Por Daniel E. Arias (*)
(La primera parte de este artículo está aquí)
Tres sobrios sombrerazos para Vizzotti
Previendo quizás lo de AstraZeneca, el Ministerio de Salud de la Nación (MinSal) negoció rápido un plan B con Rusia y China, mérito absoluto de la Dra. Carla Vizzotti y del equipo de salud de la Provincia de Buenos Aires.
Esto sucedió durante la administración de Ginés González García y cuando Vizzotti aún no era ministra. Mayormente con la Sputnik-V rusa y más aún con la Sinopharm china como “muletti”, en agosto 2021 Argentina ya se había vacunado a doble dosis al 61% de los mayores de 50, y con 1 dosis al 70% de la población.
No son números bonitos pero podrían haber sido más feos. Y siempre hay tiempo de empeorarlos: aún es posible que la cepa delta (un 160% más contagiosa que las prevalentes hasta hoy) desate una escalada de casos sintomáticos y colapse las guardias de hospital.
Porque sólo tenemos un 45% por ciento de los argentinos con doble vacuna. Estamos por encima de la media mundial (29,74%) pero retrasados respecto de Uruguay y Chile, con porcentajes de inmunización completa del 85,5% y del 70,7% respectivamente.
No los cito por simple rivalidad vecinal: pese a tener recursos sanitarios menores que la Argentina, son los países más vacunados de la región y allí el Covid mata menos. Uruguay ya reparte terceras dosis entre los mayores de 60.
Los números de vacunación de ambos vecinos de mapa son el resultado de historias un poco parecidas a la nuestra y sin embargo diferentes: su plan A jamás fue la producción bajo licencia sino la importación. Lógico, no tienen industria.
La decisión de los vecinos tuvo otra lógica adicional: mayor eficacia de la Pfizer en primer lugar (95% contra 63% de la AstraZeneca), aunque en otoño de 2020 eso no se sabía. Pero la decisión Argentina también tuvo su lógica: un precio inicial por dosis 10 veces menor que el de Pfizer, y la ingenuidad de creer que lo que se fabricaba aquí no faltaría.
Lo cierto es que todos esos planes A, tanto los argentinos como los de Chile y Uruguay, se vinieron abajo por un incumplimiento de entregas mundial, que afectó incluso a casi toda Europa y otros países ricos.
En despavorido plan B, los presidentes Sebastián Piñera y Luis Lacalle Pou salieron a comprar lo que hubiera en anaqueles. Lacalle Pou es un caso rarísimo. Confiado en que Uruguay seguiría todo 2021 con muy pocos contagios por arte de magia, beneficio todavía inexplicado que lo acompañó durante todo 2020, y sin tener campaña alguna de vacunación prevista, se pegó el palo de su vida cuando los muertos en “el paisito” saltaron de golpe a 6000. Lo cierto es que ambos mandatarios, el chileno y el uruguayo, salvaron la ropa con la poco efectiva pero abundante Sinovac (51% de eficacia).
A la Sinovac –también llamada Coronavac- China la vendió como salvavidas entre los náufragos de Pfizer, Moderna y AstraZeneca en casi toda Sudamérica, y por lo mismo, al precio que se les dio la gana. Este subcontinente podría tener como lema “me clavaron los gringos pero me pincharon los chinos”.
La china Sinovac o Coronavac, 51% de eficacia, pero la vacuna más vendida del planeta
Nuestro plan B resultó mejor que el de Chile y Uruguay sólo en eficacia vacunal (79% Sinopharm, 91% Sputnik-V), pero no en certeza de provisión: la Sinovac en julio de este año seguía siendo la vacuna anticovid más vendida en el planeta, con más de 1000 millones de dosis aplicadas. En cambio los atrasos de llegada de la Sinopharm y la Sputnik-V fueron desastrosos. Corolario: la mejor vacuna es la que existe.
Sin embargo, salimos no tan mal de esta segunda rodada. La estrategia argentina se reconvirtió a vacunar a una sola dosis al máximo posible de ciudadanos con vacunas buenas, y esperar meses la llegada de la 2da dosis. Eso también fue puro plan C de Vizzotti. No lo puede patentar, sin embargo. Lo tuvo que improvisar también el Reino Unido por similares causas, visto que la segunda dosis de su propia vacuna (AstraZeneca) no llegaba nunca a Gran Bretaña desde su lugar de fabricación (Bélgica).
El club de rábulas mediáticos que en AgendAR denominamos “las viudas de Pfizer” le cayó con furia a Vizzotti, y también lo hicieron algunos caciques de su palo que rompen fácil el boludómetro. En general, las mismas personas que meses antes en 2020 habían chillado contra la vacuna rusa “por floja de papeles”.
En boca de gente insospechada de leer revistas de medicina clínica, especialmente la británica “The Lancet”, la Sputnik-V no les disgustaba tanto por errores de documentación como por denominación de origen.
The Lancet es uno de los 3 “journals” médicos más prestigiosos del mundo, y a 198 años de fundado, el más viejo. Con la Organización Mundial de la Salud (OMS) paralizada por una cinchada de lobbies diplomáticos y corporativos, The Lancet asumió por default el rol de puntuar con objetividad la eficacia de las vacunas. Desde esa autoridad informal pero hoy más acatada que la de la OMS, echó la primera rociada de agua bendita sobre los números presentados por los rusos.
