Por Eduardo Luis Aguirre
A veces resulta interesante y hasta saludable apartarse del distractivo descontrolado que significa hoy la prensa progresista porteña, la que motiva y tranquiliza a las almas nobles del progresismo urbano. Digo esto porque nos consume tiempo, que a la mayoría le falta.
Si, por ejemplo, en vez de detenernos en notas concéntricas escritas siempre por los mismos o las reiteradas demandas de un distribucionismo insustancial, nos ponemos a analizar los sucesivos discursos de apertura de sesiones de Alberto, encontraremos cosas interesantes. En ese cajón de sastre habitan enunciados que en parte se cumplieron y –como usualmente ocurre en política- en parte no. Pero entre las primeras me quedo con la respuesta titánica del estado a la pandemia, el esfuerzo que se hizo para asistir a la mayor cantidad de personas durante la peste, las obras (aunque sean las que de verdad se hicieron), la voluntad reiterada de dar pelea contra la justicia corrupta aunque no le den los números para avanzar en un juicio político, el crecimiento de las variables económicas con abstracción de la situación económica durísima (porque hay una economía invisibilizada que está lejos del fenecimiento), la imposibilidad de agitar la corrupción como arma política contra el gobierno, el gasoducto NK, Vaca Muerta, la minería en pleno proceso de crecimiento, las obras en el interior, una más que aceptable performance en materia de DDHH (donde los juicios por la verdad continúan normalmente y se mantiene una política prácticamente estable de cara a otras conflictividades) y una inquieta y a tientas (que es lo que hacen la mayoría de países que no son potencias) política exterior, más el salvataje de la vida de Evo y un esfuerzo indiscutible por reflotar el Mercosur y la CELAC no parecen poca cosa. Todo esto, en medio del dificilísimo momento socio económico no se advierte, e incluso se tiende a demonizar por parte del propio FDT a Guzmán, lo que me parece sinceramente un error de magnitud, aunque la deuda penda como una espada de Damocles sobre nuestra cabezas y pueda haber habido yerros en la negociación. Pero es la deuda del macrismo, que únicamente podremos y deberemos afrontar multiplicando la producción y el desarrollo estratégico. No hay espacio para otra cosa, y mucho menos si gana la oposición, que es algo así como la suma de todos los miedos. Pero, por ejemplo, si el votante percibiera que la inflación bajara un poco o no se resintiera más su capacidad adquisitiva ¿no tendría el oficialismo posibilidades para dar la pelea electoral con chances ciertas de éxito?
Mañana Massa anuncia el canje de los bonos en pesos, un diario publica en esta su edición dominical una nota en la que una jurista que no identifica hace un excelente análisis de lo que podría pasar si Cris fuera candidata y luego presidenta. Kiciloff ganaría en la Provincia. El interior se mueve con lógica propia, tomando distancia del infantilismo que opera con la lógica del demonio de Tasmania. La oposición es de manual, o pide cárceles bukele o sale Bullrich con peores tonterías. Macri tiene un 73% de imagen negativa. Pudo Biden, en el estado en que se encuentra. El PP quiere derrocar a Sánchez con una moción de censura para poner un candidato de 89 años que empieza lidiando con una deuda de un billón cuatrocientos mil millones de euros a casi el 4% anual. Si revisamos la situación de la región el panorama no es justamente el más alentador. Casi todo el mundo presenta un escenario desolador análogo, donde el neoliberalismo ya ha hecho méritos para ser considerado un régimen circular totalitario. Con estos logros, consignados a título meramente ejemplificativos- y aún considerando la multiplicidad de "errores no forzados"- conseguidos desde la condición periférica de un país del Sur ¿Seguro que el FDT no podría?