Por Nazanin Armanian
Sin dar ninguna explicación y ante el asombro de la delegación iraní, China rompía su promesa a Teherán rechazando su solicitud de convertirse en miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que celebraba su cumbre el 11 de junio en Astaná. Moscú también parecía sorprendido.
¿Pudieron influir en esta decisión el aumento de la tensión en el Golfo Pérsico, la formación de una OTAN sunnita, la misteriosa amenaza-plan de EEUU de un “cambio de régimen de Irán” desde dentro?La OCS, formada por China, Rusia y los países centroasiáticos cuyos nombres terminan en “stán” [sufijo que significa “lugar de hábitat”, del verbo indoeuropeo “astan” en persa, o “estar” en castellano] excepto Turkmenistán, admitió en cambio a Pakistán y a la India. Ahora representará a 3.000 millones de personas, y a cuatro estados armados con bombas nucleares.
Teherán había depositado toda su esperanza en la OCS, como una posible garantía de su seguridad, frente a las amenazas de EEUU, Israel y Arabia, y eso a pesar de que China y Rusia apoyaron en el Concejo de Seguridad todas las sanciones propuestas por EEUU contra Irán por su programa nuclear.
Los motivos no confesados de China
A pesar de que China reconoce el valor geoestratégico de Irán como una pieza clave en su proyecto del Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, y necesita de sus inmensas reservas energéticas, la negativa de Pekín se debe a que:
- China es el principal beneficiario del nuevo giro en la política exterior de EEUU que convierte a Rusia e Irán en sus enemigos inmediatos, y aparca la doctrina Obama del “Regreso a Asia” o “Reequilibrio” para contener a China. Por lo que, no le interesa dirigir la ira de la Casa Blanca hacia la OCS. Además su relación comercial con EEUU asciende a 660.000 millones de dólares.
- China no quiere aumentar el peso de Rusia dentro de la OCS, dejando entrar a un Irán demasiado cercano a Moscú. Teme que Vladimir Putin utilice la organización y la carta de Irán para enfrentarse a la creciente amenaza de la OTAN en sus fronteras.
- A ojos del Occidente y de los árabes, integrar a Irán en estos momentos, significaría “politizar” la OCS, y tomar partido en los conflictos político-militares a favor de Irán.
- La OCS se vería obligada a reaccionar militarmente si hay una guerra contra Irán. Y ahora China prefiere esperar y ver.
- Para tranquiliza a Arabia Saudi, archienemigo de Irán, y el segundo proveedor de petróleo a China después de Angola. La visita del rey Salman a Pekín en el marzo pasado significó 65.000 millones de dólares en acuerdos económicos y comerciales.
- Hacer un guiño a Israel, por los 12.000 millones de dólares que valen sus relaciones comerciales, y porque es un candidato a conectar China y su Nueva Ruta de la Seda China al Mediterráneo ahora la opción Siria está perdida.
- Se agudizan las divisiones en el seno del poder iraní, provocando incertidumbre sobre su futuro. El jefe del estado, el ultraconservador Ali Jamenei ya no oculta sus discrepancias con el presidente Rohani quien propone ciertas reformas con el fin de salvar a la República Islámica de una profunda crisis política y económica y así evitar un estallido social. Por su parte, la facción de la extrema derecha pro occidental, feliz del portazo chino, pide mayor cooperación del gobierno con los países musulmanes (en su mayoría, neoliberales y aliados de EEUU) y alejarse de los estados “no musulmanes” como China y Rusia. ¿A caso los países centroasiáticos que no hace mucho formaban parte de la Unión Soviética, no son musulmanes?
- Temor a que el proselitismo chiita de la República Islámica choque dentro de la OCS con los gobiernos seculares sunnitas de Asia Central. De hecho, Tayikistán (país que habla persa y lo escribe en cirílico) ha sido muy crítico con Teherán por invitar al clérigo Mohioddin Kabiri, líder del Partido Islámico, presente en la lista terrorista de éste bloque. Y resulta que entre los principios de la OCS está la lucha contra “Tres Malas”: terrorismo, separatismo y el extremismo religioso.
El “Triángulo de oro”, una supuesta e imaginaria alianza entre China, Rusia e Irán, ha sido inventado por dos sectores: por quienes sufren el agresivo unilateralismo de EEUU y se sienten aliviados al pensar que existe un contrapeso al imperio, y por los teóricos del “Choque de civilizaciones” que con el fin de justificar las intervenciones militares de la OTAN, anunciaron la existencia de un Eje-Oriental “no civilizado”, compuesto por los cristianos ortodoxos, budistas y musulmanes, unidos para conspirar contra el “occidente judeocristiana”. Bueno, incluyeron a los judíos para colocar a Israel entre los segundos.
China que gestiona sus intereses utilizando la “acupuntura” en vez del método estadounidense de “ataques quirúrgicos”, ha tenido los siguientes objetivos al crear la OCS:
- Desmilitarizar las fronteras sino-rusas, y reducir el conflicto a lo largo de sus límites con los estados de Asia Central.
- Acceder al espacio “ex soviético”, a sus inmensos recursos naturales, y sus grandes mercados.
- Abordar el problema de la expansión del fundamentalismo islámico.
- Luchar contra el tráfico de droga, y
- Formar un club energético.
El mapa de alianza de la zona cambia: EEUU pierde a Paquistán (el detonante fue el montaje de “matar” a Bin Laden en Abot Abad) y China se asegura el flujo terrestre de energía desde Asia Central, ahora que aumenta la tensión en el Estrecho de Malaca y el Estrecho de Ormuz, por donde recibe gran parte del petróleo que consume. La entrada de Paquistán e India en la OCS facilita a sus gobiernos el control sobre los grupos terroristas y traficantes de droga, así como el acceso directo de China al océano índico.
Irán, en vez de ingresar en bloques políticos, debe crear un clima de confianza con todos sus vecinos, reactivar al Movimiento de los No Alienados a favor de la paz en la región, mantenerse como estado tapón entre “occidente y Oriente”, y no olvidar el proverbio persa que reza: “Nadie calmará los picores de tu espalda salvo las uñas de tus propios dedos”.