Con el diario del lunes, publicación que las citadas viudas de Pfizer leen con menos dificultad, la opción de Vizzotti por la Sputnik-V y luego la postergación de segundas dosis fueron decisiones científicas, inevitables y oportunas.
¿Pero entonces era mejor plan B tener una vacuna relativamente mala pero más abundante como la Sinovac? Es la pregunta del millón, y hoy la respuesta –según los muertos por millón en Uruguay y Chile- es el “sí” dubitativo de quien ve el fotograma, pero ignora cómo sigue la película.
Habrá que repreguntarse eso dentro de tres meses. Y es que con la cepa delta, nacida del desastre de la India, hay una fuerza nueva que vino disparando los contagios en todo el planeta. Quizás la soporten mejor quienes hayan recibido vacunas de blindaje más grueso. No se sabe.
Al comparar la situación argentina actual con la de 2020, como predice un estudio estadístico de los hermanos Olszcevicki accesible aquí, debería haber menos ingresados a terapia intensiva, menos gente en respirador, y menos muertes. Esa predicción empieza a verificarse.
En EEUU a los contagios con delta de los vacunados los llaman “breakthrough cases”. El Science Times del 7 de septiembre los cuantifica como raros: de 1 chance en 5.000 por día a una en 10.000 por día, según cada región. Pero añade que en los estados menos vacunados las chances de “breakthrough” son cuatro veces mayores que en los más vacunados.
Curvas de muerte por Covid-19 en EEUU, con los condados más antivacunas cuadruplicando la casuística de los condados bien vacunados
Y como en “la tierra de los libres y hogar de los valientes” sigue sin vacunar sólo ese tercio de habitantes que hurta el hombro a la jeringa, el editorialista David Leonhardt resume: “Si todo el país hubiera sido inmunizado a la misma velocidad que el Noroeste o que California, la actual ola delta mediría una pequeña fracción de su tamano actual. La delta es un problema. Pero la renuencia a vacunarse es un problema mayor”.
Lo es al punto de que en los condados donde Donald Trump tuvo al menos un 70% de votos, desde fines de junio a la fecha el SARS CoV2 mató a unos 470 ciudadanos por millón, pero donde cosechó 32% o menos, las muertes por millón andan en los 100. ¿Casi 5 veces menos…?
En EEUU este fenómeno político-epidemiológico se llama “la grieta de las vacunas”. Y tiene hasta contraparte religiosa: el pastor Daniel Darling escribió un editorial en USA Today explicando las razones por las cuales se había vacunado. La alianza evangélica que controla el diario lo echó.
Hay un 32% de estadounidenses remisos al pinchazo. Surgen de sumar un 7% de indecisos a un 25% de “antivaxxers” irreductibles. Aquí en Argentina falta aún navegar mucho pinchazo para toparse con ese escollo, todavía sumergido, y cuyo tamaño real se ignora.
Lo que da esperanzas de que no sea grande es que la ministra Vizzotti haya logrado vacunar el 93% de la población de Tierra del Fuego. Esto le confirió a la isla el discutido criterio de “inmunidad de rebaño”.
Es definible como el punto en que un no vacunado queda bastante protegido del contagio: lo rodea una muralla humana de vacunados, poco permeable para la circulación viral. Ante un virus hiper-contagioso como el SARS CoV2, esa borrosa frontera se empezaría a cruzar con más de un 80% de población vacunada.
Y un tercer sombrerazo a Vizzotti por ello: esa Argentina insular vive en gran medida del turismo de cruceros rumbo a la Antártida. Esos barcos atestados en 2020 se transformaron en “feedlots” flotantes, con miles de humanos fungiendo de alimento balanceado para este virus. Ningún puerto quería recibir cruceros.
Pero si alguna autoridad regulatoria se atreve a autorizar el regreso bajo protocolos de este tipo de turismo y algún humano muy vacunado a embarcar, entonces quizás Ushuaia se atreva a darle desembarco. Más vale blindarse para el futuro, si se quiere tener alguno.
Pese a que aquí no existe una “grieta de las vacunas”, en Argentina ya se murió uno de cada 395 habitantes, y en EEUU, “sólo” uno de cada 500. El problema nuestro sigue siendo la falta de autoprovisión de fórmulas propias, no la imbecilidad anticientífica de un sector político.
Por ahora, la Argentina pisa a descenso la cifra diaria de muertes cabalgando como mejor puede sobre fórmulas importadas. Pintó por fin la de AstraZeneca (en México deben haber encontrado los frasquitos), toca timbre una marca china con un módico 65,7% de eficacia (CanSino) pero de una sola dosis, y se vienen (y quizás en cantidad) hasta Pfizer y Moderna.
Lo dijimos desde comienzos de la crisis: lo que hizo y hace falta son vacunas nacionales. ENTERAMENTE NACIONALES.
Vamos “la Cecilia”, todavía.
(continuará mañana)
Daniel E. Arias
(*) Arias, D. (30/09/2021) «Abran paso a una vacuna argentina» – 2° parte. En Agendar Producción Argentina. Recuperado de aquí