.